ZENIT.org (Entrevista de Carmen Elena Villa)
¿La Iglesia debe buscar adaptarse necesariamente a todos los cambios culturales del tiempo en el que enfrenta? ¿Es esa la manera correcta de dialogar con el mundo?
Ante el viaje de Benedicto XVI a Alemania el próximo mes de septiembre y el manifiesto que 143 teólogos firmaron en días pasados en las universidades germanoparlantes donde piden que el Vaticano autorice a las mujeres a ser sacerdotes, los sacerdotes casados y la elección popular de obispos, ZENIT entrevistó al sacerdote francés Laurent Touze de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.
Las firmas fueron publicadas en el diario Süddeutsche Zeitung, bajo el título “Iglesia 2011: un cambio necesario”.
El padre Touze ha publicado en este Año Sacerdotal el libro L'avenir du célibat sacerdotal (El futuro del celibato sacerdotal) (Parole et Silence-Lethielleux, Paris)
¿Es verdaderamente la abolición del celibato la solución frente a la doble vida o la doble moral que viven algunos sacerdotes?
La verdadera solución a la doble vida, al fariseísmo del “haced aquello que digo, no aquello que hago”, es simplemente la conversión. Muchos hombres y mujeres de hoy intuyen que la fe podría ser la respuesta a aquello que buscan, a veces sin ser conscientes: pero se dan cuenta que decir que sí a Dios les pediría a ellos cambiar de vida moral, de abandonar sus propios apegos y esto sería costoso.
Se ven sacerdotes hipócritas, no coherentes —y la observación vale para todos los cristianos, no sólo para los sacerdotes— nos encontramos con una excusa para no convertirse. Nosotros los creyentes tenemos buena parte de la culpa, si estos hombres y estas mujeres no encuentran la alegría y la paz del encuentro con su Padre. Nuestra coherencia ambiciosa y humilde con la fe permitirá a Dios convertir sus corazones.
Generalmente la gente asocia celibato y medioevo. ¿Piensa que el celibato, de verdad es una medida conservadora o hace parte de la Iglesia y de la vocación al sacerdocio?
Trabajos científicos como los del padre Christian Cochini o de Stefan Heid han recordado que los sacerdotes de los primeros siglos vivían todos la continencia sexual: ya sea porque eran célibes o porque estaban casados o porque renunciaban al matrimonio luego de la ordenación.
El celibato para todos los sacerdotes latinos es pues una evolución de esta tradición primitiva. Renunciando al matrimonio, que es un don maravilloso de Dios, el sacerdote no desprecia la carne, la sensualidad. Es más, ofrece el propio cuerpo como el Señor Jesús se donó para la Iglesia. Con su celibato el sacerdote se hace adecuado a la Eucaristía que celebra. Porque dice públicamente en el nombre del Señor: «este es mi cuerpo, esta es mi sangre que será derramada», está llamado a ofrecer también él públicamente su vida para servir a sus hermanos.
Un grupo de teólogos busca el sacerdocio femenino. ¿Es una cuestión de igualdad?
No, es una cuestión de fe. La Igualdad de los bautizados es un principio de base de la Iglesia. Aquello que está aquí en juego es que la Iglesia no es una creación nuestra, nos viene de Dios, quien nos da las características que no podemos cambiar como se cambia una constitución. Que el sacerdocio sea reservado a los hombres hace parte de estas características. La Iglesia lo sabe desde hace tiempo y será pues así por siempre.
Donde debería haber una profundización, un debate es, para entender mejor el porqué de esta opción de vida, qué cosa nos dice, especialmente sobre el misterio de la mujer. Esto podría ser los teólogos que firmaron esta pretensión, más que repetir un slogan que ya tiene más de medio siglo, y que, sabemos, la Iglesia no puede aceptar.
También se pidió la elección popular de los obispos. ¿Resulta “antidemocrático” dejar esta decisión sólo al Papa?
¡El Papa no decide por sí solo! Sigue un largo proceso de consultas, en el país del obispo que nombra y luego en Roma. En los últimos siglos la Iglesia ha logrado en numerosos países garantizar la propia libertad en la decisión de los obispos, sin tener que someterse sólo a los jefes de estado, a criterios políticos y no pastorales.
No me parece que sea un progreso el hecho de transformar la elección de obispos en una elección política sometida a sondeos o a manipulaciones. Lo que me parece fundamental es que el proceso de nombramiento permita al pueblo de Dios tener unos pastores fieles y valientes.
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