El Papa, durante la Audiencia general, ha planteado un tema a menudo discutido por los padres: ¿para qué bautizar a los niños que no entienden el significado del Bautismo?
En su catequesis ha recordado que «algunos piensan “¿Para qué bautizar a un niño que no entiende nada? Esperemos a que crezca y entienda y él mismo pida bautizarse”». Pero según el Santo Padre, para un cristiano es un error porque «significa no confiar en el Espíritu Santo, pues cuando bautizamos a un niño, Dios entra en su alma y hace que crezcan y florezcan en el niño las virtudes cristianas».
Queridos hermanos y hermanas:
Este tiempo pascual es propicio para reflexionar sobre la vida cristiana, que es la vida que recibimos del mismo Cristo. De hecho, somos cristianos en la medida que dejamos que Él viva en nosotros. Para avivar esta conciencia debemos volver al origen, al sacramento del bautismo, que es el fundamento de toda la vida cristiana, es el primero de los sacramentos y es la puerta que permite al Señor hacer su morada en nosotros e introducirnos en su Misterio.
El verbo griego «bautizar» significa sumergir. El baño con el agua simboliza en varias creencias el paso de una condición a otra, es signo de purificación para un nuevo inicio. Para nosotros, los cristianos, el bautismo nos sumerge en la muerte y resurrección del Señor, haciendo morir en nosotros al hombre viejo, dominado por el pecado, para que nazca el hombre nuevo, que participa de la vida de la Santísima Trinidad.
El bautismo es también el baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, porque Dios nos ha salvado por su misericordia con el agua que nos hace criaturas nuevas. Nos inserta como miembros de su cuerpo, que es la Iglesia, y nos hace misioneros en el mundo, cada uno según su propia vocación, para que el mundo crea y sea transformado.
Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Los cincuenta días del tiempo litúrgico pascual son propicios para reflexionar sobre la vida cristiana que, por su naturaleza, es la vida que proviene del mismo Cristo. Somos, pues, cristianos en la medida en que dejamos vivir a Jesucristo en nosotros. ¿De dónde partir entonces para reavivar esa conciencia si no del principio, del Sacramento que encendió en nosotros la vida cristiana? Ese es el Bautismo. La Pascua de Cristo, con su carga de novedad, nos llega a través del Bautismo para transformarnos a su imagen: los bautizados son de Jesucristo, es Él el Señor de su existencia. El Bautismo es el «fundamento de toda la vida cristiana» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1213). Es el primero de los Sacramentos, en cuanto es la puerta que permite a Cristo Señor establecer su morada en nuestra persona y a nosotros sumergirnos en su Misterio.
El verbo griego “bautizar” significa “sumergir” (cfr. Catecismo, 1214). El baño con el agua es un rito común a varias creencias para expresar el paso de una condición a otra, signo de purificación para un nuevo inicio. Pero a los cristianos no se nos debe escapar que si es el cuerpo el que es sumergido en el agua, es el alma la que es sumergida en Cristo para recibir el perdón del pecado y brillar con luz divina (cfr. Tertuliano, Sobre la resurrección de los muertos, VIII, 3: CCL 2, 931; PL 2, 806). En virtud del Espíritu Santo, el Bautismo nos sumerge en la muerte y resurrección del Señor, ahogando en la fuente bautismal al hombre viejo, dominado por el pecado que separa de Dios, y haciendo nacer el hombre nuevo, recreado en Jesús. En Él, todos los hijos de Adán están llamados a vida nueva. El Bautismo, pues, es un renacimiento. Estoy seguro, segurísimo de que todos nos acordamos de la fecha de nuestro nacimiento: seguro. Pero me pregunto yo, un poco dudoso, y os pregunto a vosotros: ¿se acuerda cada uno de cuál fue la fecha de su Bautismo? Algunos dicen que sí: está bien. Pero es un sí un poco débil, porque quizá muchos no se acuerdan. Pero si celebramos el día del nacimiento, ¿cómo no celebrar −al menos recordar− el día del renacimiento? Yo os pondré una tarea para casa, una tarea para hacer hoy en casa. Aquellos de vosotros que no se acuerden de la fecha del Bautismo, que pregunten a su madre, a los tíos, a los abuelos: “¿Tú sabes cuál es la fecha de mi Bautismo?”, y no olvidarla nunca. Y ese día dad gracias el Señor, porque es precisamente el día en que Jesús entró en mí, el Espíritu Santo entró en mí. ¿Habéis entendido bien la tarea para casa? Todos debemos saber la fecha de nuestro Bautismo. Es otro cumpleaños: el cumpleaños del renacimiento. No olvidéis hacerlo, por favor.
