El Santo Padre ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis, sobre el tema de los mandamientos, para ver cada uno de ellos como “la puerta que el Padre celeste ha abierto para conducirnos a la vida verdadera”
Queridos hermanos:
Comenzamos hoy una nueva serie de catequesis dedicada a los mandamientos. Nos sirve de introducción el diálogo de Jesús con aquel hombre que se acercó a preguntarle lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna. En su pregunta latía el deseo de una vida plena, auténtica. Jesús le responde indicándole el camino del cumplimiento de los mandamientos. Pero él, a pesar de que cumple los mandamientos desde pequeño, siente que le sigue faltando algo.
Así, mediante un proceso pedagógico, Jesús lleva a esa persona a reconocer sus propios límites para que confíe en él, el Hijo de Dios, el único que puede dar una vida plena. El hombre debía convencerse de que ya no puede vivir de sí mismo, de sus propias obras, de sus propios bienes; es necesario que lo deje todo para seguir al Señor, porque Él es la vida plena, el amor verdadero y la riqueza auténtica.
En estas catequesis intentaremos ver cada uno de los mandamientos como esa puerta que el Padre celeste ha abierto para conducirnos a la vida verdadera, dejando que Jesús nos tome de la mano y nos ayude a atravesarla.
Hoy es la fiesta de San Antonio de Padua. ¿Quién de vosotros se llama Antonio? Un aplauso a todos los “Antonios”. Empezamos hoy un nuevo itinerario de catequesis sobre el tema de los mandamientos, los mandamientos de la ley de Dios. Para introducirlo, partimos del texto recién escuchado: el encuentro entre Jesús y un hombre −un joven− que, de rodillas, le pregunta cómo puede heredar la vida eterna (cfr. Mc 10,17-21). Y en esa pregunta está el reto de toda existencia, también la nuestra: el deseo de una vida plena, infinita. Pero, ¿qué hacer para lograrla? ¿Qué sendero recorrer? ¡Vivir de verdad, vivir una existencia noble! Cuántos jóvenes intentan “vivir” y luego se destruyen yendo tras cosas efímeras.
Algunos piensan que es mejor apagar ese impulso −el impulso de vivir−, porque es peligroso. Me gustaría decir, especialmente a los jóvenes: nuestro peor enemigo no son los problemas concretos, por muy serios y dramáticos que sean: el peligro más grande de la vida es un mal espíritu de adaptación, que no es mansedumbre ni humildad, sino mediocridad, pusilanimidad[1]. ¿Un joven mediocre es un joven con futuro o no? ¡No! Se queda ahí, no crece, no tendrá éxito. ¡La mediocridad o la pusilanimidad! Esos jóvenes que tienen miedo de todo: “No, yo es que soy así…”. Esos jóvenes no saldrán adelante. ¡Mansedumbre, fuerza: nada de pusilanimidad, nada de mediocridad! El Beato Pier Giorgio Frassati −que era joven− decía que hay que vivir, no “ir tirando”[2]. Los mediocres van tirando. ¡Vivir con la fuerza de la vida! Hay que pedir al Padre celestial para los jóvenes de hoy el don de la sana inquietud. Porque, en casa, en vuestras casas, en las familias, cuando se ve un joven que está sentado todo el día, a veces la madre y el padre piensan: “Está enfermo, algo le pasa”, y lo llevan al médico. La vida del joven es ir adelante, estar inquieto, la sana inquietud, la capacidad de no contentarse con una vida sin belleza, sin color. Si los jóvenes no están hambrientos de vida auténtica, me pregunto, ¿adónde irá la humanidad? ¿Dónde acabará esta humanidad con jóvenes quietos y no inquietos?
