Según el filósofo y teólogo español Francesc Torralba, “la fe es un antídoto al vacío existencial”
“No trato de convencer a nadie, no me propongo articular una apologética, simplemente deseo expresar, en primera persona del singular, las razones que me inducen a creer en Dios, a vivir confiando en él”.
Son palabras de Francesc Torralba es uno de los pensadores más notables en el panorama filosófico español y desde 2011 es consultor del Pontifico Consejo para la Cultura.
Francesc Torralba lo expone en Y a pesar de todo, creer, una novedad editorial de PPC.
La voluntad de sentido, bella expresión de Viktor Frankl, es propia y común de la condición humana. No nos basta con vivir, con pasar los días y con entretenernos con miles de disputas y habladurías; deseamos vivir una vida con sentido, que merezca la pena, que tenga valor en sí misma.
La ciencia explora los hechos, trata de comprender la lógica que les une y explicarlos a través de leyes de carácter universal, pero no analiza los valores, lo que realmente es importante vivir. Lo que verdaderamente tiene valor es un debate que trasciende a la ciencia y afecta de lleno a la filosofía práctica, especialmente a la ética.
Cuando un ser humano experimenta que su vida, lo que hace cotidianamente, tiene valor, posee sentido, experimenta que su vida es valiosa y se siente feliz.
Ello no le exime del cansancio, de la fatiga y hasta de la indignación, pero siente que su tarea es útil, que, a través de ella, construye alguna forma de bien.
Sin embargo, cuando uno percibe que su vida está vacía, cuando no le llena lo que hace, cuando siente que nada de lo que dice o de lo que hace posee valor en sí mismo, experimenta que su vida es tediosa, irrelevante, completamente estéril. Entonces sufre lo que Viktor Frankl denomina el vacío existencial.
Es propia de un ser complejo como la persona, de un ser que no tiene bastante con alimentarse, defenderse y procrear. Se pregunta por qué está en el mundo y cómo debe gestionar el escaso tiempo de que dispone entre el nacimiento y la muerte certera.
Muchas personas que viven su vida sin Dios perciben que su vida tiene sentido porque construyen a través de ella algo noble y valioso, útil para los otros, y ello les llena. El discurso sobre el sentido, pues, no es unívoco. Existe una pluralidad de modos de dotar la vida de sentido.
El amor se puede dar y recibir a través de ella. Una vida sin amor carece de sentido. El ser humano está hecho para amar, esta es su finalidad inherente, con lo cual solo puede colmar de sentido su vida si es capaz de dar amor y recibirlo.
Todo ser humano está llamado a decidir qué va a hacer con ella, cómo va a dotarla de significado. El sentido no se aprende en los libros, se aprende por ensayo y error, viviendo. La fe en Dios no aparta del mundo ni es ajena a los quehaceres concretos de los hombres. Creer en Dios es vivir la vida como un don, como algo valioso que deber ser protegido y cuidado. No sólo la propia vida es valiosa, todas las formas de vida lo son.
La fe nos hace respetar más la naturaleza, pues nos hace reconocer en ella una gramática escrita por Dios y una morada que nos ha confiado para cultivarla y salvaguardarla.
Lo que da sentido a la vida humana es, para Francesc Torralba:
a) ser útil a los demás
b) paliar su sufrimiento
c) construir belleza
d) forjar unidad allí donde hay dispersión, y
e) ofrecer a otros la posibilidad de vivir la aventura de la existencia.
Miriam Díez Bosch, en aleteia.org.
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