El Santo Padre ha continuado hoy su ciclo de catequesis sobre los Diez Mandamientos, y ha explicado el significado del segundo: “No tomarás el nombre de Dios en vano”
Queridos hermanos:
El segundo mandamiento del Decálogo dice: «No tomarás el nombre de Dios en vano». En la Biblia el nombre señala la verdad íntima de las cosas y de las personas. Con frecuencia indica la misión, así Abrahán y Simón Pedro cambian su nombre cuando reciben su nueva misión. En los ritos hebreos, el nombre de Dios solo es proclamado solemnemente en el Día del Gran Perdón. El pueblo es perdonado, porque a través del nombre entra en contacto con la vida de Dios mismo que es misericordia.
Pronunciar el nombre de Dios quiere decir asumir su realidad, entrar en íntima relación con él. A nosotros cristianos, este mandamiento nos recuerda que hemos sido bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y que debemos vivir nuestra vida cotidiana en comunión real con Dios, sin hipocresía, como los santos, cuyo ejemplo de vida toca el corazón de todos y hace más creíble el anuncio de la Iglesia.
En la cruz, Cristo ha llevado sobre sus espaldas nuestros nombres, también todo el mal que hay en nosotros, para poner su amor en nuestro corazón. Así en este mandamiento descubrimos que vale la pena tomar con nosotros el nombre de Dios porque él nos ha llevado consigo hasta el final.
Continuamos las catequesis sobre los mandamientos y afrontamos hoy el mandamiento «No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios» (Ex 20,7). Justamente leemos esta Palabra como la invitación a no ofender el nombre de Dios y evitar usarlo inoportunamente. Este claro significado nos prepara para profundizar más en esas preciosas palabras, a no usar el nombre de Dios en vano, inoportunamente.
Escuchémoslas mejor. La versión «No pronunciarás» traduce una expresión que significa literalmente, tanto en hebreo como en griego, «no tomarás, no cargarás».
La expresión «en vano» es más clara y quiere decir: «de vacío, vanamente». Hace referencia a un envoltorio vacío, a una forma carente de contenido. Es la característica de la hipocresía, del formalismo y de la mentira, del usar las palabras o usar el nombre de Dios, pero vacío, sin verdad.
El nombre en la Biblia es la verdad íntima de las cosas y sobre todo de las personas. El nombre representa a menudo la misión. Por ejemplo, Abraham en el Génesis (cfr. 17,5) y Simón Pedro en los Evangelios (cfr. Jn 1,42) reciben un nombre nuevo para indicar el cambio de dirección de su vida. Y conocer verdaderamente el nombre de Dios lleva a la transformación de la propia vida: desde el momento en que Moisés conoce el nombre de Dios su historia cambia (cfr. Ex 3,13-15).
El nombre de Dios, en los ritos judíos, viene proclamado solemnemente el Día del Gran Perdón, y el pueblo es perdonado porque, por medio del nombre, se pone en contacto con la vida misma de Dios que es misericordia.
Entonces “tomar el nombre de Dios” quiere decir asumir su realidad, entrar en una relación fuerte, en una relación estrecha con Él. Para los cristianos, este mandamiento es un aviso para recordarnos que hemos sido bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», como afirmamos cada vez que hacemos la señal de la cruz, para vivir nuestras acciones diarias en comunión sentida y real con Dios, o sea, en su amor. Y sobre esto, hacer la señal de la cruz, quisiera repetir otra vez: enseñad a los niños a hacer la señal de la cruz. ¿Habéis visto cómo lo hacen los niños? Si dices a los niños: “Haced la señal de la cruz”, hacen algo que no saben lo que es. ¡No saben hacer la señal de la cruz! Enseñadles a hacer “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. El primer acto de fe de un niño. Tarea para vosotros, tarea para hacer: enseñar a los niños a hacer la señal de la cruz.
Nos podemos preguntar: ¿es posible tomar el nombre de Dios de manera hipócrita, como una formalidad, de vacío? La respuesta es desgraciadamente positiva: sí, es posible. Se puede vivir una relación falsa con Dios. Jesús lo decía de aquellos doctores de la ley; hacía cosas, pero no lo que Dios quería. Hablaban de Dios, pero no hacían la voluntad de Dios. Y el consejo que da Jesús es: “Haced lo que dicen, pero no lo que hacen”. Se puede vivir una relación falsa con Dios, como aquella gente. Y estas palabras del Decálogo son precisamente la invitación a un trato con Dios que no sea falso, sin hipocresías, a una relación donde nos encomendamos a Él con todo lo que somos. En el fondo, hasta el día en que no arriesguemos la existencia por el Señor, comprobando que en Él se encuentra la vida, hacemos solo teorías.
Ese es el cristianismo que toca los corazones. ¿Por qué los santos son capaces de tocar los corazones? ¡Porque los santos no solo hablan, mueven! Se mueve el corazón cuando una persona santa nos habla, nos dice cosas. Y son capaces, porque en los santos vemos lo que nuestro corazón profundamente desea: autenticidad, relaciones verdaderas, radicalidad. Y esto se ve también en esos “santos de la puerta de al lado” que son, por ejemplo, los tantos padres que dan a sus hijos el ejemplo de una vida coherente, sencilla, honrada y generosa.
