Seis preguntas fruto de experiencias dolorosas que vivieron jóvenes rumanos: el Papa respondió a cada una de ellas recibiéndolos en audiencia privada
El pasado 4 de enero, el Santo Padre recibió en audiencia un grupo de niños rumanos del orfanato de la ONG “FDP protagonistas en la educación”, que trabaja desde años en Rumanía.
La Sala de Prensa vaticana publicó el lunes 19 de febrero el contenido de la conversación que el Papa Francisco mantuvo ese día con ellos.
Queridos niños, queridos hermanos y hermanas, os agradezco este encuentro y la confianza con la que me habéis dirigido vuestras preguntas, en las que se nota la realidad de vuestra vida. Tengo aquí vuestras preguntas, que ya he leído. Pero antes de responderos quisiera dar gracias con vosotros al Señor porque estáis aquí, porque Él, con la colaboración de tantos amigos, os ha ayudado a seguir adelante y a crecer. Y juntos recordamos a tantos niños que se han ido al cielo: rezamos por ellos; y rezamos por los que viven en situaciones de gran dificultad, en Rumanía y en otros países del mundo. Encomendamos a Dios y a la Virgen Madre a todos los niños y niñas, chicos y chicas que sufren por enfermedades, guerras y esclavitudes de hoy.
Y ahora quisiera responder a vuestras preguntas. Lo haré como pueda, porque nunca se puede responder del todo a una pregunta que viene del corazón. En estas preguntas la palabra que más usáis es “¿por qué?”: hay muchos “porqués”. A algunos de esos “porqués” puedo dar una respuesta, a otros no, solo Dios puede darla. En la vida hay tantos “porqués” a los que no podemos responder. Solo podemos mirar, oír, sufrir y llorar.
Primera pregunta: ¿Por qué la vida es tan difícil y nos peleamos tanto con nuestros amigos y hacemos trampas? Los curas nos decís que vayamos a la iglesia, pero en cuanto salimos metemos la pata y cometemos pecados. Entonces, ¿para qué ir a la iglesia? Si considero que Dios está en mi alma, ¿por qué es importante ir a la iglesia?
Tus “porqués” tienen una respuesta: es el pecado, el egoísmo humano: por eso −como dices tú− “nos peleamos tanto”, nos hacemos daños y hacemos trampas. Tú mismo has reconocido que, aunque vayamos a la iglesia, y luego nos seguimos equivocando, siempre seguimos siendo pecadores. Y entonces, justamente te preguntas: ¿para qué sir ir a la iglesia? Sirve para ponernos delante de Dios tal y como somos, sin “disfrazarse”, como somos ante Dios, sin trucos. Y decir: “Aquí estoy, Señor, soy pecador y te pido perdón. Ten piedad de mí”. Si voy a la iglesia para aparentar que soy buena persona, eso no sirve. Si voy a la iglesia porque me gusta escuchar la música o porque me siento bien, no sirve. Sirve si al inicio, cuando entro en la iglesia, puedo decir: “Aquí me tienes, Señor. Tú me amas y yo soy pecador. Ten piedad de nosotros”. Jesús nos dice que, si lo hacemos así, volveremos a casa perdonados. Déjate acariciar por Él, amar más por Él sintiendo esa caricia, ese amor. Así, poco a poco, Dios transforma nuestro corazón con su misericordia, y transforma también nuestra vida. No nos quedamos siempre igual, sino que somos “trabajados”. Dios nos trabaja el corazón, es Él, y nosotros somos trabajados como la arcilla en las manos del alfarero; y el amor de Dios toma el lugar de nuestro egoísmo. Por eso, creo que es importante ir a la iglesia: no solo a mirar a Dios, sino a dejarse mirar por Él. Eso es lo que pienso. Gracias.
Segunda pregunta: ¿Por qué hay padres que quieren a sus hijos sanos y, en cambio, a los enfermos o con problemas no?
Tu pregunta se refiere a los padres, a su actitud ante los niños sanos y ante los enfermos. Te diré esto: ante las fragilidades de los demás, como las enfermedades, hay algunos adultos que son más débiles, no tienen la fuerza suficiente para soportar las fragilidades. Y eso porque ellos mismos son frágiles. Si yo tengo una piedra grande, no puedo apoyarla sobra una caja de cartón, porque la piedra aplasta el cartón. Pues hay padres que son frágiles. No tengáis miedo de decir esto, de pensar esto. Hay padres que son frágiles, porque son siempre hombres y mujeres con sus limitaciones, sus pecados y fragilidades que se llevan dentro, y quizá no han tenido la suerte de ser ayudados cuando eran pequeños. Y así, con esas fragilidades, van adelante en la vida porque no han sido ayudados, no han tenido la oportunidad que habéis tenido vosotros de encontrar una persona amiga que nos lleve de la mano y nos enseñe a crecer y a hacernos fuertes para vencer esa fragilidad. Es difícil recibir ayuda de los padres frágiles, y a veces somos nosotros los que debemos ayudarles. En vez de echarle la culpa a la vida porque me ha dato padres frágiles y yo no soy tan frágil, ¿por qué no cambiar la cosa, y dar gracias a Dios, gracias a la vida, porque yo puedo ayudar la fragilidad de los padres para que la piedra no aplaste la caja de cartón? ¿Estás de acuerdo? Gracias.
