Amemos al mundo y démosle lo que necesita, la santidad en lo ordinario, pongamos el Amor de Dios en todo lo que hagamos
Recuerdo un paseo con san Josemaría cuando yo era un estudiante de primero de carrera en Valencia. Era el otoño de 1972, estaba de gira catequética por España y Portugal y venía de Jerez. Un comentario mío le hizo recordar a un hijo suyo sacerdote, enfermo terminal, ahora en proceso de canonización, y le vi llorar de pena ante esa enfermedad. También me asombró verle preguntar poco después si habíamos merendado. Un santo con corazón. Un hombre que sabe amar.
El día 26 de junio celebra la Iglesia la fiesta de san Josemaría, "el santo de lo ordinario" como le llamó San Juan Pablo II en su canonización. Ahora el Papa Francisco nos invita a la santidad en su carta Gaudete et exsultate, nos recuerda que tenemos que buscar la santidad en la vida de cada día: "Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante".
Decía san Josemaría: "decir a hombres y mujeres de todos los países, de cualquier condición, raza, lengua o ambiente −y de cualquier estado: solteros, casados, viudos, sacerdotes−, que podían amar y servir a Dios, sin dejar de vivir en su trabajo ordinario, con su familia, en sus variadas y normales relaciones sociales". Este mensaje en los años 30 era profético y para más de uno herético. Ahora es enseñanza común de la Iglesia. Que en el documento sobre "el santo de la puerta de al lado" no se mencione al Fundador del Opus Dei es coherente con su espíritu, él estaba convencido de ser un pobre instrumento en las manos de Dios, siempre buscó ocultarse y desaparecer. Ahora sigue desapareciendo escondido tras la grandeza de Dios y de su Iglesia. ¡Qué sólo Dios se luzca!
El día del Sagrado Corazón de Jesús la Santa Sede aprobó el milagro que llevará a los altares a Guadalupe Ortiz de Landázuri, hija espiritual del santo de lo ordinario, química, que buscó la santidad ejerciendo su docencia e investigación y en el cuidado de sus hermanas. Procuró hacer suyo este pensamiento: "Con frecuencia, siento ganas de gritar al oído de tantas y de tantos que, en la oficina y en el comercio, en el periódico y en la tribuna, en la escuela, en el taller y en las minas y en el campo, amparados por la vida interior y por la Comunión de los Santos, han de ser portadores de Dios en todos los ambientes, según aquella enseñanza del Apóstol: 'glorificad a Dios con vuestra vida y llevadle siempre con vosotros'” (Forja 945).
El milagro consiste en la curación instantánea de Antonio Jesús Sedano de un tumor maligno de piel junto al ojo derecho, en el año 2002. Una noche, cuando faltaban sólo unos días para la intervención quirúrgica en la que le extirparían el cáncer, Antonio acudió con fe a la intercesión de Guadalupe, pidiéndole que no fuera necesario someterse a la operación. A la mañana siguiente, el tumor había desaparecido por completo. En sucesivas revisiones médicas, la curación fue confirmada.
Pero "milagros" tenemos que hacer todos en el día a día de nuestra existencia: poner amor en el trabajo, bien hecho, acabado; desvivirnos por los nuestros en el hogar sonriendo, moderando el carácter, perdonando, escuchando; tratar con delicadeza a los amigos y compañeros de trabajo, interesarse por sus cosas; aportar esperanza, iniciativa, "sembrando paz y alegría" en nuestro entorno.
"Todo aquello en que intervenimos los pobrecitos hombres −hasta la santidad− es un tejido de pequeñas menudencias, que −según la rectitud de intención− pueden formar un tapiz espléndido de heroísmo o de bajeza, de virtudes o de pecados. Las gestas relatan siempre aventuras gigantescas, pero mezcladas con detalles caseros del héroe. −Ojalá tengas siempre en mucho −¡línea recta!− las cosas pequeñas". (Camino 826).
Estar en los detalles, no por perfeccionismo, por amor. Ahí tenemos el camino de la santidad. Así seremos sal y luz en este mundo. Ver a Dios en todo lo que nos sucede, saberle cercano, interesado por lo nuestro. Apoyarse en la fuerza de la oración que nos hace poderosísimos. Seguir a Jesucristo 'Camino, Verdad y Vida' viviendo en la verdad de lo cotidiano.
"Un secreto. −Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos". San Josemaría nos recuerda en su libro 'Camino' que los santos son los que arreglan el mundo. Amemos al mundo y démosle lo que necesita, la santidad en lo ordinario, pongamos el Amor de Dios en todo lo que hagamos.