Información y periodismo contemporáneo. Cómo reconocerlas y sobre todo cómo defenderse de la agresión
El tradicional Meeting de mediados de agosto, que se renueva cada 39 años en la ciudad de Rímini, sobre la costa adriática, estará centrado este año en una de las tantas situaciones críticas que está viviendo el planeta, no de manera uniforme, a decir verdad, pero que tiene el valor de cubrir como una espesa tela de araña la faz de la tierra: la comunicación y las noticias falsas que la invaden como un virus maléfico. ¿Qué se entiende por eso que la jerga mediática ha designado con una expresión de sonido tan áspero como “fake news”? ¿Cómo se hace para reconocerlas? Y sobre todo, ¿cómo defenderse del ataque, si es que en realidad existe alguna forma de hacerlo? ¿Existe un “periodismo de paz” que puede hacerle frente con éxito?
Uno de los expositores será, entre otros, Lucio Brunelli, Director periodístico de TV2000 y de InBlu Radio, quien faltando pocos días para el encuentro riminense, y en el marco del encuentro del Papa con los jóvenes del Circo Máximo en la plaza San Pedro, reflexiona en voz alta sobre el tema.
¿Cómo describirías las “fake news”? ¿Tienen, por así decirlo, un perfil común?
Hay distintos tipos de fake news. Algunas son tan groseras, tan evidentemente infundadas, que uno piensa que solamente un tonto puede tomarla en serio. Aunque después comprueba que han recibido miles de comentarios en la red. Y eso lleva a reflexionar, más que en los mecanismos de la información, en lo que queda de nuestra capacidad crítica. ¡Realmente cuando ya no se cree en nada, se corre el riesgo de creer en todo! Después están las fake news más organizadas, las que mezclan elementos verdaderos y elementos falsos, una manipulación de la realidad con fines de propaganda para influir de manera maliciosa en la opinión pública.
El perfil común de estas fake es una naturaleza mimética, es decir, la capacidad de parecer plausibles. Como dijo el Papa en un mensaje dedicado precisamente a ese tema, en ese caso hay que desenmascarar la “lógica de la serpiente, capaz de camuflarse en todas partes y morder”. Esa serpiente “astuta”, que fue la autora de la primera fake news de la historia, cuando se arrastró hasta Eva y fingiendo ser su amiga empezó su discurso con una afirmación verdadera, pero solo en parte: «”¿Así que Dios les ha dicho que no coman de ningún árbol del jardín?”» En realidad, Dios no le dijo a Adán que no comieran de ningún árbol, sino solo de uno de ellos, el árbol de la ciencia del bien y del mal.
En ese caso la serpiente ha jugado con un plural, transformando una prohibición mínima en una prohibición absoluta que asusta a sus interlocutores. Aparentemente algo insignificante…
Precisamente los detalles son decisivos en las fake news. Pienso en el engaño sobre Josepha, la migrante de Camerún que salvaron el mes pasado en la costa de Libia y había quedado atrapada durante 48 horas en los restos de una barcaza hundida. Su mirada había impresionado a mucha gente, despertando sentimientos de compasión. Entonces se intentó desacreditarla a ella y al que la había salvado. Se hizo notar que llevaba las uñas pintadas, dando a entender que la mujer no podía haber estado tanto tiempo en el agua y que se trataba de un montaje sensiblero.
La foto que adjuntaban como prueba era auténtica, pero había sido tomada varios días después del rescate (algunas mujeres del equipo de voluntarios que había rescatado a Josepha le ofrecieron pintarse las uñas para levantarle el ánimo y demostrarle afecto). Aquí precisamente vemos la naturaleza “mimética” de una fake news. A veces es suficiente omitir un pequeño detalle, como la fecha en que fue tomada la fotografía, para cambiar el significado de una imagen.
