En su catequesis de hoy, durante la Audiencia general, el Santo Padre continuó explicando el sexto mandamiento, “no cometerás adulterio”
Queridos hermanos:
Completamos hoy la catequesis sobre el 6º mandamiento: «No cometerás adulterio», resaltando que el amor fiel de Cristo es la luz para vivir la belleza de la afectividad humana. Por más que es un mandamiento referido a los esposos, su llamada a la fidelidad está destinada a todos.
Es un camino en el que vamos aprendiendo y madurando nuestra capacidad de amar hasta que somos capaces de hacernos cargo del cuidado de los demás. Esta es la actitud nupcial y paterna, que se puede manifestar de varias formas, pero que rige nuestras relaciones humanas profundas. El adultero, el lujurioso, el infiel es aquel que no ha alcanzado esta madurez, que no ha pasado del yo al nosotros, y busca en los demás su propia satisfacción, sin un encuentro fruto de la acogida y la propia donación.
Todas las vocaciones en la Iglesia, incluso el sacerdocio y la virginidad, deben estar marcadas por esta relación nupcial, es el Espíritu que llama a un amor sin reservas por la Esposa de Cristo, amando al Pueblo de Dios con la ternura y la fuerza de un padre y una madre, de un esposo y de una esposa. En el matrimonio del mismo modo se deben cumplir estos requisitos, percibiendo la bondad intrínseca de la polaridad de lo masculino y de lo femenino, del cuerpo y del espíritu. Nuestro cuerpo, por tanto, no está destinado a ser instrumento de placer, sino a ser el lugar donde se realiza nuestra
Hoy querría completar la catequesis sobre la Sexta Palabra del Decálogo −“No cometerás adulterio”−, señalando que el amor fiel de Cristo es la luz para vivir la belleza de la afectividad humana. Porque nuestra dimensión afectiva es una llamada al amor, que se manifiesta en la fidelidad, en la acogida y en la misericordia. Esto es muy importante. ¿Cómo se manifiesta el amor? En la fidelidad, en la acogida y en la misericordia.
Pero no se puede olvidar que este mandamiento se refiere explícitamente a la fidelidad matrimonial, y, por tanto, es bueno pensar más a fondo en su significado esponsal. Ese texto de la Escritura, el párrafo de la Carta de San Pablo, es revolucionario. Pensar, con la antropología de aquel tempo, y decir que el marido debe amar a su mujer como Cristo ama a la Iglesia (cfr. Ef 5,25): ¡es una revolución! Quizá, en aquel tiempo, era lo más revolucionario que se había dicho sobre el matrimonio. Siempre por el camino del amor. Nos podemos preguntar: este mandato de fidelidad, ¿a quién está destinado? ¿Solo a los esposos? en realidad, este mandato es para todos, es una Palabra paterna de Dios dirigida a cada hombre y mujer.
Acordémonos de que el camino de la madurez humana es el mismo recorrido del amor, que va desde el recibir cuidados a la capacidad de ofrecer cuidados, desde el recibir la vida a la capacidad de dar la vida. Ser hombres y mujeres adultos quiere decir llegar a vivir la actitud esponsal y paternal, que se manifiesta en las variadas situaciones de la vida como la capacidad de cargar el peso de otro y amarlo sin ambigüedad. Es, pues, una actitud global de la persona que sabe asumir la realidad y sabe entrar en una relación profunda con los demás.
Entonces, ¿quién es el adúltero, el lujurioso, el infiel? Es una persona inmadura, que se guarda su propia vida e interpreta las situaciones según su propio bienestar y satisfacción. Por tanto, para casarse, no basta celebrar el matrimonio. Hay que hacer un camino del yo al nosotros, de pensar solo a pensar los dos, de vivir solo a vivir los dos: es un buen camino, es un camino hermoso. Cuando llegamos a descentrarnos, entonces todo acto es esponsal: trabajamos, hablamos, decidimos, encontramos a los demás con actitud acogedora y entregada.
Toda vocación cristiana, en este sentido −ahora podemos ampliar un poco la perspectiva, y decir que toda vocación cristiana, en este sentido−, es esponsal. El sacerdocio lo es porque es la llamada, en Cristo y en la Iglesia, a servir a la comunidad con todo el afecto, el cuidado concreto y la sabiduría que el Señor da. A la Iglesia no le hacen falta aspirantes al papel de curas −no, no sirven, mejor que se queden en casa−, sino que hacen falta hombres a los que el Espíritu Santo toque el corazón con un amor sin reservas por la Esposa de Cristo. En el sacerdocio se ama al pueblo de Dios con toda la paternidad, la ternura y la fuerza de un esposo y de un padre. Y así también la virginidad consagrada en Cristo se vive con fidelidad y alegría como relación esponsal y fecunda de maternidad y paternidad.
Repito: toda vocación cristiana es esponsal, porque es fruto del vínculo de amor en el que todos somos regenerados, el vínculo de amor con Cristo, como nos ha recordado el texto de San Pablo leído al inicio. A partir de su fidelidad, de su ternura, de su generosidad miramos con fe al matrimonio y a toda vocación, y comprendemos el sentido pleno de la sexualidad.
La criatura humana, en su inseparable unidad de espíritu y cuerpo, y en su polaridad masculina y femenina, es realidad muy buena, destinada a amar y ser amada. El cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra llamada al amor, y en el amor auténtico no hay lugar para la lujuria ni para su superficialidad. ¡Los hombres y las mujeres merecen más que eso!
Así pues, la Palabra «No cometerás adulterio», aunque en forma negativa, nos orienta a nuestra llamada originaria, es decir, al amor esponsal pleno y fiel, que Jesucristo nos ha revelado y dado (cfr. Rm 12,1).
Saludo cordialmente a los peregrinos francófonos de Francia y Suiza, en particular a los de la Diócesis de Evry, con su obispo Michel Pansard, a la Comunidad de l’Arche de Montpellier y a los jóvenes de Metz, de Le Mans y de Lille. Queridos amigos, en vísperas de la fiesta de Todos los Santos, os invito a hacer crecer en vosotros el deseo de caminar por los senderos de la santidad, para mayor gloria de Dios. Que Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los que vienen de Inglaterra, Irlanda, Dinamarca, Suecia, Indonesia, Corea, Filipinas, Vietnam y Estados Unidos de América. Agradezco a los coros por su alabanza a Dios a través del canto. Sobre todos vosotros y vuestras familias, invoco la alegría y la paz del Señor. Que Dios os bendiga.
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los directivos de la Asociación de escuelas católicas de la Diócesis de Augsburgo. Dejaos guiar por el amor de Cristo que es la luz para vivir la belleza de la afectividad humana con una actitud madura y entregada. Que el Señor os dé la gracia para crecer cada vez más en la fidelidad a la plenitud de su amor.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Los animo a que, siguiendo el ejemplo de los santos, cuya solemnidad celebramos mañana, sean capaces de vivir su vocación con plenitud y fidelidad, en sintonía con ese amor nupcial que Jesucristo nos ha revelado y entregado como don. Muchas gracias.
Queridos peregrinos de lengua portuguesa, en particular los fieles de Leme y de Río de Janeiro, os deseo que esta peregrinación refuerce en vosotros la fe en Jesucristo que llama a cada hombre y mujer a hacer don de sí mismos al prójimo. Volved a casa con la certeza de que el amor de Dios, derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, nos hará ser cada vez más generosos. Que Dios bendiga a cada uno de vosotros.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Egipto, Siria y Medio Oriente. El mandamiento “No cometerás adulterio” nos invita a la fidelidad a nuestros pactos y a nuestro amor. Todo verdadero amor produce un auténtico compromiso y un respeto por la alianza con quien amamos. Así pues, la traición del amor, indica la falta de madurez y egoísmo. Pidamos al Señor que nos dé el don de la fidelidad, tanto en el matrimonio como en la vida sacerdotal o monástica. Que el Seños os bendiga y os proteja del maligno.!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Mañana se celebra la Solemnidad de todos los Santos y pasado mañana la Conmemoración de todos los fieles Difuntos. Visitando las tumbas de nuestros seres queridos recordamos que tenemos una multitud de santos que delante de Dios interceden por nuestras necesidades. Pero no olvidemos que muchos difuntos esperan también nuestro apoyo espiritual. Recordémosles en nuestras oraciones, junto a María, “Reina de todos los Santos”, pidiendo que sean acogidos en las filas de los elegidos en el cielo. Que los santos nos ayuden a ser testigos de Cristo y de su Evangelio ante nuestros hermanos. Sea alabado Jesucristo.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me alegra recibir a las Capitulares de las Religiosas de María Inmaculada y a los grupos parroquiales, especialmente a los de Roma, Foggia y Sarno. Saludo a los participantes en la peregrinación promovida por la Orden Franciscana Secular de Italia; al personal del 132° Regimiento de Artillería Terrestre “Ariete”, de Maniago; a los grupos de la Asociación nacional de Marineros de Italia; a la delegación del network Aleteia y al grupo deportivo no-videntes de Vicenza.
Un pensamiento particular para los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Mañana celebraremos la Solemnidad de Todos los Santos y, pasado mañana, la Conmemoración de todos los fieles difuntos. Que el testimonio de fe de cuantos nos han precedido, refuerce en nosotros la certeza de que Dios acompaña a cada uno en el camino de la vida, nunca abandona a nadie a su suerte, y quiere que todos seamos santos, como Él es santo.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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