Subrayó que “no se trata de una fórmula para repetir de modo mecánico, sino de una intimidad filial por la que podemos llamar a Dios '¡Abbá!', Papá”
Queridos hermanos y hermanas:
En este día concluimos el ciclo de catequesis sobre el Padrenuestro, la oración que el Señor Jesús enseñó a sus discípulos. Hoy también nosotros, como discípulos de Jesús, fieles a su recomendación «y siguiendo su divina enseñanza», continuamos haciéndola nuestra. No se trata de una fórmula para repetir de modo mecánico, sino de una intimidad filial por la que podemos llamar a Dios «¡Abbá!, Papá».
Es la intimidad en la que Jesús, el revelador del Padre, nos introduce por su gracia. El Catecismo de la Iglesia católica nos recuerda que: «es el Espíritu Santo, [quien] a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre» (N. 2766).
Si leemos atentamente los Evangelios, vemos que todas las expresiones con las que Jesús reza, en los diferentes momentos de su vida, hacen referencia al texto del Padrenuestro. Constatamos, además, cómo Jesús invita a sus discípulos a cultivar un espíritu de oración, a orar insistentemente y a tener siempre presentes a los hermanos y sus necesidades.
El Nuevo Testamento nos revela que el primer protagonista de toda oración cristiana es el Espíritu Santo, que hemos recibido en nuestro bautismo y que nos hace capaces de orar como lo que somos, Hijos de Dios, siguiendo el ejemplo del Señor Jesús. Este es el misterio de la oración cristiana, que nos introduce en el diálogo amoroso de la Santísima Trinidad.
Hoy concluimos el ciclo de catequesis sobre el “Padrenuestro”. Podemos decir que la oración cristiana nace de la audacia de llamar a Dios con el nombre de “Padre”. Esa es la raíz de la oración cristiana: llamar “Padre” a Dios. ¡Pero hace falta valor! No se trata solo de una fórmula, sino de una intimidad filial en la que somos introducidos por la gracia: Jesús es el revelador del Padre y nos da la familiaridad con Él. «No nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico. Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2766). Jesús mismo usó varias expresiones para rezar al Padre. Si leemos con atención los Evangelios, descubrimos que esas expresiones de oración que afloran a los labios de Jesús recuerdan el texto del “Padrenuestro”.
Por ejemplo, en la noche de Getsemaní Jesús reza de esta manera: «¡Abbá, Padre! Todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (Mc 14,36). Ya habíamos recordado este texto del Evangelio de Marcos. ¿Cómo no reconocer en esa oración, aunque breve, un rastro del “Padrenuestro”? En medio de las tinieblas, Jesús invoca a Dios con el nombre de “Abbá”, con confianza filial y, aun sintiendo miedo y angustia, pide que se cumpla su voluntad.
En otros pasajes del Evangelio Jesús insiste con sus discípulos para que cultiven un espíritu de oración. La oración debe ser insistente, y sobre todo debe llevar el recuerdo de los hermanos, especialmente cuando tenemos relaciones difíciles con ellos. Dice Jesús: «Cuando os pongáis de pie para orar, perdonad si tenéis algo contra alguno, a fin de que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestros pecados» (Mc 11,25). ¿Cómo no reconocer en estas expresiones la semejanza con el “Padrenuestro”? Y los ejemplos podrían ser numerosos, también para nosotros.
En los escritos de San Pablo no encontramos el texto del “Padrenuestro”, pero su presencia surge en aquella síntesis estupenda donde la invocación del cristiano se condensa en una sola palabra: “¡Abbá!” (cfr. Rm 8,15; Gal 4,6).
En el Evangelio de Lucas, Jesús satisface plenamente la petición de los discípulos que, viéndolo a menudo apartarse y sumergirse en oración, un día se deciden a pedirle: «Señor, enséñanos a orar, como Juan −el Bautista− enseñó a sus discípulos» (11,1). Y entonces el Maestro les enseñó la oración al Padre.
Considerando en conjunto el Nuevo Testamento, se ve claramente que el primer protagonista de toda oración cristiana es el Espíritu Santo. No olvidemos esto: protagonista de toda oración cristiana es el Espíritu Santo. Nunca podremos rezar sin la fuerza del Espíritu Santo. Es Él quien reza en nosotros y nos mueve a rezar bien. Podemos pedir al Espíritu que nos enseñe a orar, porque Él es el protagonista, el que hace la verdadera oración en nosotros. Él sopla en el corazón de cada uno de nosotros, que somos discípulos de Jesús. El Espíritu nos hace capaces de rezar como hijos de Dios, como realmente somos por el Bautismo. El Espíritu nos hace rezar en el “surco” que Jesús excavó por nosotros. Ese es el misterio de la oración cristiana: por gracia somos atraídos a ese diálogo de amor de la Santísima Trinidad.
Jesús rezaba así. Alguna vez usó expresiones que están claramente muy lejos del texto del “Padrenuestro”. Pensemos en las palabras iniciales del salmo 22, que Jesús pronuncia en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). ¿Puede el Padre celestial abandonar a su Hijo? No, ciertamente. Pero el amor por nosotros, pecadores, llevó a Jesús hasta ese punto: hasta experimentar el abandono de Dios, su lejanía, porque cargó sobre sí todos nuestros pecados. Pero incluso en el grito angustiado, permanece el «Dios mío, Dios mío». En aquel “mío” está el núcleo de la relación con el Padre, está el núcleo de la fe y de la oración.