La pregunta de aquel hombre del Evangelio que hemos oído está dentro de cada uno de nosotros: ¿cómo se encuentra la vida, la vida en abundancia, la felicidad? Jesús responde: «Ya conoces los mandamientos» (v. 19), y cita una parte del Decálogo. Es un proceso pedagógico, con el que Jesús quiere llevarle a un lugar preciso; porque está claro, por su pregunta, que aquel hombre no tiene la vida plena, busca más, está inquieto. Por tanto, ¿qué debe hacer? Dice: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud» (v. 20).
¿Cómo se pasa de la juventud a la madurez? Cuando se empiezan a aceptar las propias limitaciones. Se convierte en adulto cuando se relativiza y se es consciente de “lo que falta” (cfr. v. 21). Este hombre está obligado a reconocer que todo lo que puede “hacer” no supera un “techo”, no va más allá de la orilla.
¡Qué hermoso ser hombres y mujeres! ¡Qué preciosa en nuestra existencia! Sin embargo, hay una verdad que, en la historia de los últimos siglos, el hombre ha rechazado con frecuencia, con trágicas consecuencias: la verdad de sus limitaciones.
Jesús, en el Evangelio de hoy, dice algo que nos puede ayudar: «No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud» (Mt 5,17). El Señor Jesús regala el cumplimiento, vino para eso. Aquel hombre debía llegar al umbral de un salto, donde se abre la posibilidad de dejar de vivir de sí mismo, de las propias obras, de los propios bienes y −precisamente porque falta la vida plena− dejarlo todo para seguir al Señor[3]. Bien visto, en la invitación final de Jesús −inmensa, maravillosa− no está la propuesta de la pobreza, sino de la riqueza, la verdadera: «Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme» (v. 21).
¿Quien, pudiendo elegir entre un original y una copia, escogería la copia? Ese es el reto: encontrar el original de la vida, no la copia. ¡Jesús no ofrece sucedáneos, sino vida verdadera, amor verdadero, riqueza verdadera! ¿Cómo podrán los jóvenes seguirnos en la fe si no nos ven elegir el original, si nos ven adictos a la mediocridad? Es feo encontrar cristianos mediocres, cristianos −me permito la palabra− “enanos”; crecen hasta cierta estatura y luego ya no; cristianos con el corazón encogido, cerrado. Es feo encontrarse eso. Hace falta el ejemplo de alguien que me invite a un “más allá”, a un “más”, a crecer un poco. San Ignacio lo llamaba el “magis”, «el fuego, el fervor de la acción, que sacude a los somnolientos»[4].
El camino de lo que falta pasa por lo que hay. Jesús no vino para abolir la Ley o los Profetas sino para dar cumplimiento. Debemos partir de la realidad para dar el salto a lo “que falta”. Debemos escrutar lo ordinario para abrirnos a lo extraordinario.
En estas catequesis tomaremos las dos tablas de Moisés como cristianos, llevándonos de la mano de Jesús, para pasar de las ilusiones de la juventud al tesoro que está en el cielo, caminando tras Él. Descubriremos, en cada una de esas leyes, antiguas y sabias, la puerta abierta por el Padre que está en los cielos, para que el Señor Jesús, que la cruzó, nos conduzca a la vida verdadera. Su vida. La vida de los hijos de Dios.
