Son demasiados los que piensan que son maravillosos con las personas ¡porque hablan bien!, no se dan cuenta de que ser maravillosos con las personas significa escucharlas bien
Afirmaba William George Ward que saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad, la locuacidad y la laringitis.
No lo hemos debido de entender bien. O no sabemos hacerlo.
Porque, de laringitis no sé cómo vamos, pero locuacidad nos sobra. Mira que hablamos. Bastante más que lo que escuchamos (que no es lo mismo que oír).
Vivimos, sí, en un mundo hiperconectado: repleto de wifi y bluetooh; lleno de whatsapps, de emails; de notificaciones y alertas; de seguidores y “amigos”; de likes y de ruidos; repleto de contactos virtuales… Y, sin embargo, realmente… ¿un poco vacíos?
Un mundo, el nuestro, habitado también por personas que padecen un aislamiento real… sin otra compañía que la de su soledad.
Hombres y mujeres −de todas las edades− con hambre de ser escuchados; de ser, siquiera, oídos. Aunque en ocasiones incluso esto último (y hasta la mera compañía) se les niega.
Muchas veces pienso en ello. Me acuerdo de cuando pasan el canastillo en misa. Bien sabe el monaguillo que en la cesta hay más calderilla que diezmos… Pero, al menos, ruido hay.
Pero es que, en nuestra relación con los demás, a la hora de atender a otros, a veces negamos hasta los céntimos. Y es terrible y hasta inhumano consentir tanta soledad impuesta. No me cansaré de decirlo.
Lo leí hace bien poco: cada día acuden más personas (fundamentalmente ancianas), a consulta médica, que salen de allí mejor −a veces sin pastillas− simplemente porque el medicamento que precisaban era ser escuchados. “No me necesitaba a mí −confesaba un facultativo− sino a alguien que le prestara una mínima atención, un poco de empatía”.
Conozco a más de una persona −cual estatua inanimada− huérfana de amigos; o de colegas con los que tomarse algo en un bar. Y se me parte el corazón.
A nadie le cuesta apuntarse a una fiesta, pero ¿tenemos media hora a la semana o un café, una llamada que compartir, con alguien que padece soledad o necesita que se le escuche?
Y Robert Kiyosaki nos advierte: “Si esto no fuera cierto, Dios no nos hubiera dado dos oídos y una boca. (Sin embargo) demasiadas personas piensan con su boca, en vez de escuchar para absorber nuevas ideas y posibilidades. Discuten, en lugar de preguntar”.
Permíteme anotar 5 reflexiones sobre la escucha
Te hablo de un matrimonio y me acuerdo de otro en el que uno de ellos comentaba a un pariente: −Hace dos semanas que no le hablo. −¿Os habéis enfadado? −No. ¡Es por no interrumpirle!
Esfuérzate en escuchar. En hacerlo debidamente: en tiempo y forma. Quien escucha, también gana. Por muchas razones.
Siquiera sea −y no es ni de lejos la principal− porque, como afirmaba Dale Carnegie, se pueden ganar más amigos en dos meses interesándote por los demás que en dos años intentando que los demás se interesen por nosotros.
Y si, además de escuchar, escuchas bien (incluso con el corazón) y piensas un poco… ¡te puedes ahorrar mucho trabajo, por mal que uno se explique!
Mira lo que le pasó a esta madre…
Oye, escucha, ¿me ayudas a difundir? ¡Mil gracias!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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