Tercera pregunta: El año pasado murió uno de nuestros amigos que estaba en el orfanato. Murió en Semana Santa, el Jueves Santo. Un cura ortodoxo nos dijo que murió pecador y por eso no irá al Paraíso. Yo no creo que sea así.
Quizá aquel cura no sabía lo que decía, o aquel día ese cura no estaba bien, tenía algo en el corazón que le hizo responder así. Ninguno de nosotros puede decir que una persona no ha ido al cielo. Te digo una cosa que quizá te asombre: ni siquiera de Judas podemos decirlo. Tú has recordado a vuestro amigo que murió. Y has recordado que murió el Jueves Santo. Me parece muy raro lo que oíste decir a aquel sacerdote, habría que entenderlo mejor, quizá no lo comprendiste bien... En todo caso, yo te digo que Dios quiere llevarnos a todos al paraíso, nadie excluido, y que en Semana Santa celebramos precisamente eso: la Pasión de Jesús, que como Buen Pastor dio su vida por nosotros, que somos sus ovejas. Y si una oveja se ha perdido, Él va a buscarla hasta que la encuentra. Es así. Dios no se queda sentado, Él va, como nos hace ver el Evangelio: Él está siempre en camino para encontrar a esa oveja, y no se asusta cuando nos encuentra, aunque estemos en un estado de gran fragilidad, o sucios de pecados, o abandonados por todo y por la vida, Él nos abraza y nos besa. Podía no ir, pero vino por nosotros el Buen Pastor. Y si una oveja se pierde, cuando la encuentra se la pone sobre los hombros y lleno de alegría la devuelve a casa. Yo puedo decirte una cosa: estoy seguro, conociendo a Jesús, estoy seguro de que eso es lo que en aquella Semana Santa el Señor hizo con vuestro amigo.
Cuarta pregunta: ¿Por qué nosotros tenemos este destino? ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene?
¿Sabes? Hay porqués que no tienen respuesta. Por ejemplo: ¿por qué sufren los niños? ¿Quién puede responder a eso? Nadie. Tu porqué es uno de esos que no tienen una respuesta humana, sino solo divina. No sé decirte porqué tú has tenido “este destino”. No sabemos “porqué” en el sentido del motivo. ¿Qué he hecho yo de malo para tener este destino? No lo sabemos. Pero sabemos “porqué” en el sentido del fin que Dios quiere dar a tu suerte, y el fin es la curación −el Señor cura siempre−, la curación y la vida. Lo dice Jesús en el Evangelio cuando encuentra a un hombre ciego de nacimiento. Y ese se preguntaba seguramente: “¿Por qué yo he nacido ciego?”. Los discípulos preguntan a Jesús: “¿Por qué está así, por culpa suya o de sus padres?”. Y Jesús responde: “No, no es culpa suya ni de sus padres, sino que está así para que se manifiesten en él las obras de Dios” (cfr. Jn 9,1-3). Quiere decir que Dios, ante tantas situaciones feas en las que podemos encontrarnos desde pequeños, quiere curarlas, sanarlas, quiere llevar vida donde hay muerte. Eso hace Jesús, y eso hacen también los cristianos que están de verdad unidos a Jesús. Vosotros lo habéis experimentado. El “por qué” es un encuentro que cura del dolor, de la enfermedad, del sufrimiento, y da el abrazo de la curación. Pero es un “porqué” por el después: al principio no se puede saber. Yo no sé “por qué”, no puedo ni siquiera pensarlo; sé que esos “porqués” no tienen respuesta. Pero si vosotros habéis experimentado el encuentro con el Señor, con Jesús que sana, que cura con un abrazo, con caricias, con amor, entonces, después de todo el mal que hayáis podido vivir, al final habéis encontrado esto. Ese es el “por qué”.
Quinta pregunta: Sucede que me siento sola y no sé qué sentido tenga mi vida. Mi hija está en acogida y algunas personas me juzgan porque no soy una buena madre. En cambio, yo creo que mi hija está bien y que he decidido correctamente, también porque nos vemos a menudo.
