El Papa ha revivido en la Audiencia general su recorrido por estas dos naciones hermanas y los temas que abordó en cada uno de los lugares
Buenos días. Os saludo a todos y os agradezco que hayáis venido. Es mejor que estéis aquí, por el frío. Podréis ver la Audiencia en la pantalla, y desde la Plaza os verán a vosotros: está conectado. Aquí estáis más tranquilos, sin frío, sentados… También los niños más pequeños pueden jugar, y así todo irá bien. Ahora quisiera daros la bendición. Recemos a la Virgen… sentados, todos sentados: Dios te salve, María… Bendición. Que paséis un buen día y rezad por mí. “Ciao!” ¿Y cómo hacen los niños? “Ciao, ciao!”
Queridos hermanos y hermanas:
Hace dos días regresé de mi Viaje Apostólico a Chile y Perú. Le doy gracias al Señor que todo haya salido bien. Tuve la oportunidad de encontrar al Pueblo de Dios que peregrina en aquellas tierras, y de animar la fe y el desarrollo social de esos países. Reitero mi gratitud a las Autoridades civiles y a mis hermanos Obispos, que me recibieron con gentileza y generosidad, así como a todos los demás colaboradores y voluntarios.
Mi llegada a Chile estuvo precedida por algunas manifestaciones de protesta, por diversos motivos; que han hecho aún más vivo y actual el lema de mi visita: “Mi paz os doy”, palabras que Jesús dirige a sus discípulos, y que repetimos en cada Misa: el don de la paz, que sólo el Resucitado puede dar a quien confía en él. Allí tuve ocasión de reunirme con todas las realidades del país. Alenté el camino de la democracia chilena, como espacio de encuentro solidario y capaz de incluir la diversidad, con el método de la escucha, especialmente de los pobres, los jóvenes, los ancianos, los migrantes y la tierra.
En Perú, el lema era “Unidos por la esperanza”, que invita a caminar juntos con toda la riqueza de las diferencias que heredamos de la historia y la cultura. Esto lo ha confirmado el encuentro con los pueblos de la Amazonia peruana, que ha dado inicio al itinerario del Sínodo Pan-amazónico de octubre 2019, y también los momentos vividos con la población de Puerto Maldonado y con los niños de la Casa de acogida ‘El Pequeño Príncipe’, y con todas las demás realidades de Trujillo y de Lima.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Esta Audiencia se hace en dos sitios conectados: vosotros, aquí en la Plaza, y un grupo de niños un poco enfermos, que están en el aula. Ellos os verán a vosotros y vosotros los veréis a ellos: y así estamos conectados. Saludemos a los niños que están en el Aula: era mejor que no pasaran tanto frío, y por eso están allí.
He regresado hace dos días del Viaje Apostólico a Chile y Perú. ¡Un aplauso para Chile y Perú! Dos pueblos buenos, buenos… Doy gracias al Señor porque todo ha ido bien: he podido encontrar al Pueblo de Dios en camino en aquellas tierras −incluso a los que no están en camino, están un poco parados… pero es buena gente− y animar el desarrollo social de esos países. Renuevo mi gratitud a las Autoridades civiles y a los hermanos Obispos, que me han recibido con tanto cariño y generosidad; y también a todos los colaboradores y voluntarios. Pensad que en cada uno de los dos países había más de 20 mil voluntarios: más de 20 mil en Chile, y 20 mil en Perú. Gente buena: en su mayoría jóvenes.
Mi llegada a Chile fue precedida por diversas manifestaciones de protesta, por varios motivos, como leísteis en los periódicos. Y eso hizo aún más actual y vivo el lema de mi visita: «Mi paz os doy». Son las palabras de Jesús dirigidas a los discípulos, que repetimos en cada Misa: el don de la paz, que solo Jesús muerto y resucitado puede dar a quien se confía a Él. No solo cada uno de nosotros necesita la paz; también el mundo, hoy, en esta tercera guerra mundial a pedazos… ¡Por favor, recemos por la paz!
En el encuentro con las Autoridades políticas y civiles del país alenté el camino de la democracia chilena, como espacio de encuentro solidario y capaz de incluir las diversidades; para ese fin indiqué como método la vía de la escucha: en particular la escucha a los pobres, los jóvenes y los ancianos, a los inmigrantes, y también la escucha de la tierra.
En la primera Eucaristía, celebrada por la paz y la justicia, resonaron las Bienaventuranzas, especialmente «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). Una Bienaventuranza que hay que manifestar con el estilo de la proximidad, de la cercanía, del compartir, reforzando así, con la gracia de Cristo, el tejido de la comunidad eclesial y de toda la sociedad.