Saludo cordialmente a los peregrinos provenientes de Francia y Canadá, así como a lo de otros países francófonos. Saludo en particular a los jóvenes del Instituto Paul Mélizan de Marsella y a los fieles del Santuario de Montligeon. Queridos amigos, no tengáis miedo de tomar la mano de Jesús para seguirlo. Él os conducirá por la senda de la verdadera vida. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los provenientes de Inglaterra, Escocia, Malta, Australia, Indonesia, Liechtenstein, Malasia, Filipinas, Canadá y Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz de nuestro Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua alemana, en particular saludo al Movimiento Schoenstatt de Alemania. El mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, que invocamos en la correspondiente Letanía como “deseo de la patria eterna”. Encomendamos a Jesús el cumplimiento de todos nuestros deseos. Dios os bendiga.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina. De modo particular, saludo a los profesores y alumnos del Seminario Menor de Madrid. Pidamos a la Virgen María que obtenga para nosotros la gracia de volver a descubrir y revivir los diez mandamientos como un camino de amor que nos llevará a la vida verdadera, que es Cristo. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los grupos brasileños de Anápolis y de Palotina, y a los numerosos fieles de Lisboa y de Oporto, en especial al «Colégio da Paz» y a la «Confraria da Pedra». Para todos pido a Dios el don de una sana inquietud, de no contentaros nunca con una vida sin ideal, sin belleza. Apostad por una vida de entrega alegre al prójimo. Con gusto os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Siria, Líbano y Medio Oriente. Dios nos ha dado la vida para vivirla, no en la pereza y en la duda, sino en la plenitud y en la tenacidad. Él nos ha revelado cómo lograr esa vida mediante su Palabra viva y sus sagrados Mandamientos. Quien acepta esa Palabra y vive según esos Mandamientos, supera la limitada riqueza humana y recibe la verdadera riqueza que solo Dios puede dar. Así el hombre encuentra en Dios su verdadera felicidad y su tesoro más precioso. El Señor os bendiga y os proteja del maligno.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, la peregrinación a las raíces apostólicas del cristianismo es un momento oportuno para buscar las respuestas a las preguntas esenciales, como la que hemos reflexionado hoy: ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Buscadlas a la luz del testimonio de fe, de esperanza y de amor de los seguidores de Cristo, empezando por los Apóstoles Pedro y Pablo, hasta los santos de nuestro tiempo. Tened el valor de desear “el tesoro en el cielo” que Cristo nos ha prometido. Os bendigo de corazón.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua italiana. Me alegra recibir a los Sacerdotes recién ordenados de la Diócesis de Brescia; a las Misioneras de la Caridad; a las Monjas Misioneras de la Consolata y a las Hermanas Siervas de María Ministras de los Enfermos. Saludo a los fieles de la parroquia de San Pedro en Abadía de Montepulciano, acompañados de su Obispo Monseñor Stefano Manetti, y a los del Sagrado Corazón de Marigliano y de Grottammare; a los Participantes en el Congreso promovido por la Sociedad italiana de Pediatría y a los Abanderados Città di Volterra.
Un pensamiento especial para los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Hoy se celebra la memoria de San Antonio de Padua, Doctor de la Iglesia y Patrono de los pobres. Que él os enseñe la belleza del amor sincero y gratuito; solo amando como él amó, nadie a vuestro alrededor se sentirá marginado y, al mismo tiempo, vosotros mismos seréis cada vez más fuertes en las pruebas de la vida.
Mañana se inaugurará el Campeonato Mundial de Fútbol en Rusia. Deseo enviar mi cordial saludo a los jugadores y a los organizadores, así como a cuantos seguirán por los medios de comunicación este evento que supera toda frontera. Que esta importante manifestación deportiva pueda ser ocasión de encuentro, de diálogo y de fraternidad entre culturas y religiones diversas, favoreciendo la solidaridad y la paz entre las naciones.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
[1] Los Padres hablan de pusilanimidad (oligopsychìa). San Juan Damasceno la define como «el temor de hacer una acción» (Exposición exacta de la fe ortodoxa, II,15), y San Juan Clímaco añade que «la pusilanimidad es una disposición pueril, en un alma que ya no es joven» (La Escala, XX,1,2).
[2] Cfr. Carta a Isidoro Bonini, 27-II-1925.
[3] «El ojo fue creado para la luz, el oído para los sonidos, cada cosa para su fin, y el deseo del alma para arrojarse en Cristo» (Nicola Cabasilas, La vida en Cristo, II, 90).
[4] Discurso a la XXXVI Congregación General de la Compañía de Jesús, 24-X-2016: «Se trata de magis, de ese plus que lleva a Ignacio a iniciar procesos, a acompañarles y a valorar su real incidencia en la vida de las personas, en materia de fe, o de justicia, o de misericordia y caridad».
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