En la Catequesis durante la Audiencia General el Papa siguió reflexionando sobre la Santa Misa. En esta ocasión la dedicó al Credo y a la Oración de los fieles
Queridos hermanos:
En la Misa, tras la proclamación de las lecturas bíblicas y de la homilía, guardamos un tiempo de silencio para que se pueda sedimentar en el corazón todo lo que se ha escuchado y se concreten propósitos de adhesión a lo que el Espíritu sugiere a cada uno.
Después se recita el Credo, con el que toda la Asamblea litúrgica da su asentimiento y su respuesta a la Palabra de Dios que se ha proclamado, y vuelve a meditar y profesar los grandes misterios de la fe antes de celebrarlos en la Eucaristía. El Símbolo pone de manifiesto la unión entre el Bautismo y la Eucaristía. La fe de todo bautizado se inserta en la fe recibida de los apóstoles y su unión a Cristo se actualiza en la celebración de la Eucaristía.
A continuación, la oración universal expresa la respuesta a la Palabra de Dios, que ha sido acogida con fe. En esta oración, los fieles se dirigen a Dios con la confianza de ser escuchados en sus peticiones, y hacen suya la mirada de Dios, que se preocupa de todos sus hijos.
Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Buenos días, aunque el día está un poco feíllo. Pero, si el alma está contenta, siempre es un buen día. Así que, ¡buenos días! Hoy la Audiencia se hará en dos sitios: un pequeño grupo de enfermos está en al Aula, debido al tiempo que hace, y nosotros estamos aquí. Pero nosotros los vemos y ellos nos ven a través de las pantallas gigantes. Los saludamos con un aplauso.
Continuamos con la Catequesis sobre la Misa. La escucha de las Lecturas bíblicas, prolongada en la homilía, ¿a qué responde? Responde a un derecho: el derecho espiritual del pueblo de Dios a recibir con abundancia el tesoro de la Palabra de Dios (cfr. Introducción al Leccionario, 45). Cada uno de nosotros, cuando va a Misa, tiene el derecho de recibir abundantemente la Palabra de Dios bien leída, bien dicha y luego, bien explicada en la homilía. ¡Es un derecho! Y cuando la Palabra de Dios no está bien leída, no está predicada con fervor por el diácono, por el sacerdote o por el obispo, se falta a un derecho de los fieles. Tenemos el derecho de escuchar la Palabra de Dios. El Señor habla para todos, Pastores y fieles. Llama al corazón de todos los que participan en la Misa, cada uno en su condición de vida, edad, situación. El Señor consuela, llama, suscita brotes de vida nueva y reconciliada. Y eso, por medio de su Palabra. ¡Su Palabra llama al corazón y cambia los corazones!
Por eso, después de la homilía, un tiempo de silencio permite asentar en el alma la semilla recibida, para que broten propósitos de unión a lo que el Espíritu haya sugerido a cada uno. El silencio después de la homilía; hay que hacer un breve silencio ahí, y cada uno debe pensar en lo que ha escuchado.
Tras ese silencio, ¿cómo continúa la Misa? La respuesta personal de fe se incluye en la profesión de fe de la Iglesia, expresada en el “Credo”. Todos rezamos el “Credo” en la Misa. Rezado por toda la asamblea, el Símbolo manifiesta la respuesta común a todo lo que hemos escuchado juntos en la Palabra de Dios (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 185-197). Hay un nexo vital entre escucha y fe. Están unidas. Esta −la fe− no nace de la fantasía de mentes humanas sino, como recuerda san Pablo, «viene de la escucha y la escucha se refiere a la palabra de Cristo» (Rm 10,17). La fe se alimenta, pues, con la escucha y conduce al Sacramento. Así, el rezo del “Credo” hace que la asamblea litúrgica «vuelva a meditar y profese los grandes misterios de la fe, antes de su celebración en la Eucaristía» (Ordenación General del Misal Romano, 67).
El Símbolo de fe vincula la Eucaristía al Bautismo, recibido «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», y nos recuerda que los Sacramentos son comprensibles a la luz de la fe de la Iglesia.
La respuesta a la Palabra de Dios recibida con fe se expresa luego en la súplica común, denominada Oración universal, porque abraza las necesidades de la Iglesia y del mundo (cfr. OGMR, 69-71; Introducción al Leccionario, 30-31). También se le llama Oración de los fieles.
Los Padres del Vaticano II quisieron recuperar esa oración tras el Evangelio y la homilía, especialmente los domingos y fiestas, para que «con la participación del pueblo, se hagan oraciones por la santa Iglesia, por los que nos gobiernan, por los que se hallan en varias necesidades, por todos los hombres y por la salvación de todo el mundo» (Sacrosanctum Concilium, 53; cfr. 1Tm 2,1-2). Por tanto, bajo la guía del sacerdote que introduce y concluye, «el pueblo, ejercitando su sacerdocio bautismal, ofrece a Dios oraciones por la salvación de todos» (OGMR, 69). Y después de cada intención, propuesta por el diácono o un lector, la asamblea une su voz invocando: «Escúchanos, Señor».
