Pretendía abordar hoy alguna cuestión de carácter educativo y se me ocurrió hablarte… de la educación del carácter
Esta ha sido una semana ajetreada. Y lo que te rondaré, morena. Parece que el 31 de diciembre, además de acabarse el año… se acaba el mundo. En Pamplona −por si te sirve de consuelo− eso mismo nos pasa, también, antes de Sanfermines. Si no quieres taza, taza y media…
Una de las actividades que ocuparon mi agenda en fechas tan movidas fue mi participación en una charla-coloquio en Logroño: La Educación importa. ¿De verdad nos importa la Educación?
El acto estuvo organizado por La Bitácora XXI, y podríamos decir que colgó el “no hay billetes”.
Concluida la ponencia y la semana… llevo un par de días acordándome de que te debo post. Y, como te suelo comentar, y decía Séneca, mientras estamos posponiendo las cosas, la vida se da prisa.
Habrás leído más de una vez que cada uno recoge lo que siembra. Si siembras un pensamiento, cosecharás una acción. Si siembras una acción, cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino.
Permíteme aportar ahora estas cinco citas:
En los días previos a mi charla-coloquio en La Rioja, aproveché para repasar la publicación sobre la que giraba el acto: “La Educación Importa”, Libro Blanco de los empresarios españoles (CEOE) en materia educativa. Aquí te dejo un enlace desde el que puedes descargarlo.
Los empresarios señalan en dicho texto su empeño en “… promover la formación de buenos empleados y, a un tiempo, de buenos ciudadanos”.
Para ello, plantean un nuevo modelo de currículo educativo que “integre los conocimientos, las habilidades o competencias, el carácter y algunas dimensiones del meta-aprendizaje”.
Me sorprendió muy gratamente constatar la importancia que los empresarios dan a la educación del carácter. Que no todo es lo que sabes, o lo que aprendes a hacer; que hay algo más: y que es esencial.
Señalan, así, literalmente en su Libro Blanco:
«La excelencia no es un acto sino un hábito. Somos lo que repetidamente hacemos» −nos advertía Aristóteles en su ‘Ética a Nicómaco’−. Si ello es así, tanto la excelencia cognitiva como la moral −constitutivas del talento− se pueden adquirir a través de la educación.
En ese intento, la educación del carácter, aunque ampliamente ignorada en nuestro país, desempeña un papel fundamental. (…)
El carácter ha de constituir un objetivo prioritario de la educación de los jóvenes por su incidencia clara en el ámbito laboral en el que resulta ser tan importante, o aún más, que los conocimientos y que las competencias cognitivas.
Los valores de la esfera de la voluntad, a los que se refiere en buena medida la educación del carácter, se acomodan a lo que los clásicos denominaban virtudes y se aproximan, en particular, a las «virtudes de la acción» tales como:
▪ La grandeza de ánimo
▪ La tenacidad
▪ La diligencia, o
▪ La constancia
En este mismo sentido se orienta el interés creciente, procedente de la investigación económica, por las llamadas «habilidades no cognitivas», también conocidas como soft skills, tales como:
▪ La perseverancia
▪ El autocontrol
▪ La confianza
▪ La paciencia
▪ La autoestima
▪ La autoeficacia
▪ La resiliencia o resistencia a la adversidad
▪ La empatía, entre otras.
Se ha demostrado que este tipo de habilidades inciden positivamente sobre el desempeño del ser humano en la escuela, en el trabajo y en la sociedad…».
Me parece destacable que, en su apuesta estratégica en favor de la educación, los empresarios (no pedagogos, ni moralistas) subrayen explícitamente la relevancia de contar con personas con virtudes y habilidades no cognitivas. ¿Te acuerdas de cuando hablábamos aquí de sus bondades?
Déjame que te regale este breve vídeo de José Antonio Marina sobre la educación del carácter.
Seguro que la conoces, pero es de las que merece la pena releer. Ahí va:
Estimado profesor: Él tiene que aprender que no todos los hombres son justos, ni todos veraces; pero, por favor, dígale que por cada villano hay un héroe; que, por cada egoísta, hay un generoso. Enséñele que, por cada enemigo, allí también habrá un amigo. Y que es mejor ganar una moneda con el sudor de su frente que obtener una moneda robada.
Enséñele a perder, pero también a disfrutar de la victoria. Háblele de la envidia y aléjelo de ella. Dele a conocer la profunda alegría de la sonrisa silenciosa.
Enséñele a maravillarse con los buenos libros; pero deje que él también aprenda con el cielo, las flores del campo, las montañas y valles.
En sus juegos con amigos, explíquele que más vale una derrota honrosa que una victoria vergonzosa.
Enséñele a creer en sí mismo, incluso si está solo frente a todo el mundo. Que aprenda a ser bueno y gentil con los bondadosos y firme con los perversos. Enséñele a no montar nunca en un tren solo porque otros entraron.
Enséñele a escuchar a todos, pero, a la hora de la verdad, a decidir por sí mismo. Enséñele a sonreír cuando esté triste y explíquele que, a veces, los hombres también lloran.
Enséñele a ignorar las multitudes que claman sangre; y a luchar, solo contra todo el mundo, si piensa que es lo justo.
Trátelo bien, pero no lo mime ni lo adule, ya que solo en la prueba de fuego se sabe que el acero es real. Incúlquele valor y coraje, pero también paciencia, constancia y sobriedad.
Transmítale una fe sublime en el Creador y fe también en sí mismo, porque solo entonces podrá tenerla en los hombres.
Sé que pido mucho, pero vea lo que puede hacer, querido profesor. Abraham Lincoln.
El ser humano de ayer, el de hoy, el de mañana, sigue siendo el mismo.
Lo que escribiera en 1830 Lincoln, bien lo podrían haber suscrito en 2017 los empresarios españoles. Y viceversa. Quizás con distinto estilo (cada maestrillo tiene su librillo −nunca mejor dicho en el ámbito educativo−) pero con el mismo fondo y propósito: necesitamos personas íntegras, de una pieza.
Los conocimientos y las competencias cognitivas son muy importantes, pero no definitivos: cuando fallan los valores, aquellos se pueden usar más para la bomba atómica que para la medicina nuclear… Tú ya me entiendes.
Un desalmado con pericia… tiene más peligro que un mono con dos pistolas, como dirían los jóvenes.
Siempre recuerdo esa frase que, precisamente, aprendí en una escuela de negocios: “Si te sale un colaborador tan competente como perverso, pídele a Dios que te salga vago, porque como te salga activo, te hunde”.
Termino. Y lo hago con una confesión (necesaria; más, tras haber escrito sobre Educación y posverdad):
No está claro que Abraham Lincoln escribiera la carta que te he transcrito. Pero… ¿y si sí?
En cualquier caso, ¡qué razón tenía quien lo hizo!
Si tienes chavales, házsela llegar: les dará que pensar. Y, hablando de pensar… cuéntales, también, lo que piensan los empresarios sobre su formación: integral.
Harás bien.
¿Me ayudas a difundir? ¡Muchas gracias!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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