También hay “Fake Pope”, para citar el título de un libro que salió hace poco y habla de las noticias falsas sobre el Papa Francisco…
Sí, es un libro que escribieron dos colegas de Avvenire, Nello Scavo y Roberto Beretta. Seleccionaron cerca de ochenta noticias falsas que circularon en las redes sociales sobre el Papa Francisco. En este caso también hay algunas tan absurdas que uno se pregunta cómo es posible que alguien muerda el anzuelo y las tome en serio. Pienso en la historia de la sombra con forma de diablo que proyectaba la figura de Bergoglio la noche de su primera aparición pública, cuando bendijo desde el balcón de la basílica de San Pedro (un fotomontaje ridículo). Otras son más elaboradas, mezclan verdades y mentiras para resultar verosímiles, y están destinadas sobre todo a un público que se considera más influenciable en sentido crítico respecto del Papa.
En tu trabajo como director de TV2000 imagino que has encontrado algunas “fake news”…
Me llamó mucho la atención la lectura forzada y distorsionada que hicieron, en navidad del año pasado, de una homilía de Francisco en la cual presentaba a Jesús y la Sagrada Familia como migrantes y refugiados. Inmediatamente comenzó en las redes una campaña −que reprodujeron también algunos diarios− para desacreditar al Papa acusándolo de “tergiversar” el Evangelio y “forzar” la tradición para impulsar su “política” de acogida. También en este caso la fake news se escondía en la omisión de un detalle, y es que en realidad todos los antecesores de Bergoglio habían utilizado expresiones parecidas durante su magisterio.
Es más, el copyright de la frase que tanto había escandalizado podía en justicia ser reivindicado por el Papa Ratzinger: “El Mesías, el Hijo de Dios, fue un refugiado” dijo Benedicto XVI en el Ángelus del 16 de enero de 2011. Pero antes Pío XII dijo en un mensaje de 1952: “La familia de Nazaret desterrada, Jesús, María y José, emigrantes a Egipto y refugiados allí para sustraerse a las iras de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo de los emigrantes y peregrinos de todos los tiempos y lugares”.
La fake news más grande, la mentira más insidiosa sobre el Papa Francisco es precisamente presentar su predicación como separada de la gran tradición de la Iglesia. Bergoglio ha roto, sin duda, muchas costumbres y formalismos curiales, pero en los contenidos más profundos no ha tenido la pretensión de inventar nada. Desde el primado de la misericordia de Dios hasta la atención a los pobres son contenidos siempre vivos en toda la tradición de la Iglesia, en los Evangelios y en la vida de los santos, a lo largo de dos mil años de historia.
¿Hay alguna manera de defenderse de las falsas noticias? Alguna técnica, alguna precaución… ¿Tú cómo haces?
Yo trato de remitirme siempre a la fuente de la noticia e invito a mis periodistas a que hagan lo mismo. Reconstruyendo toda la cadena que ha llevado a difundir esa noticia. Se requiere curiosidad y pasión por la verdad. Se requiere tiempo. Y sobre todo, el hábito del discernimiento, para comprender, por ejemplo, qué fuentes son más serias y confiables. En fin, lo contrario del periodismo copia y pega que lamentablemente impera en muchas redacciones. No siempre resulta posible llegar a la verdad de manera directa, verificando en primera persona cómo se desarrolló un hecho. Pero creo que un buen antídoto contra la mala información es señalar siempre la primera fuente de la noticia, de manera que el público pueda tener un elemento más para evaluar el grado de certeza y confiabilidad.
La fuerza de las redes sociales es su carácter democrático, pero eso mismo es también su debilidad, porque cualquiera −incluso alguien con mala intención− puede poner en circulación falsedades sin tener que rendir cuentas a nadie. ¿Se puede hacer algo a nivel normativo para restringir la superpoblación de fake news sin poner en peligro la naturaleza popular y democrática de este tipo de área comunicativa?
