Videomensaje del Santo Padre a los participantes en la Cumbre Mundial de Gobiernos (World Government Summit), Dubai, 10-12 de febrero de 2019
Texto del videomensaje del Santo Padre
Queridos amigos, Al Salamù Alaikum. ¡La paz sea con vosotros! Quiero saludaros y desearos buen trabajo. Llevo en el corazón la visita que acabo de hacer a los Emiratos Árabes Unidos y el caluroso recibimiento que recibí. Encontré un país moderno, que mira al futuro, sin olvidar las raíces. Un país donde se intenta transformar en hechos e iniciativas concretas las palabras tolerancia, hermandad, respeto mutuo, libertad. Vi que hasta en el desierto las flores brotan y crecen. Y he vuelto a casa con la esperanza de que tantos desiertos del mundo puedan florecer. Lo creo posible, pero solo si crecemos juntos, uno al lado del otro, con apertura y respeto, disponibles a hacernos cargo de los problemas de todos que, en la aldea global, son los problemas de cada uno.
Pienso en vosotros y en vuestra tarea de estos días, en los que afrontáis temas fundamentales como los retos de la política, el desarrollo de la economía, la defensa del ambiente, el empleo de las tecnologías. Me gustaría que la pregunta básica de las reflexiones no sea tanto ¿cuáles son las mejores oportunidades para explotar?, sino ¿qué tipo de mundo queremos construir juntos? Es un interrogante que nos lleva a trabajar pensando en los pueblos y en las personas más que en el capital y en los intereses económicos; una pregunta que no mira al mañana inmediato sino al porvenir, a la responsabilidad que grava sobre nosotros: trasmitir este mundo nuestro a quien venga después de nosotros, preservándolo del degrado ambiental y, antes aún, moral.
En realidad, no se puede hablar de desarrollo sostenible sin solidaridad (cfr. Laudato si’, 159). Incluso podríamos decir que el bien, si no es común, no es verdadero bien. Quizá nunca como ahora el pensar y el obrar requieren diálogo sincero con el otro, porque sin el otro no hay futuro para mí. Así pues, espero que en vuestras actividades comencéis por los rostros de las personas, por oír el grito de los pueblos y los pobres, por reflexionar sobre las preguntas de los niños.
Con estos pensamientos os doy las gracias y os deseo un trabajo proficuo al servicio del bien común, y pido al Señor que bendiga vuestro compromiso por un mundo más justo y más próspero para todos.