Unas reflexiones que hacen del Patriarca de Nazaret un valenciano de derecho porque nos van como anillo al dedo, en una ciudad josefina por excelencia
Un valenciano de Picasent fue catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid. Muy amante de su pueblo −le llamaba la urbe−, que le dedicó una calle. Se llamaba Aurelio Guaita Martorell. En una ocasión formaba parte de un tribunal de tesis doctoral. Cuando se presentó el doctorando, le espetó: «su primer nombre es José y el segundo, Vicente; ¿valenciano?» Al escuchar la respuesta afirmativa, añadió con socarronería no exenta de gozo: «me lo temía». Es muy cierto que son dos nombres valencianísimos. Ahora nos ceñimos al de José, cuyo Santo titular ha dado origen al Patrimonio de la Humanidad, que son nuestras Fallas.
La versión popular del origen de las Fallas según el Marqués de Cruïlles, es que fueron iniciadas por el gremio de carpinteros que quemaban en la víspera del día de su patrón San José, en una hoguera purificadora, las virutas y trastos viejos sobrantes, haciendo limpieza de los talleres antes de entrar la primavera. Además, quemaban sus 'parots' (estructuras de las que colgaban los candiles que les daban luz) puesto que con el fin del invierno y la llegada de la primavera, y al hacerse los días más largos, ya no eran necesarios. Según esta teoría, la inventiva popular le dio forma humana a estos parots. Esta leyenda romántica del origen de la fiesta contrasta con la documentación conservada en el Gremio de Carpinteros, que no cita la construcción de fallas en su víspera, sino la festividad religiosa del propio día 19 de marzo. Así lo he tomado de la popular enciclopedia, aunque seguramente hay exposiciones mejores.
En esas ideas me he inspirado para el título de estas líneas: San José es efectivamente valenciano. No escribo que era sino que es. Quizá haya quien prefiera ver nuestras fiestas como reminiscencias saturnales. Sea, si gusta más tal versión. Muchos preferimos seguir relacionándolas con San José, con el gremio de fusters, con la celebración de la Misa en honor del Santo Patriarca y su procesión, con todos los que llevan tan glorioso nombre, ese apelativo del socarrón «me lo temía». Y como el carpintero de Nazaret es tan nuestro, seguramente podemos aprender mucho de él. Fue un hombre sencillo, descendiente de David, una estirpe noble que le llevó a la necesidad de empadronarse en Belén la ciudad del Rey antecesor, lo que más bien le produjo un gran incómodo. No fue una persona rica sino un humilde trabajador manual, al que la vida deparó un sin fin de fatigas, que la piedad popular recuerda en los siete dolores y gozos vividos.
Pero, como escribe San Josemaría, es un hombre con una gran personalidad humana que, en ningún momento aparecerá como alguien apocado o asustado ante la vida; al contrario, sabe enfrentarse con los problemas, salir adelante en las situaciones difíciles, asumir con responsabilidad e iniciativa las tareas que se le encomiendan. ¡Cómo no recordar al valenciano emprendedor, que sembraba en el cauce del río después de las riadas, arriesgando su sementera a una nueva crecida! Eso es muy nuestro, como lo es de José, que no se deja arrastrar por los acontecimientos. Porque la fe cristiana es lo más opuesto al conformismo o a la falta de actividad o energía interiores (cfr. Homilía En el taller de José). Hace unos días, el Arzobispo de Valencia, estimulaba para educar a los niños para que entren en la sociedad libres, críticos y comprometidos. San José lo fue: libre, como acabamos de afirmar; crítico también con las circunstancias que le rodearon y que supo atender para no arriesgar la vida de Jesús. Y comprometido totalmente con los planes de Dios, compromiso que ilumina la vida entera.
Entiendo que estas últimas reflexiones hacen del Patriarca de Nazaret un valenciano de derecho porque todo ello nos va como anillo al dedo, en una ciudad josefina por excelencia. Leo en un blog: Las protagonistas de las Fallas son la música, interpretada por las bandas que acompañan a los actos falleros, y la pólvora, que es la protagonista en las mascletaes que se disparan diariamente en la plaza del Ayuntamiento y en los castillos de fuegos artificiales que tienen su apoteosis en la espectacular Nit del Foc del 18 de marzo. La culminación de estas celebraciones tiene lugar el día 19 de marzo, festividad de San José, con la cremà en la que se prende fuego, entre la luz y el color de los fuegos artificiales, a todos los monumentos falleros. Siempre lo nuestro unido a San José, por más que se empeñen algunas personas en desear felices Fallas y olvidar al Santo. Así nos ven desde fuera.
Finalizo con unas palabras de la homilía citada, que querría hacer propias: Fe, Amor y Esperanza: estos son los ejes de la vida de San José y los de toda vida cristiana... Su fiesta es un buen momento para que todos renovemos nuestra entrega a la vocación de cristianos, que a cada uno de nosotros ha concedido el Señor. Y añadiría que incluso para los no cristianos: la talla humana de José es tal que se vuelve admirable e imitable para todos.