Por eso, a partir de ese núcleo, un cristiano puede rezar en cualquier situación. Puede tomar todas las oraciones de la Biblia, de los Salmos especialmente; pero también puede rezar con tantas expresiones que en milenios de historia han brotado del corazón de los hombres. Y nunca dejemos de contar al Padre sobre nuestros hermanos y hermanas en humanidad, para que ninguno de ellos, los pobres especialmente, se quede sin un consuelo y una porción de amor.
Al término de esta catequesis, podemos repetir aquella oración de Jesús: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños» (Lc 10,21). Para rezar debemos hacernos pequeños, para que el Espíritu Santo venga a nosotros y sea Él quien nos guíe en la oración.
Me alegra saludar a los peregrinos de Francia y de otros países francófonos, en particular a los parroquianos de Hérouville-Saint-Clair y Roanne; a los jóvenes de varios colegios de Francia, y al grupo de fieles que vienen de Camerún. En las situaciones de alegría y de tristeza, que el Espíritu Santo nos ayude a entrar en la oración de Jesús, y con Él, por medio de Él y en Él, como hijos confiados, rezar el “Padrenuestro”. Me gustaría recordar hoy a sor Inés Nieves Sancho, de 77 años, educadora de niñas pobres desde hace años, asesinada bárbaramente en África Central precisamente en el local donde enseñaba a coser a las niñas. Una mujer más que da la vida por Jesús en el servicio a los pobres. Recemos juntos.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los de Inglaterra, Bélgica, Tanzania, Nueva Zelanda, China, Indonesia, Filipinas, Vietnam, Canadá y Estados Unidos de América. Con la alegría de Cristo Resucitado, invoco sobre vosotros y vuestras familias el amor misericordioso de Dios nuestro Padre. El Señor os bendiga.
Saludo de corazón a los peregrinos de lengua alemana, especialmente a los estudiantes de teología de las universidades de Innsbruck y de Salzburgo. Pidamos al Espíritu Santo que nos guíe y nos refuerce en nuestra relación con el Padre celestial, siguiendo fielmente a su Hijo Divino, el Señor Jesús.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica, como también a los peregrinos de la diócesis de Ebibeyin, Guinea Ecuatorial, acompañados por su Obispo. A todos los animo a que pidan al Señor la gracia de ser hombres y mujeres de oración, y que recuerden ante el Padre a todos nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los más necesitados y abandonados, para que a ninguno falte consolación y amor. Que Dios los bendiga.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular al grupo de “Radio Renascença” y a los diversos grupos de brasileños. ¡Son muchos hoy! En este mes dedicado a la Virgen María, procurad contemplar más intensamente el rostro del Señor Jesús con el rezo del Rosario, para que Él sea el centro de vuestros pensamientos, de vuestras acciones, de vuestra vida. También querría saludar al cardenal Falcão, arzobispo emérito de Brasilia, que está celebrando los 70 años de ordenación sacerdotal. Buen ejemplo. Gracias, Eminencia, por su testimonio.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, os animo a dirigiros a Dios como Padre que nos ama y viene a nuestro encuentro. No nos cansemos de invocarlo, porque Él, como Padre bueno, viene a sanar nuestras heridas y a devolvernos la alegría de ser sus hijos. El Señor os bendiga.
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, animados por el Espíritu Santo y alentados por el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, con confianza y entrega de hijos recemos a nuestro Padre celeste por nosotros, por nuestras familias, por la Iglesia y por la humanidad, para que se cumpla en todos su voluntad salvadora. Os encomiendo a vosotros y a vuestros seres queridos a la materna protección de María Auxiliadora, y os bendigo de corazón.
Saludo cordialmente a los peregrinos ucranianos, de modo particular al grupo de militares que han participado en la anual Peregrinación Militar Nacional a Lourdes. Continuamente rezo al Señor Resucitado, para que llene de amor y serenidad los corazones de los ucranianos y dé a todo el País su paz. Dios os bendiga a todos.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me alegra recibir a los participantes en el Encuentro promovido por la Unión mundial de las Organizaciones femeninas católicas; y a las Hermanas de Nuestra Señora. Saludo a los grupos parroquiales, en particular a los de San Giuseppe Vesuviano y de Vaglio di Basilicata; a la Comunidad Congolesa católica de Roma; a la Asociación de misioneros multisetting Kairòs; al Centro Deportivo Italiano de Latina; y a los Institutos de enseñanza, especialmente al de Giulianova Lido.
Un pensamiento particular para los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Santa Rita de Casia, cuya memoria se celebra hoy, fue mujer, esposa, madre, viuda y monja de su tiempo. Que las mujeres de hoy, con su ejemplo, puedan manifestar el mismo entusiasmo de vida y, a la vez, ser capaces del mismo amor que ella reservó a todos incondicionalmente.
El próximo viernes, 24 de mayo, celebraremos la fiesta de la Virgen María Auxilio de los Cristianos, particularmente venerada en China en el Santuario de Nuestra Señora de Sheshan, en Shanghai. Esa feliz ocasión me permite expresar especial cercanía y afecto a todos los católicos de China, los cuales, entre diarias fatigas y pruebas, siguen creyendo, esperando y amando. Queridos fieles de China, que nuestra Madre del Cielo os ayude a todos a ser testigos de caridad y fraternidad, manteniéndoos siempre unidos en la comunión de la Iglesia universal. Rezo por vosotros y os bendigo. Recemos juntos a la Virgen: Dios te salve, María…
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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