Hay que volver una y otra vez a la ecología humana de la que tanto han hablado los Papas
"Yo quisiera ser civilizado como los animales". Hace unos veranos comentaba una buena vecina que se había gastado un dineral en una operación de su gato, ya estaba muy mayor y como no quería la eutanasia, optó por una intervención que mejoró su calidad de vida. Una opción respetable de una buena mujer. Ahora vuelve el debate de la eutanasia, envuelto en calidad de vida y aires de libertad. Así, sin pensarlo mucho y pecando de políticamente imprudente, me he acordado del gato de la vecina. ¡Quién fuera gato!
Recientemente, un alcalde de la zona hizo un alegato sobre las bondades de la eutanasia: "Si lo han pedido". Pienso que no se puede ser superficial en esta vida. Cuando un enfermo pide la muerte algo está pasando en el sistema, en la familia. El instinto de supervivencia es muy fuerte y decidir que la vida ya no tiene sentido indica muchas cosas. Habría que preguntarse cómo está atendido, si se siente querido. Si hay una buena atención paliativa… lo fácil y lo más barato es una simple inyección letal.
Como soy biólogo y amante de la naturaleza le pregunté a una amiga veterinaria si al recortarle las orejas y el rabo a los boxer les dolía, la repuesta me impresionó mucho. Me dijo que en Andalucía esa práctica está totalmente prohibida. Hay que respetar la integridad natural de las mascotas. Cosa que me parece muy bien, pero otra vez soy imprudente y me acuerdo de la suerte que tienen las mascotas. ¡Quién fuera perro para que le respetaran su fisonomía!
Tiene que haber un respeto a las mascotas, debemos cuidar la naturaleza, hay que ser ecológicos. No podemos alterar el patrimonio natural que hemos heredado. Los que vengan detrás también tienen derecho a disfrutar de nuestra riqueza natural. Todo esto yo lo suscribo, pero ya me gustaría que en ese pack se incluyera a una especie en peligro de degradación y de extinción, al homo sapiens. Tan animal como los demás. Hay que volver una y otra vez a la famosa ecología humana de la que tanto han hablado los Papas: "la Iglesia no puede y no debe limitarse a transmitir a sus fieles sólo el mensaje de la salvación. Tiene una responsabilidad con respecto a la creación y debe cumplir esta responsabilidad también en público. Al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. También debe proteger al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que haya algo como una ecología del hombre, entendida correctamente" (Benedicto XVI).
Defender al hombre del peligroso hombre, una tarea de todos y tarea en la que sólo parece interesada la Iglesia, esa que para algunos es el gran enemigo de la humanidad. Defender al hombre, como si fuera una selva amazónica en peligro de extinción, de la voracidad de las empresas internacionales que nada respetan. Defender su vida, su integridad, sus características, todo ese ornato que ha recibido por la creación, por la naturaleza. Lo que hace que sea hombre. Todo eso que cualquier mediano observador sabe descubrir. No podemos jugar con la ecología del hombre, hacer experimentos, hacer como ese "científico" tan emulado actualmente por lo políticamente correcto, el doctor Frankenstein.
Escuché este comentario: "Es una gorriona". Ante el asombro de los demás que sentados en un bar contemplaban a un pajarito. Pero ¿cómo lo sabes? Y el experto repetía: "Si se ve claramente". También la ecología distingue entre macho y hembra, entre padre y madre. Entre una especie y otra. Y esto sin cultura dominante paternalista que marque las pautas de comportamiento. Hay una ideología de gender que quiere reconstruir al hombre, se sienten como un dios creador con el encargo de deconstruir al homo sapiens y construir una nueva especie de homínido, eso sí libre, moderno, sin ataduras. Ya no estaremos ligados al sexo, aunque sí disfrutaremos de sus placeres; ya no tendré que conformarme con mi físico; ya podremos gozar del cuerpo sin tener que sufrir la esclavitud del embarazo, sin tener que estar aguantando al otro. Ya por fin no será necesaria la institución familiar, "esa rémora que tanto mal nos hace".
"La primera estructura fundamental a favor de la 'ecología humana' es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente qué quiere decir en concreto ser una persona. Se entiende aquí la familia fundada en el matrimonio, en el que el don recíproco de sí por parte del hombre y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible". Son palabras valientes del gran hombre Juan Pablo II, el Grande. Palabras que nos animan a luchar en la defensa de la humanidad, del hombre. Ese ser en peligro de extinción, pero que es maravilloso, grandioso. Y en esa lucha recibiremos muchas heridas, pero los nuestros lo merecen.