‘Tiempos recios’, diría Teresa de Ávila, época para no dejarse confundir y buscar la libertad que libera
Probablemente, algunos piensen que soy un provocador. Y de algún modo aciertan. Efectivamente, la moda en ciertos ambientes es el pensamiento de que la libertad se mantiene viva con la posibilidad ilimitada de elegir en campos diversos, si bien acaban teniendo una dirección casi común: el sexo, bien sea por su práctica irrefrenable, bien buscando una buena teoría que lo justifica (ideología de género) o buscando la concomitancia con temas ya casi vulgares como el divorcio exprés o más dolorosos como el aborto procurado y, en algunos casos encubierto, como en los embarazos no deseados. Y por ahí llegamos a donde sea preciso. Pero tampoco es manco el abuso de poder que conduce a establecer un tipo de libertad que el gobernante considera verdadera. Pero sucede que, si se impone, ya no es libertad. Lo he llamado pensamiento, pero es muy posible que ni siquiera lo sea. Es un a priori.
Con la libertad de espíritu que le caracteriza, el Papa Franciscoha escrito en relación con la Cuaresma recién comenzada: ¿qué formas asumen los falsos profetas? Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad. Francisco se está refiriendo al engatusamiento que desvía de la libertad, para buscar una Cuaresma dadora de albedrío. En una reciente Carta Pastoral monográfica sobre este gran tema, el Prelado del Opus Dei ha escrito que actuar libremente, sin sufrir coacción de ningún tipo, es propio de la dignidad humana.
Seguramente vale la pena volver a la desenvoltura del Papa: Otros falsos profetas son esos “charlatanes” que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de “usar y tirar” de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás.
Se busca vivir con gozo y verdad esa Cuaresma liberadora a la que se alude en el título. La limosna (uso generoso y desprendido de los bienes), oración y ayuno (sacrificio), a los que se une la misericordia, nos la procuran, siempre con ayuda de la Eucaristía y la Penitencia Sacramental. Todo esto conduce al amor. Ama y haz lo que quieras, escribió el gran Obispo de Hipona, porque el que ama de veras no quiere malograr su amor atacándolo. Aquí −como en tantos asuntos− Agustín y Tomás de Aquino van a la par, cuando el segundo escribe: cuanto más intensa es nuestra caridad (entiéndase, amor), más libres somos. Lo recogía Monseñor Ocáriz en su Carta sobre la libertad, citada anteriormente. Allí deja un magnífico elenco de citas de San Josemaría para mostrar el gran amor por la libertad que deseaba dejar en herencia a sus hijos espirituales. Por ejemplo, también con la sinceridad que le caracterizó siempre, escribía: durante mis años de sacerdocio, no diré que predico, sino que grito mi amor a la libertad personal, noto en algunos un gesto de desconfianza, como si sospechasen que la defensa de la libertad entrañara un peligro para le fe. Que se tranquilicen esos pusilánimes. Exclusivamente atenta contra la fe una equivocada interpretación de la libertad, una libertad sin fin alguno, sin norma objetiva, sin ley, sin responsabilidad.
Hoy día, y más en el ámbito de la sociedad civil y política, quizá algunos ven el albedrío como un obstáculo para su dogma de la libertad políticamente correcta que desean imponer: naturalmente, el suyo. Tiempos recios, diría Teresa de Ávila, época para no dejarse confundir y buscar la libertad que libera. Debemos sentirnos hijos de Dios, y vivir con la ilusión de cumplir la voluntad de nuestro Padre. Realizar las cosas según el querer de Dios, “porque nos da la gana”, que es la razón más sobrenatural. Es otra de las referencias a San Josemaría que Monseñor Ocáriz ofrece en la citada Carta Pastoral. Y llega a la alegría, porque amor liberador y alegría están muy unidos, Así lo expresó Francisco: Él es el autor de la alegría, el Creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, los cristianos no podemos ser libres: nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas.