Después de presentar experiencias de diversas realidades del mundo juvenil, los jóvenes presentaron una serie de preguntas al Santo Padre y a los Padres Sinodales
En el contexto del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, calificado por algunos padres sinodales como el “Sínodo de la alegría”, en la tarde del sábado, 6 de octubre de 2018, el Papa se encontró, junto a los padres sinodales, con cientos de jóvenes de diversos continentes en el Aula Pablo VI del Vaticano.
El evento congregó a centeneras de jóvenes de diversos continentes, quienes en medio de cantos y danzas presentaron diversos testimonios que hablan de las dificultades que atraviesan los jóvenes de nuestro tiempo, sus fragilidades y esperanzas, lo difícil que es encontrase a uno mismo y afirmar su identidad.
Después de presentar estas experiencias de diversas realidades del mundo juvenil, los jóvenes presentaron una serie de preguntas al Santo Padre y a los Padres Sinodales.
Aquí tengo las preguntas escritas… Las respuestas las darán los Padres sinodales. Porque si yo diese las respuestas aquí, ¡anularía el Sínodo! Las respuestas deben venir de todos, de nuestra reflexión, de nuestra discusión y, sobre todo, deben ser respuestas dadas sin miedo. Yo me limitaré solo −respecto a todas estas preguntas− a decir algo que pueda servir, algunos principios.
A vosotros, jóvenes, que habéis hablado, que habéis dado vuestro testimonio, que habéis hecho un camino, os digo: esta es la primera respuesta. Haced vuestro camino, sed jóvenes en camino, que miran los horizontes, no el espejo. Siempre mirando adelante, en camino, y no sentados en el sofá. Muchas veces se me ocurre decir esto: un joven, un chico, una chica, que está en el sofá, acaba jubilado a los 24 años: ¡es feo eso! Además, lo habéis dicho vosotros bien: lo que me hace encontrarme a mí mismo no es el espejo, ver cómo soy. Encontrarme a mí mismo está en hacer, en ir a la búsqueda del bien, de la verdad, de la belleza. Ahí me encontraré a mí mismo.
Luego, en esa senda, otra palabra que me ha llamado la atención fue la última. Ha sido fuerte esa última, pero es cierta… ¿Quién la hizo? Tú. Es fuerte: la coherencia, la coherencia de vida. Hago un camino, pero con coherencia de vida. Y cuando veis una Iglesia incoherente, una Iglesia que te lee las Bienaventuranzas y luego cae en el clericalismo más principesco y escandaloso, yo lo entiendo, lo comprendo... Si eres cristiano, toma las Bienaventuranzas y ponlas en práctica. Y si eres un hombre o una mujer que has dado la vida, la has consagrado; si eres un cura −incluso un cura que baila [se refiere a uno de los testimonios]− y quieres vivir como cristiano, sigue la senda de las Bienaventuranzas. no la senda de la mundanidad, la senda del clericalismo, que es una de las perversiones más feas de la Iglesia. Coherencia de vida. Pero también vosotros debéis ser coherentes en vuestro camino y preguntaros: “¿Yo soy coherente en mi vida?”. Este es un segundo principio.
Después está el problema de las desigualdades. Se pierde el verdadero sentido del poder −esto vale para la pregunta sobre la política−, se pierde lo que Jesús nos dijo, que el poder es el servicio: el verdadero poder es servir. Lo contrario es egoísmo, es rebajar al otro, no dejarlo crecer, es dominar, hacer esclavos, no gente madura. El poder es para hacer crecer a la gente, para hacerse servidores de la gente. Este es el principio: tanto para la política como para la coherencia de vuestras preguntas.
Otras preguntas. Os diré una cosa. Por favor, jóvenes, chicos y chicas, ¡vosotros no tenéis precio! ¡No sois mercancía de subasta! Por favor, no os dejéis comprar, no os dejéis seducir, no os dejéis esclavizar por las colonizaciones ideológicas que nos meten ideas en la cabeza y al final nos volvemos esclavos, dependientes, fracasados en la vida. Vosotros no tenéis precio: esto debéis repetíroslo siempre: yo no estoy de subasta, no tengo precio. ¡Yo soy libre! Enamoraos de esa libertad, que es la que ofrece Jesús.
Luego hay dos cosas −y querría acabar con esto− entre las ideas que habéis dicho y a las que los Padres sinodales responderán dialogando con vuestras preguntas. La primera es sobre el uso de internet. Es verdad: la interconexión con lo digital es inmediata, es eficaz, es rápida. Pero si te acostumbras a eso, acabarás −y esto que diré es real−, acabarás como una familia donde, en la mesa, en la comida o en la cena, cada uno está con el móvil y habla con otras personas, o entre ellos mismos se comunican con el móvil, sin un trato concreto, real, sin concreción. Cada camino que hacéis, para ser confiable, debe ser concreto, como las experiencias, tantas experiencias que habéis dicho aquí. Ningún testimonio que habéis dado hoy era “líquida”: todos eran concretos. La concreción es la garantía para ir adelante. Si los medios, si el uso de internet te lleva fuera de la concreción, te hace “líquido”, córtalo, córtalo. Porque si no hay concreción no habrá futuro para vosotros. Eso es seguro, es una regla del camino.
Y luego, también esa concreción en la acogida. Muchos de los ejemplos que habéis puesto hoy son sobre la acogida. Michel ha hecho esta pregunta: “¿Cómo vencer la mentalidad cada vez más difundida que ve en el extranjero, en el diverso, en el emigrante, un peligro, el mal, el enemigo a expulsar?” Esa es la mentalidad de la explotación de la gente, de esclavizar a los más débiles. Es cerrar no solo las puertas, es cerrar las manos. Y hoy están un poco de moda los populismos, que no tienen nada que ver con lo que es popular. Popular es la cultura del pueblo, la cultura de cada uno de vuestros pueblos, que se expresa en el arte, en la cultura, en la ciencia del pueblo, en la fiesta. Cada pueblo hace fiesta a su modo. Eso es popular. Pero el populismo es lo contrario: es encerrar eso en un modelo. Nos encerramos, estamos nosotros solos. Y cuando estamos encerrados no se puede ir adelante. Estad atentos. Es la mentalidad que ha dicho Michel: “¿Cómo vencer la mentalidad cada vez más difundida que ve en el extranjero, en el diverso, en el emigrante, un peligro, el mal, el enemigo a expulsar?” Se vence con el abrazo, con la acogida, con el diálogo, con el amor, que es la palabra que abre todas las puertas.
Y al final −he hablado de concreción− cada uno de vosotros quiere hacer el camino de la vida concreto, que dé frutos. Gracias a ti [dice a un joven] por la foto con tu abuelo: quizá esa fotografía haya sido el mensaje más bonito de esta tarde. Hablad con los viejos, hablad con los abuelos: ellos son las raíces, las raíces de vuestra concreción, las raíces de vuestro crecer, florecer y dar fruto. Recordad: si el árbol está solo no dará fruto. Todo lo que el árbol tiene de florecido, viene de lo que está enterrado. Esta expresión es de un poeta, no es mía. Pero es la verdad. Pegaos a las raíces, pero no os quedéis ahí. Tomad las raíces y llevadlas adelante para dar fruto, y también vosotros os convertiréis en raíces para los demás. No os olvidéis de la fotografía, la del abuelo. Hablad con los abuelos, hablad con los viejos y esto os hará felices.
Muchas gracias. Estas son orientaciones. ¡Las respuestas a ellos! [señala a los Padres sinodales]. Gracias, gracias.
Fuente: vatican.va.
Traducción de Luis Montoya.
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