Sin duda también habrá que hacer algo a nivel normativo. No puede ser que los medios sociales se conviertan en cancha libre donde las mentiras circulen sin ningún tipo de límite. Pero la verdadera defensa contra las fake news es desarrollar el espíritu crítico en la gente. La paradoja es que ya nadie cree en ninguna forma de información proveniente del gran media system, ni de la televisión ni de la prensa escrita, y a menudo con buenas razones. Pero terminan siendo crédulos respecto de cualquier cosa que circule en la red con apariencia de contrainformación.
“Evangelizar en red”… Es una expresión que se usa mucho en el ámbito católico, una especie de nueva forma de misión en una época de hiperdifusión comunicativa. ¿Realmente se puede evangelizar en red? ¿Una tarea de este tipo merece toda la atención y las energías que la Iglesia está invirtiendo en ella?
"Evangelizar en red” no es una expresión que me entusiasme. Creo que en el testimonio cristiano, como en cualquier relación humana auténtica, no se puede obviar el encuentro persona a persona; no hay un parámetro de credibilidad mayor que mirar a los ojos a una persona, incluso mientras habla, estando físicamente cerca de ella. San Pablo no disponía de Internet ni de televisión ni de diarios, y sin embargo su predicación inflamó el mundo, desde Damasco hasta Jerusalén, Atenas y Roma. Por eso no logro compartir el entusiasmo fácil de algunos “profesionales” de la evangelización vía internet. Pero es obvio que también este mundo −virtual pero que ya ha entrado en la vida real− debe ser habitado, con inteligencia, por los cristianos. Hay un espacio para compartir contenidos positivos, juicios distintos, un acercamiento más libre y humano a las cosas. Es una forma de testimonio indirecto, que también puede hacer que personas alejadas del mundo católico puedan apreciar −si y cuando existe− la humanidad de personas para las cuales Cristo es su punto de referencia existencial. Y tal vez despertar la curiosidad sobre el origen de su manera de ser.
¿Puede haber un “periodismo de paz”?
Debe haberlo. La información, manipulada, es cada vez más a menudo un arma de propaganda que se utiliza para justificar una guerra. Estamos hablando de fake news, y cómo no recordar las falsas pruebas de presuntas armas de destrucción masiva que presentó Colin Powell ante la ONU en 2003 para legitimar la guerra en Irak. Muchos creyeron que eran verdaderas. Pienso también en las filmaciones de presuntas fosas comunes en la playa de Trípoli que se difundieron en febrero de 2011 para enardecer la opinión pública y convencerla de la necesidad moral de una guerra contra el régimen de Kadafi. Todos los telediarios y las home page de los principales diarios cayeron en la trampa. En realidad se trataba de un cementerio común, como relataron los buenos enviados que se hicieron presentes en el lugar, pero recién después que había empezado la guerra. Se puede hacer un periodismo que esté al servicio de la causa de la paz. Y para hacerlo, no hace falta ocultar ni endulzar nada.
Como TV2000 hemos contado una página de historia violenta de nuestro país. Una masacre de monjes y fieles ortodoxos que llevó a cabo nuestro ejército en Etiopía en 1937. En el monasterio de Debre Libanos. Cerca de dos mil personas inocentes pasadas por las armas, como represalia por un atentado contra el virrey Graziani. Una página de historia que se había ocultado. Muchos nos aconsejaron que no lo hiciéramos. ¿Para qué reabrir viejas heridas?, nos decían. Heridas que también habían dejado cicatrices en las relaciones entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Porque el fascismo se nutría de símbolos católicos y la jerarquía católica de aquel tiempo se mantuvo en silencio frente a la masacre de Debre Libanos. Nosotros seguimos adelante y reconstruimos toda la historia cuando se cumplían 80 años de la matanza. Uno de los frutos imprevistos de nuestra investigación histórica fue precisamente el deshielo en las relaciones entre católicos y ortodoxos en Etiopía.
La verdad, contada con una mirada que no sea vengativa ni justiciera, nunca puede hacer mal a la causa de la paz.
Entrevista de Alver Metalli, en lastampa.it/vaticaninsider/es.
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