Les diré a los nuevos graduados lo que repito en estas circunstancias desde hace cosa de treinta años (…) y serán respetados como personas y como profesionales
No me gustan las ceremonias de graduación. Ni un poco. Quizá porque soporto mal las despedidas y, si puedo, las evito. Quizá porque ahora la gente se gradúa hasta del jardín de infancia. Quizá por otros motivos estéticos. Pero estos actos son inevitables. Hace una semana asistí al de los chicos de la Facultad de Comunicación y, sorprendentemente, me gustó. Acaso porque estaba repleto de naturalidad y de agradecimiento, bienes tan raros, con una maravillosa organización que supo cuidar los detalles y evitar el fácil desliz hacia lo hortera.
Esta tarde asistiré al de la primera promoción del Máster en Produción Xornalística e Audiovisual (MPXA), organizado desde este año por las fundaciones Amancio Ortega y Santiago Rey Fernández-Latorre y recién reconocido como Máster Oficial de la Universidade da Coruña. La ceremonia empezará poco después de que acabe este artículo, pero estoy casi seguro de que lo pasaré mal. Tendré que hablar y daré mucho las gracias. También pediré perdón. Y les diré a los nuevos graduados lo que repito en estas circunstancias desde hace cosa de treinta años: que no tengan miedo a lo difícil y que huyan de lo fácil, de la solución fácil, del recurso fácil, del chiste fácil, del hombre fácil, de la mujer fácil, de las salidas fáciles, del dinero fácil. Y serán respetados como personas y como profesionales. Que mantengan siempre esa luz que hay ahora en sus miradas y que nace de enfrentarse sin miedo ni complejos a lo difícil, como han hecho durante este curso, también a la hora de mejorar personalmente.
Porque quien piensa que no puede mejorar, como persona o como profesional, se comporta en realidad como un zombi, como si estuviera muerto.