Estoy de acuerdo contigo en que la acogida puede ser una ayuda en ciertas situaciones difíciles. Lo importante es que todo se haga con amor, con cuidado por las personas, con gran respeto. Entiendo que a menudo te sientas sola. Te aconsejo no encerrarte, buscar la compañía de la comunidad cristiana: Jesús vino a formar una nueva familia, su familia, donde nadie está solo y somos todos hermanos y hermanas, hijos de nuestro Padre del cielo y de la Madre que Jesús nos dio, la Virgen María. Y en la familia de la Iglesia podemos caber todos, curando nuestras heridas y superando los vacíos de amor que frecuentemente hay en nuestras familias humanas. Tú misma has dicho que crees que tu hija está bien en la Casa-familia también porque sabes que allí se preocupan por la niña y también por ti. Y luego has dicho: “Nos vemos a menudo”. A veces la comunidad de los hermanos y hermanas cristianos nos ayuda así. Confiarse uno al otro. No solo los niños. Cuando uno siente algo en el corazón se lo confía a la amiga, al amigo, y saca ese dolor del corazón. Confiarse fraternalmente unos a otros, eso es bellísimo y lo enseñó Jesús. Gracias.
Sexta pregunta: Cuando tenía dos meses de vida, mi madre me abandonó en un orfanato. A los 21 años busqué a mi madre y me quedé con ella 2 semanas, pero no se comportaba bien conmigo, así que me fui. Mi padre ha muerto. ¿Qué culpa tengo yo si ella no me quiere? ¿Por qué ella no me acepta?
Esta pregunta la he entendido muy bien porque la has dicho en italiano. Quiero ser sincero contigo. Cuando leí tu pregunta, antes de dar instrucciones para hacer el discurso, lloré. He estado muy cerca de ti con un par de lágrimas. Porque no sé, me has dado tanto; también los demás, pero tú me has pillado quizá con las defensas bajas. Cuando se habla de la madre siempre hay algo…, y en aquel momento me has hecho llorar. Tu “porqué” se parece a la segunda pregunta, sobre los padres. No es cuestión de culpa, es cuestión de grandes fragilidades de los adultos, debidas en vuestro caso a tanta miseria, a tantas injusticias sociales que aplastan a los pequeños y a los pobres, y también a tanta pobreza espiritual. Sí, la pobreza espiritual endurece los corazones y provoca eso que parece imposible, que una madre abandone a su hijo: ese es el fruto de la miseria material y espiritual, fruto de un sistema social equivocado, inhumano, que endurece los corazones, que comete errores, y hace que no encontremos el camino correcto. Pero mira, eso requerirá tiempo: tú has buscado una cosa más profunda que su corazón. Tu madre te ama, pero no sabe cómo hacerlo, no sabe cómo expresarlo. No puede porque la vida es dura, es injusta. Y ese amor que está encerrado en ella no sabe cómo decirlo ni cómo acariciarte. Te prometo rezar para que un día pueda mostrarte ese amor. No seas escéptico, ten esperanza.
Simona Carobene (responsable de la iniciativa): A mí me ha sorprendido mucho el mensaje para la Jornada de los Pobres. Me dio un sobresalto porque me pregunté: “Yo, ¿cómo miro a mis chicos?”. A veces me doy cuenta de que caigo presa del activismo y olvido por qué Jesús nos ha puesto juntos. Hace falta que yo también haga un camino de conversión, y ese camino es continuo y nunca puede darse por descontado. Por eso continúo siguiendo a mis chicos, porque son “mis santos”. Y sigo pegada a la Santa Madre Iglesia a través del carisma de don Giussani que es el modo concreto que me hizo amar a Jesús. Al mismo tiempo, sin embargo, el tenor de su mensaje era muy concreto. Se hablaba de compartir de verdad. Empecé a preguntarme si quizá no ha llegado el momento de dar un paso más en mi vida, de acogida y de compartir. Es un deseo del corazón que me está naciendo y que debo comprobar en breve. ¿Qué señales debo mirar para saber cuál es el plan para mí? ¿Qué quiere decir vivir la vocación de la pobreza a fondo?
Simona, gracias por tu testimonio. Sí, nuestra vida es siempre un camino, un camino en pos del Señor Jesús que, con amor paciente y fiel, nunca acaba de educarnos, de hacernos crecer según sus designios. Y a veces nos da sorpresas para romper nuestros esquemas. Tu deseo de crecer en el compartir y en la pobreza evangélica viene del Espíritu Santo: eso no se puede comprar, alquilar, solo el Espíritu es capaz de hacer eso, y Él te ayudará a seguir adelante en esa senda en la que tú y los amigos habéis hecho tanto bien. Habéis ayudado al Señor a realizar su labor con estos chicos.
Gracias de nuevo a todos. Encontraros me ha hecho mucho bien. Os llevo en mis oraciones. Y, por favor, vosotros también rezad por mí porque lo necesito. Gracias.
Fuente: vatican.va.
Traducción de Luis Montoya.
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