Al felicitaros hoy con motivo de la ya inminente Navidad, quiero animaros a ver más allá de lo que perciben nuestros sentidos
Esta es mi felicitación de Navidad para todos. Me gusta asomarme a la Navidad como aquellos pastores que hace unos veinte siglos fueron corriendo a un lugar sucio, un refugio de animales, para admirarse ante un Niño recién nacido. Lo que ellos vieron no llamaba la atención: una mujer joven que acababa de dar a luz a un Niño, y su marido que los cuidaba. Solemos decir que el Niño era precioso, que su madre también lo era, que la noche era apacible… Es más probable que el recién nacido no tuviese un aspecto excelente, y que el ambiente fuese más bien sórdido −y perdón por eliminar la emoción de aquel acontecimiento. Pero lo que los pastores vieron era lo que les acababa de decir un ángel: algo maravilloso, pero con traje de faena, con frío y con pobreza.
Las cosas suelen tener varias lecturas. Una, la banal, la vulgar, que es la que he citado antes. Otra, la que no se ve: los planes de Dios, que el ángel había desvelado, y la respuesta de aquellas personas. Los pastores, nada dados a la abstracción y al razonamiento científico, no percibieron el frío y la suciedad (que José intentó solucionar, claro, pero probablemente sin mucho éxito), sino esas otras dimensiones, que son las que nosotros rememoramos en estos días.
Así pasa con nuestras vidas: está lo vulgar, y lo maravilloso, lo increíble, lo divino. Al felicitaros hoy con motivo de la ya inminente Navidad, quiero animaros a ver más allá de lo que perciben nuestros sentidos: la vida generosa de tantas personas, los propósitos de bondad que hacemos cada día, el deseo de aprender a ser mejores, que no siempre somos capaces de materializar… los planes de Dios, que salen contra viento y marea, gracias a la colaboración de una joven madre y de su marido, y con la buena voluntad de unos pastores sucios y probablemente analfabetos…
Dejaos invadir por la Navidad, fiesta de paz y de alegría. Esto se consigue no con la tarjeta de crédito y un elegante árbol iluminado, sino con la mirada limpia de aquellos pastores, con la buena voluntad de todos. Y recordad que esto solo lo ve el que se atreve a entrar, a meterse en la escena, a comprometerse con la vida de los demás… Mirad a las personas, a todas, con ojos limpios, sin prejuicios, sin espíritu crítico, y descubriréis cosas maravillosas: no porque ellos hayan cambiado, sino porque habréis cambiado vosotros. ¡Felices propósitos para el año nuevo!