A pesar de los pésimos modelos que nos rodean no podemos lavarnos las manos
Osservatore Romano
A pesar de las muchas desilusiones y de los pésimos modelos que nos rodean, la política sigue siendo en cambio un aspecto fundamental para la construcción de la vida colectiva
La política como vocación es el título de la famosa conferencia de Max Weber de 1918, en la cual discutía los cambios que estaban transformando la política en los países occidentales. Weber subrayaba que en los modernos Estados constitucionales cualquiera es un político únicamente por el hecho de votar y de discutir sobre cuestiones políticas con los amigos. En el clima que se ha creado hoy, sin embargo, la asociación de la palabra política con la idea de vocación probablemente suena ridícula al oído de muchos, especialmente si se acepta la visión corriente de la política como algo que se refiere únicamente a la búsqueda de poder.
A pesar de las muchas desilusiones y de los pésimos modelos que nos rodean, la política sigue siendo en cambio un aspecto fundamental para la construcción de la vida colectiva. Lo demuestran los ejemplos de Cicerón, Edmund Burke y Vaclav Havel, que escribió: «No es verdad que una persona de principios sólidos no debe dedicarse a la política; basta con que estos principios estén animados por la paciencia, por la capacidad de decisión, por la medida de las cosas y por la comprensión hacia los demás. (...) La política como práctica de la moralidad es una realidad posible». Con todo, añadió que nunca habría imaginado decir que se tratara de un camino fácil: ¿cómo habría podido?
Estos ejemplos demuestran que la invisibilidad de los esfuerzos realizados por alguien en su propia vida no significa que tales esfuerzos hayan sido vanos. El hecho de que nunca conoceremos los resultados de nuestras vocaciones en nuestras vidas entreabre el problema que quizás más que cualquier otro desanima a muchos a interesarse activamente por las cuestiones políticas: la sensación, compartida por muchos, de que nuestro destino económico y político está regulado por distintas fuerzas, que escapan a nuestro control.
Pero el oficio de la política es aquello que determina si todos los demás ingredientes de una vida civil pueden desarrollarse o no. Si se tiene en cuenta cuánto depende del hecho de practicar bien este oficio tan aburrido, arriesgado y sucio, y cuánto depende de hacerlo de manera plena y responsable, quizás entonces, después de todo, ya no parecerá tan ridículo pensar en la política como una vocación.