En esos momentos de agotamiento la vida nos pone en una encrucijada y no queda más remedio que tomar uno de los dos caminos que se nos presentan
Existe un verbo en inglés que me fascina (sí, soy una lingüista perdida en el mundo del Periodismo, qué se le va a hacer…) y sobre el que reflexiono mucho en los últimos tiempos. El verbo en cuestión es el verbo to endure, que significa resistir, sobrellevar, perdurar. Es algo que creo que la maternidad te enseña… si te dejas. Es decir, cierto que ser madre te aboca (o si queréis un verbo más gráfico, te lanza) de lleno a muchas renuncias, a lo que toda la vida se ha llamado “aguante”. Pero aprender a hacerlo de una manera más heroica y con el espíritu justo de sacrificio, aprender a sobrellevarlo y resistir de una manera ejemplar es otro cantar. O, para ser más exactos, es una elección.
Como decía, en los últimos tiempos he reflexionado mucho sobre este endure como elección personal. Lo he pensado mientras acunaba a mi hija pequeña a las dos de la madrugada y cuando me vomitaba encima a las cuatro mientras la mayor quería beber agua. Lo pienso cuando mi marido me avisa por whatsapp de que llegará más tarde a casa por culpa del tráfico o cuando de repente a las siete de la tarde caigo en la cuenta de que me había olvidado por completo de la cena y una está ya berreando.
También cuando en mi única media hora de descanso del día escucho el pitido incesante y molesto de la secadora llamándome, o cuando me doy cuenta de que necesito bajar una vez más al trastero a buscar unos pantalones para la pequeña porque se le han quedado pequeños los suyos. Cuando no queda pescado y tengo que ir in extremis a buscarlo al súper. Cuando me doy cuenta de que limpié ayer todo el suelo y hoy las niñas me lo han dejado más pegajoso aún. Probablemente no cuento nada que muchas de las que me leen no conozcan perfectamente.
En esos momentos de agotamiento (a veces extremo, a veces agotamiento y basta) la vida nos pone en una encrucijada y no queda más remedio que tomar uno de los dos caminos que se nos presentan. Con toda seguridad, sea cual sea el que escojas, la tarea se cumplirá. Por algo somos mujeres y madres, ¿no? Pero en uno de estos dos caminos lo harás refunfuñando, lamentándote, quizá con resultados mediocres teniendo en cuenta el esfuerzo y el amor relativos que has puesto.
En el otro camino lo harás pensando que, una vez más, tienes la oportunidad de hacerlo con el espíritu del verbo to endure, que es el espíritu de la resiliencia. Adaptándonos con positividad a las circunstancias adversas, buscando la mejora, buscando entrenar los músculos de la fortaleza, amando a tu familia dentro de tu cansancio, buscando dar lo mejor dentro del agotamiento comprensible que tenemos, Pero también aceptando nuestras limitaciones con sencillez, sabiendo que no podemos llegar a todo y que, simplemente, lo hacemos lo mejor que podemos. Con las primeras que tenemos que ser comprensivas es con nosotras mismas, al fin y al cabo. Quizá en ambos casos los resultados sean igualmente mediocres, pero la diferencia la hace el camino que nos ha llevado hasta allí: el de la protesta o el de la fortaleza.
Y de repente un día, quién sabe cuándo, te mirarás al espejo y descubrirás que al otro lado está la mujer en la que siempre quisiste convertirte: una mujer fuerte, resistente, que ha sabido perdurar a lo largo de los años, de las luchas, de los sufrimientos y cansancios, que ha entrenado los músculos del cuerpo, de la mente y del alma en las diferentes batallas cotidianas. Una mujer que ha aprendido a darse y a donarse, y que en ese proceso ha ganado sabiduría. Y entonces sonreirás y le dirás al pequeño boicoteador que, a pesar de todo, no está nada mal en lo que te estás convirtiendo.