Si se multiplican los cristianos que toman el nombre de Dios sin falsedad −practicando así la primera petición del Padrenuestro, «santificado sea tu nombre»− el anuncio de la Iglesia es más escuchado y resulta más creíble. Si nuestra vida concreta manifiesta el nombre de Dios, se ve lo hermoso del Bautismo y el gran don de la Eucaristía, la sublime unión que hay entre nuestro cuerpo y el Cuerpo de Cristo: Cristo en nosotros y nosotros en Él. ¡Unidos! Esto no es hipocresía, esto es verdad. Esto no es hablar o rezar como un papagayo, esto es rezar con el corazón, amar al Señor.
Desde la cruz de Cristo en adelante, nadie puede despreciarse a sí mismo ni pensar mal de su propia existencia. ¡Nadie ni nunca! Da igual lo que haya hecho. Porque el nombre de cada uno de nosotros está sobre los hombros de Cristo. ¡Él nos lleva! Vale la pena tomar el nombre de Dios porque Él se hizo cargo de nuestro nombre a fondo, hasta del mal que hay en nosotros; Él se hizo cargo para perdonarnos, para poner en nuestro corazón su amor. Por eso Dios proclama en este mandamiento: “Tómame contigo, porque yo te he tomado conmigo”.
Cualquiera puede invocar el santo nombre del Señor, que es Amor fiel y misericordioso, en cualquier situación que se encuentre. Dios nunca dirá “no” a un corazón que lo invoca sinceramente. Y volvamos a los deberes para hacer en casa: enseñar a los niños a hacer la señal de la cruz bien hecha.
Saludo cordialmente a los peregrinos francófonos provenientes de Francia y de otros países. Como hicieron los Santos, dejemos que nuestra vida manifieste el nombre de Dios en la verdad, sin hipocresía; de ese modo, el anuncio de la Iglesia será más creíble. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy. Sobre todos vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz de nuestro Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Una cordial bienvenida a los hermanos y hermanas de lengua alemana, en concreto a los peregrinos de la Diócesis de Graz-Seckau, con su Obispo Mons. Wilhelm. Como cristianos, llevamos el nombre de Cristo, que significa que somos con toda nuestra vida testigos del Dios vivo y de su amor misericordioso. Por ese testimonio que el Señor os bendiga a vosotros y a vuestras familias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina. En la fiesta de la Coronación de la Virgen María, pidámosle a nuestra Madre del Cielo que nos ayude a invocar el nombre de Dios en todo momento, sabiendo que Dios nunca dejará de escuchar a quien acude a él con fe y esperanza. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los jóvenes lusitanos de Lijó y a los marineros brasileños de la Nave Escuela Brasil. Queridos amigos, en el bautismo fuimos santificados en el nombre de la Santísima Trinidad. Pidamos la gracia de poder vivir nuestros compromisos bautismales como verdaderos imitadores de Jesús, el Hijo de Dios, guiados por el Espíritu Santo, para la gloria del Padre. Gracias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Tierra Santa, de Jordania y del Medio Oriente. Este mandamiento se refiere a la importancia de santificar el nombre de Dios y no usarlo en vano. Es un mandamiento que nos enseña a pronunciar el nombre de Dios solo para glorificarlo y adorarlo, y nunca para utilizarlo o aprovecharse de él; nos lleva a demostrar, con nuestras obras y palabras, la grandeza y profundidad del santo nombre con el que hemos sido llamados. Que el Señor os bendiga y os proteja del maligno.
Doy mi cordial bienvenida a los polacos que participan en esta Audiencia. De modo particular saludo a todos los peregrinos que acuden estos días a Jasna Góra, para participar en la Solemnidad de la Virgen de Częstochowa. Que la Reina de Polonia guíe y refuerce vuestra fe, para que podáis anunciar valientemente el nombre de Dios al mundo y manifestarlo con la vida. Bendigo de corazón vuestra estancia en Roma, el cansancio de la peregrinación y el tiempo del descanso estival. Me encomiendo a vuestras oraciones por mi próximo viaje Apostólico a Dublín. Sea alabado Jesucristo.
Al saludar a los peregrinos de lengua italiana, mi pensamiento va a la tragedia, sucedida en los días pasados en Calabria cerca del torrente Raganello, donde han perdido la vida excursionistas provenientes de varias regiones de Italia. Mientras encomiendo a la bondad misericordiosa de Dios a cuantos han dramáticamente desaparecido, expreso mi espiritual cercanía a sus familiares, así como a los heridos. También me alegra recibir a las Monjas Dominicas Misioneras de San Sixto, con ocasión de su Capítulo General, y a las Monjas Franciscanas Misioneras de la Divina Madre. Saludo a los grupos parroquiales, a la Asociación “16arte” de Foglianise y al Coro “Armonía” de Credera y Moscazzano.
Un particular saludo para los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Hoy se celebra la memoria litúrgica de Santa María Reina. Que la Madre de Dios sea vuestro refugio en los momentos más difíciles y os enseñe a amar a su Hijo con la misma ternura y exclusividad con que Ella le amó. Rezad también por mí, para que el próximo viaje a Dublín, el 25 y 26 de agosto, con ocasión del Encuentro Mundial de las Familias, sea un momento de gracia y de escucha de la voz de las familias cristianas de todo el mundo. ¡Dios os bendiga a todos!
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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