Recordemos las últimas palabras del Resucitado a los Apóstoles; son un mandato preciso: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). A través del lavado bautismal, quien cree en Cristo viene inmerso en la vida misma de la Trinidad.
No es pues un agua cualquiera la del Bautismo, sino el agua sobre la que es invocado el Espíritu «dador de vida» (Credo). Pensemos en lo que Jesús dijo a Nicodemo para explicarle el nacimiento a la vida divina: «Si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo nacido de la carne, carne es; y lo nacido del Espíritu, espíritu es» (Jn 3,5-6). Por eso el Bautismo es llamado también “regeneración”: creemos que Dios nos ha salvado «por su misericordia, mediante el baño de la regeneración y de la renovación en el Espíritu Santo» (Tt 3,5).
El Bautismo es por eso signo eficaz de renacimiento, para caminar en novedad de vida. Lo recuerda san Pablo a los cristianos de Roma: «¿No sabéis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados para unirnos a su muerte? Pues fuimos sepultados juntamente con Él mediante el bautismo para unirnos a su muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva» (Rm 6,3-4).
Sumergiéndonos en Cristo, el Bautismo nos hace también miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia, y partícipes de su misión en el mundo (cfr. Catecismo, 1213). Los bautizados no estamos aislados: somos miembros del Cuerpo de Cristo. La vitalidad que mana de la fuente bautismal queda ilustrada por estas palabras de Jesús: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, ése da mucho fruto» (Jn 15,5). Una misma vida, la del Espíritu Santo, fluye desde Cristo a los bautizados, uniéndoles en un solo Cuerpo (cfr. 1Cor 12,13), ungido por la santa unción y alimentado en la mesa eucarística.
El Bautismo permite a Cristo vivir en nosotros y a nosotros vivir unidos a Él, para colaborar con la Iglesia, cada uno según su propia condición, en la transformación del mundo. Recibido una sola vez, el lavado bautismal ilumina toda nuestra vida, guiando nuestros pasos hasta la Jerusalén del Cielo. Hay un antes y un después del Bautismo. El Sacramento supone un camino de fe, que llamamos catecumenado, evidente cuando es un adulto quien pide el Bautismo. Pero también los niños, desde la antigüedad, son bautizados en la fe de sus padres (cfr. Rito del Bautismo de niños, Introducción, 2). Y sobre esto yo querría deciros una cosa. Algunos piensan: ¿pero para qué bautizar a un niño que no entiende? Esperemos a que crezca, a que entienda y sea él mismo quien pida el Bautismo. Pero eso significa no tener confianza en el Espíritu Santo, porque cuando bautizamos a un niño, en ese niño entra el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo hace crecer en ese niño, desde pequeño, las virtudes cristianas que luego florecerán. Siempre se debe dar esa oportunidad a todos, a todos los niños, de tener dentro de ellos al Espíritu Santo que les guíe durante la vida. ¡No olvidéis bautizar a los niños! Nadie merece el Bautismo, que es siempre don gratuito para todos, adultos y neonatos. Pero como sucede con una semilla llena de vida, ese don echa raíces y da fruto en un terreno alimentado por la fe. Las promesas bautismales que cada año renovamos en la Vigilia Pascual deben ser reavivadas cada día para que el Bautismo “cristifique”: no debemos tener miedo de esa palabra; el Bautismo nos “cristifica”, quien ha recibido el Bautismo y es “cristificado”, se parece a Cristo, se transforma en Cristo y lo hace de verdad otro Cristo.
