Escribiendo sobre el buen humor, dice un autor contemporáneo, que sus dimensiones son la comprensión en el corazón, alegría en la voluntad, ingenio en el entendimiento y, sobre todo, esperanza en el alma
Después de censurar ciertos errores que Francisco detecta en algunos cristianos, al reanudar el hilo de la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate, escribe: “En orden a evitarlo, es sano recordar frecuentemente que existe una jerarquía de virtudes, que nos invita a buscar lo esencial. El primado lo tienen las virtudes teologales, que tienen a Dios como objeto y motivo. Y en el centro está la caridad. San Pablo dice que lo que cuenta de verdad es «la fe que actúa por el amor» (Ga 5,6). Estamos llamados a cuidar atentamente la caridad: «El que ama ha cumplido el resto de la ley […] por eso la plenitud de la ley es el amor» (Rm 13,8.10). «Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14)”, aunque ya en los primeros compases del documento, recuerda que hemos de amar como Cristo nos amó.
Pero tal vez antes hemos inquirido a quién alude el Papa cuando escribe sobre gnósticos o pelagianos actuales o quizá sobre aquellos que van sobrados moralmente o acaso a quienes consideran el compromiso social como algo superficial o mundano, o los que viven de la auto-referencialidad… ¿No tendremos aquí materia para examen porque −quien más quien menos− pecamos en uno, varios, o todos los aspectos a los que Francisco se refiere? También la enmienda subsiguiente es un buen camino para el amor. Escribiendo sobre el buen humor, dice un autor contemporáneo, que sus dimensiones son la comprensión en el corazón, alegría en la voluntad, ingenio en el entendimiento y, sobre todo, esperanza en el alma. Ahondando en la comprensión del corazón, afirma que es saber reírse de uno mismo, no tomarse demasiado en serio, no sentirse humillado y ofendido, y ver lo positivo de cada persona. Pienso que nos sirve para tal examen y el sucesivo propósito.
Amor es la clave de nuestra vida entera. Dios es Amor, escribe san Juan. Y siendo así, nuestra biografía ha de estar modelada por el cariño con todo lo que esto comporta. Veamos qué puede exigir lo que he tratado de condensar con el expresivo término castellano: cariño, que viene a indicar algo fresco, no oficial ni seco. Se observa bien con los sinónimos del DRAE: afecto, apego, ternura, inclinación, amistad, interés, devoción, simpatía… Se trata de ese amor entrañable y verdadero con Dios y con los demás. Escribe Santo Tomás citando a Aristóteles que amor es querer el bien para alguien, por lo que el movimiento del amor tiende a ese bien buscado y aquel para quien se desea. Al bien mismo se le puede tener amor de concupiscencia −en cuanto deleitable−, pero a la persona se le tiene amor de amistad, es decir, se le ama por sí mismo.
Como es bien sabido, Tomás de Aquino escribió tratados de profunda teología y filosofía, algunos de difícil intelección. Pero también trabajó en escritos catequéticos sencillos, como el titulado “El doble precepto de la caridad”. Allí enumera unas características interesantes: ese amor ha de ser verdadero porque no se fija en lo útil, ni en lo que causa deleite, sino el que se basa en la virtud. También exige constancia, mantenida por la paciencia y la humildad. Asimismo postula que sea efectivo, recordando las palabras de san Juan: no amemos de palabra y con los labios, sino con obras y de verdad. También lo demanda ordenado, entendiendo que amemos al prójimo como a nosotros mismos, pero no más que a Dios, ni tanto como a Dios. Es más, el Todopoderoso es su mejor garantía. Añade finalmente que el amor al prójimo ha de ser limpio, limpio y santo, de manera que no le amemos para pecar.
No quiero que falte san Agustín, por ejemplo, comentando las conocidas palabras de san Pablo: todo contribuye al bien de los que aman a Dios. Y escribe que Dios endereza absolutamente todas las cosas para provecho del que ama, de suerte que a los que se desvían o extralimitan, les hace progresar en la virtud para que vuelvan con verdadera humildad y aprovechando la experiencia. Aprenden con alborozo y temblor a caminar en la vida, sin la mala seguridad en sí mismos de pensar en tiempos de prosperidad que no tornarán a caer. No hablaba de memoria, sino de su propia experiencia. También escribió que de cada persona se puede afirmar: no se pregunta si ama, sino qué ama. Nadie vive sin amor, pero lo que de verdad importa es la calidad del amor.
Vuelvo a la Exhortación papal para hallar la fuente de la actitud que nos pide: en la vida de oración, sin quedarnos en la inmanencia cerrada de este mundo. Y recuerda con san Juan de la Cruz, que recomendaba procurar andar siempre en presencia de Dios, sea real, imaginaria o unitiva, de acuerdo con lo que le permitan las obras que esté haciendo. Y concluyo con la Virgen porque conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica (Francisco).