En ese estilo de proximidad cuentan más los gestos que las palabras, y un gesto importante que pude realizar fue visitar la cárcel femenina de Santiago: los rostros de aquellas mujeres, muchas de las cuales jóvenes madres, con sus pequeños en brazos, expresaban, a pesar de todo, mucha esperanza. Las animé a exigir, de sí mismas y de las instituciones, un serio camino de preparación a la reinserción, como horizonte que da sentido a la pena diaria. No podemos pensar en una cárcel, cualquier cárcel, sin esa dimensión de reinserción, porque si no hay esa esperanza de reinserción social, la cárcel es una tortura infinita. En cambio, cuando se trabaja para reinsertar −también los condenados a cadena perpetua pueden reinsertares− mediante el trabajo desde la cárcel a la sociedad, se abre un diálogo. Pero siempre una cárcel debe tener esa dimensión de la reinserción, siempre.
Con los sacerdotes y consagrados y con los Obispos de Chile viví dos encuentros muy intensos, que fueron aún más fecundos por el sufrimiento compartido por algunas heridas que afligen a la Iglesia en aquel país. En particular, confirmé a mis hermanos en el rechazo de todo compromiso con los abusos sexuales a menores y, al mismo tiempo, a la confianza en Dios, que a través de esta dura prueba purifica y renueva a sus ministros.
Las otras dos Misas en Chile se celebraron una en el sur y otra en el norte. La del sur, en Araucanía, tierra donde viven los indios Mapuche, transformé en alegría los dramas y las fatigas de ese pueblo, lanzando un llamamiento por una paz que sea armonía de las diversidades y por el repudio de toda violencia. La del norte, en Iquique, entre océano y desierto, fue un himno al encuentro entre los pueblos, que se expresa de modo singular en la religiosidad popular.
Los encuentros con los jóvenes y con la Universidad Católica de Chile respondieron al desafío crucial de ofreces un sentido grande a la vida de las nuevas generaciones. A los jóvenes les dejé la palabra programática de San Alberto Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”. Y en la Universidad propuse un modelo de formación integral, que traduce la identidad católica en capacidad de participar en la construcción de sociedades unidas y plurales, donde los conflictos no se ocultan, sino que se gestionan con el diálogo. Siempre hay conflictos: hasta en casa; siempre hay. Y tratar mal los conflictos es aún peor. No hay que esconder los conflictos debajo de la cama: los conflictos que salen a la luz se afrontan y se resuelven con el diálogo. Pensad en los pequeños conflictos que tendréis seguramente en vuestra casa: no hay que esconderlos sino afrontarlos. Buscad el momento y se habla: el conflicto se resuelve así, con el diálogo.
En Perú el lema de la Visita fue: “Unidos por la esperanza”. Unidos no en una estéril uniformidad, todos iguales: eso no es unión; sino en toda la riqueza de las diferencias que heredamos de la historia y de la cultura. Lo demostró emblemáticamente el encuentro con los pueblos de la Amazonia peruana, que también ha dado inicio al itinerario del Sínodo Pan-amazónico convocado para octubre de 2019, como también lo manifestaron los momentos vividos con la población de Puerto Maldonado y con los niños del Hogar “El Principito”. Juntos dijimos “no” a la colonización económica y a la colonización ideológica.
Hablando a las Autoridades políticas y civiles de Perú, aprecié el patrimonio ambiental, cultural y espiritual de ese país, y me centré en las dos realidades que más gravemente lo amenazan: el degrado ecológico-social y la corrupción. No sé si habéis oído aquí hablar de corrupción… no sé... No solo hay en aquellas partes: también aquí, ¡y es más peligrosa que la gripe! Se mezcla y arruina los corazones. La corrupción arruina los corazones. Por favor, ¡no a la corrupción! Y recalqué que nadie está exento de responsabilidad ante esas dos plagas y que el compromiso por contrarrestarlas afecta a todos.
La primera Misa pública en Perú la celebré a orillas del océano, en la ciudad de Trujillo, donde la tempestad llamada “Niño costero” el año pasado afectó duramente a la población. Por eso los animé a reaccionar ante ella, y también a otras tempestades como el hampa, la falta de educación, de trabajo y de alojamiento seguro. En Trujillo encontré también a los sacerdotes y consagrados del norte de Perú, compartiendo con ellos la alegría de la llamada y de la misión, y la responsabilidad de la comunión en la Iglesia. Les exhorté a ser ricos de memoria y fieles a sus raíces. Y entre esas raíces está la devoción popular a la Virgen María. También en Trujillo tuvo lugar la celebración mariana en la que coroné a la Virgen de la Puerta, proclamándola “Madre de la Misericordia y de la Esperanza”.