Recordemos lo que nos dijo el Señor Jesús: «Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá» (Jn 15,7). “Pero nosotros no creemos eso, porque tenemos poca fe”. Pues si tuviésemos fe −dice Jesús− como un grano de mostaza, lo habríamos recibido todo. “Pedid lo que queráis y se os concederá”. Y en ese momento de la oración universal después del Credo, es el momento de pedir al Señor las cosas más fuertes en la Misa, las cosas que necesitamos, lo que queremos. “Se os concederá”; de uno u otro modo, pero “se os concederá”. “Todo es posible para el que cree”, dijo el Señor. ¿Qué respondió aquel hombre al que el Señor se dirigió para decirle esas palabras: todo es posible para el que cree? Le dijo: “Creo Señor. Pero ayuda mi incredulidad”. También nosotros podemos decir: “Señor, yo creo, pero ayuda mi poca fe”. Y la oración debemos hacerla con este espíritu de fe: “Creo Señor, pero ayuda mi poca fe”. Las pretensiones de la lógica mundana, en cambio, no despegan hacia el Cielo, igual que quedan sin oír las peticiones autorreferenciales (cfr. St 4,2-3). Las intenciones por las que se invita al pueblo fiel a rezar deben dar voz a necesidades concretas de la comunidad eclesial y del mundo, evitando acudir a fórmulas convencionales y miopes. La oración “universal”, que concluye la liturgia de la Palabra, nos exhorta a hacer nuestra la mirada de Dios, que se preocupa de todos sus hijos.
Recibo con alegría a los peregrinos francófonos, en particular a los provenientes de Francia y Bélgica. Saludo a los jóvenes de Paris, Saint-Cloud, Aix y Périgueux. Hoy iniciamos nuestro camino hacia la Pascua. Os invito a entrar en este tiempo de conversión, dejando más sitio en vuestras vidas a la oración y a compartir con los más pobres. A todos deseo una buena Cuaresma. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los peregrinos y visitantes de lengua inglesa presentes en esta Audiencia del miércoles de Ceniza, de modo especial a los provenientes de Inglaterra, Irlanda, China y Estados Unidos de América. Os deseo a vosotros y a vuestras familias, una Cuaresma santa y fecunda, e invoco sobre vosotros la gracia y la paz de Cristo nuestro Señor. ¡Dios os bendiga a todos!
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua alemana. Hoy comienza la Cuaresma, tiempo de gracia para la preparación de la Pascua, o sea, para el encuentro con Jesús resucitado. En estos cuarenta días estamos invitados, con la oración, el ayuno y las obras de caridad, a llegar a ser cada vez más una sola cosa con Cristo. Para ello, que el Señor os bendiga a vosotros y a vuestras familias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina, y de modo particular saludo al grupo de peregrinos de Caravaca de la Cruz, con su Obispo Mons. José Manuel Lorca. Hoy, miércoles de Ceniza, al comenzar el tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia y de misericordia, le pedimos a la Virgen María que nos ayude a prepararnos para celebrar la pascua de Cristo con un corazón purificado. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
De corazón saludo a los diversos grupos de lengua portuguesa, venidos de Brasil y de Portugal, en especial a los numerosos fieles de la parroquia de «Nossa Senhora do Resgate», a los miembros de la Asociación «Família Vida», y a los alumnos, profesores y familiares del Colegio «São Teotónio». Para vosotros y todos los demás peregrinos de lengua portuguesa, invoco la protección de la Virgen María: que Ella os tome de la mano a lo largo de los próximos cuarenta días, ayudándoos a ser más parecidos a Jesús resucitado. Os deseo una Cuaresma santa y llena de frutos.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes del Líbano, de Siria y del Medio Oriente. La profesión de fe manifiesta la común respuesta a lo que juntos se ha escuchado en la Palabra de Dios. Que esa respuesta salga de nuestros corazones y se encarne en nuestra vida diaria. ¡Que el Señor os bendiga a todos y os proteja del maligno!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Hoy entramos en la Cuaresma, tiempo de ayuno, de oración y de caridad. Mientras nuestras frentes son marcadas por la ceniza con la invitación: “convertíos y creed en el Evangelio”, disponemos nuestros corazones a vivir este tiempo en unión con Cristo que sufre, que con su pasión y muerte en la cruz nos ha redimido, para que, libres del pecado, podamos participar en la santidad de Dios mismo. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana. Saludo en particular a los participantes en el Curso promovido por la Congregación para el Clero para los responsables de la formación permanente del Clero en América Latina; a los Misioneros Claretianos; a las Hermanas de San Pablo de Chartres y a las Religiosas Hijas de Jesús. Saludo a los chicos provenientes de Tezze sul Brenta; a las parroquias; a los grupos de confirmados de Valbona y Lozzo Atestino y a los confirmandos de Monselice y Arquà Petrarca. Saludo además a las Asociaciones e Institutos escolares, en particular a L’Arca di Legnano y al De Filippo di Roma. Os animo a reavivar vuestra fe para ser testigos del amor del Señor con concretas obras de caridad.
Un pensamiento especial dirijo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Hoy, Miércoles de Ceniza, inicia el camino cuaresmal. Queridos jóvenes, os deseo que viváis este tiempo de gracia como una vuelta al amor del Padre, que espera a todos con los brazos abiertos. Queridos enfermos, os animo a ofrecer vuestros sufrimientos por la conversión de cuantos viven alejados de la fe; y os invito a vosotros, queridos recién casados, a construir vuestra nueva familia sobre la roca del amor de Dios.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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