Me alegra saludar a los peregrinos provenientes de Francia, de Bélgica y de otros países francófonos, en concreto a los jóvenes franceses de diversos colegios y escuelas superiores. Que la renovación de las promesas de vuestro Bautismo os pueda ayudar a vivir cada vez más unidos a Cristo Jesús para llevar una nueva vida y colaborar con la Iglesia en la transformación del mundo. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los venidos de Inglaterra, Bélgica, Países Bajos, Noruega, Sudáfrica, Australia, Indonesia y Estados Unidos de América. Dirijo un saludo particular al grupo parlamentario del Reino Unido para las relaciones con la Santa Sede. Con la alegría de Cristo Resucitado, invoco sobre vosotros y vuestras familias el amor misericordioso de Dios nuestro Padre. ¡El Señor os bendiga!
Saludo de corazón a todos los peregrinos de lengua alemana. En el Bautismo, el Señor nos ha recreados nuevamente. Convertíos en misioneros de esa vida nueva y de ese amor. ¡El Papa cuenta con vosotros! Dios os bendiga a todos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. En este tiempo pascual, los animo a recordar el día de su bautismo, que es el mayor regalo que hemos recibido, para que, haciendo memoria de nuestra condición de cristianos, tomemos conciencia de que pertenecemos a Dios y estamos llamados a ser testigos, en el ámbito donde vivimos, de la alegría de la salvación. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los fieles de Portugal y de Brasil. Queridos amigos, estar bautizado significa estar llamado a la santidad. Pidamos la gracia de poder vivir nuestros compromisos bautismales como verdaderos imitadores de Jesús, nuestra esperanza y nuestra paz. ¡Dios os bendiga!
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en concreto a los que vienen de Oriente Medio. Queridos hermanos y hermanas, reavivamos cada día nuestras promesas bautismales, para permitir a Cristo vivir en nosotros y nosotros vivir unidos a Él, para que podamos colaborar en la Iglesia a la transformación del mundo, cada uno según su propia condición. ¡El Señor os bendiga!
Queridos peregrinos polacos, os saludo cordialmente y os deseo que permanezcáis en la alegría de la Pascua. Durante la Vigilia Pascual hemos renovado las promesas bautismales: hemos renunciado a Satanás y a todo lo que conduce al pecado, hemos profesado nuestra fe y hemos prometido fidelidad a Cristo. Esas promesas deben ser renovadas cada día, para que sepamos que Cristo vive dentro de nosotros; que Él nos ayude a servirle con toda nuestra vida. Que este pensamiento proveniente de la catequesis de hoy, sea para todos ocasión de reflexión personal. De corazón, os bendigo.
Dirijo una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana. Me alegra recibir a las Monjas Canosianas, a la Comunidad Católica Palabra Viva; a los peregrinos de la Diócesis de Génova, con su Pastor, el Cardenal Angelo Bagnasco, y a las Parroquias, especialmente a la de Vico del Gargano y de Varapodio. Animo a todos a ser fieles a Cristo para que podáis hacer brillar la alegría del Evangelio. Saludo al grupo de la Universidad Campus Biomédico de Roma, a los 25 años del inicio de tan significativa Institución. Animo a todos a vivir el aniversario como ocasión para un renovado empuje al servicio del enfermo, manifestando así la alegría y los valores de la fe. Saludo s los grupos de estudiantes; a la Escuela para Emigrantes de Florencia; a los miembros de la Unión deportiva ACLI; a los participantes en la manifestación promovida por la Liga Pro y a la delegación del Campeonato mundial automovilístico de “Fórmula E”.
Un particular pensamiento para los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. Que el anuncio pascual continúe inflamando vuestro corazón, para que cada uno pueda experimentar a Cristo en su camino y unirse a sus enseñanzas.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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