La jornada final del viaje, el domingo pasado, se desarrolló en Lima, con un fuerte acento espiritual y eclesial. En el Santuario más célebre de Perú, donde se venera el cuadro de la Crucifixión llamado “Señor de los Milagros”, encontré a unas 500 religiosas de vida contemplativa: un verdadero “pulmón” de fe y de oración para la Iglesia y para toda la sociedad. En la Catedral hice un especial acto de oración por intercesión de los Santos peruanos, al que siguió el encuentro con los Obispos del país, a los que propuse la figura ejemplar de Santo Toribio de Mogrovejo. También a los jóvenes peruanos indiqué a los Santos como hombres y mujeres que no perdieron tiempo en “maquillar” su propia imagen, sino que siguieron a Cristo, que les miró con esperanza. Como siempre, la palabra de Jesús da sentido pleno a todo, y así también el Evangelio de la última celebración eucarística resumía el mensaje de Dios a su pueblo en Chile y en Perú: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). Así −parecía decir el Señor− recibiréis la paz que yo os doy y estaréis unidos en mi esperanza. Este es más o menos el resumen del viaje. Recemos por esas dos naciones hermanas, Chile y Perú, para que el Señor las bendiga.
Me alegra dar la bienvenida a los peregrinos provenientes de Francia y de otros países francófonos. Mientras terminamos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, os invito a ser, en los lugares donde vivís, pioneros de paz y de unidad. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los que vienen de Inglaterra, Bosnia y Herzegovina, Corea y Estados Unidos de América. En el contexto de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, dirijo un saludo particular a los alumnos del Instituto Ecuménico de Bossey. Saludo además a los sacerdotes del Instituto de Formación Teológica Permanente del Pontificio Colegio Americano del Norte. A todos y a vuestras familias, invoco la alegría y la paz de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Dios os bendiga!
Con cariño saludo a los peregrinos provenientes de los países de lengua alemana. Moldeados por la gracia del Señor y llenos de esperanza divina, podemos corresponder en nuestros hermanos el amor que Dios nos da todos los días. Buena estancia en Roma bajo la guía del Espíritu Santo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. Que la potencia de la fidelidad y del amor misericordioso del Padre que se nos ofrece en Jesús, nos impulse a creer en el Evangelio y a iniciar un camino de conversión, que nos abran a acoger la paz que él nos da y a ser hombres y mujeres unidos en su esperanza. Muchas gracias.
Saludo a los queridos peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los grupos de fieles provenientes de Bragança Paulista y Maringá, deseándoos que seáis fuertes en la fe en Jesucristo que nos invita a abrir nuestros corazones a los hermanos y hermanas que pasan necesidad. Así seremos verdaderos agentes de paz. Dios os bendiga. ¡Gracias por vuestras oraciones!
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que vienen de Siria, Líbano y Oriente Medio. La paz es el don supremo que Cristo nos dejó antes de subir al cielo. Esa paz suya nos hace ver en cada hombre un hermano, transformando las diferencias en riquezas y nos hace capaces de construir juntos un mundo donde cada uno puede encontrar su sitio y compartir con los demás sus propios dones. ¡Que el Señor os bendiga a todos y os dé su paz!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, os agradezco que me hayáis acompañado con vuestras oraciones durante mi viaje a Chile y Perú. Ha sido un tiempo de gracia que nos ha permitido experimentar la unidad y apreciar y promover los valores espirituales arraigados en el Evangelio y en las tradiciones de las personas y de los pueblos de aquellas regiones. Comparto con vosotros mi alegría y os pido que sigáis rezando por mí. ¡Dios os bendiga!
Dirijo una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana. Una cordial bienvenida a todos. Me alegra recibir a los nuevos Ministros provinciales de la Orden de los Frailes Menores, a los participantes en el congreso de la Liga Sacerdotal Mariana, a los grupos parroquiales y al Oratorio Virtus Nova di Pontecagnano Fiano. Os animo a todos a ser fieles a Cristo para que, siguiendo el ejemplo de María Santísima, brille la alegría del Evangelio. Doy un saludo especial y unas palabras de aliento a los representantes de la Asociación de Voluntarios Hospitalarios, animándoles a proseguir con la labor caritativa hacia los enfermos más necesitados. Muchas gracias por lo que hacéis. Saludo a los Institutos escolares, en particular al de Ginosa; al 235° Regimiento de Adiestramiento de Voluntarios “Piceno” de Roma; al Lions Clubs de Campania, Basilicata y Calabria; al Grupo Marevivo Campania y al de los voluntarios de Livorno, deseando a todos que realicéis un gozoso y generoso servicio al bien común.
Un pensamiento especial para los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Hoy se celebra la memoria de San Francisco de Sales, Obispo y Doctor de la Iglesia. Que la figura de este Santo, sea para vosotros jóvenes modelo de dulzura; para vosotros enfermos, ánimo para ofrecer vuestros sufrimientos por la unidad de la Iglesia de Cristo; para vosotros recién casados sea ejemplo para reconocer en vuestra vida familiar el primado de Dios y del su amor.
Desgraciadamente siguen llegando noticias preocupantes de la República Democrática del Congo. Por tanto, renuevo mi llamamiento para que todos se comprometan en evitar toda forma de violencia. Por su parte, la Iglesia no quiere otra cosa que contribuir a la paz y al bien común de la sociedad.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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