Chesterton identifica con precisión el problema que ha plagado el mundo cristiano durante medio milenio
Artículo de Dale Ahlquist[1], publicado el 19 de junio de 2017 en The Catholic World Report.
“Supongo que tardará siglos en desencadenarse la confusión y la estupidez, que comenzó cuando los reformadores separaron irracionalmente la Biblia de la Iglesia”.
Aunque G.K. Chesterton es admirado tanto por protestantes como por católicos, e incluso por no cristianos, la frase anterior no rezuma precisamente ecumenismo. Pero ya que estamos conmemorando este año el V Centenario de la Reforma, podemos señalar cómo Chesterton identifica con precisión el problema que ha plagado el mundo cristiano durante medio milenio. Tiene que ver con el mejor de todos los libros: la Sagrada Biblia.
Hace cinco siglos, Martín Lutero −y luego Juan Calvino y los demás líderes de lo que se conoce como La Reforma− abrió una enorme grieta en la Europa cristiana, separándose ellos y sus seguidores de la Iglesia Católica. Reemplazaron la autoridad de la Iglesia por la autoridad de la Escritura. Y no sólo separaron la Biblia de la Iglesia, sino que también excluyeron a la Iglesia, y separaron la fe de la razón, en detrimento de la razón.
Y vino la confusión. Los protestantes comenzaron a creer que algunas enseñanzas católicas no eran “bíblicas” y, consecuentemente, se privaron ellos mismos de los Sacramentos. El Bautismo y la Comunión se convirtieron en meros símbolos, desprovistos de su poder sobrenatural. Ya no había necesidad de Confesión, porque la salvación vino a través de un acto de gracia en la Cruz, y Cristo fue bajado de la Cruz, para que no nos detengamos ante ese desagradable episodio, o peor, adorar una imagen esculpida en un crucifijo. El Matrimonio entre hombre y mujer perdió su elemento divino, y posteriormente el sexo se separó del matrimonio, y la familia comenzó a disolverse. Los sacerdotes pasaron de ser guías espirituales, llevando almas al cielo, a ser considerados agentes del infierno y de la oscuridad.
La separación de la Biblia de la Iglesia por la Reforma se vio ayudada por la invención de la imprenta, una invención católica en una sociedad católica −señala Chesterton−, pero que “se ha utilizado en gran medida para llenar bibliotecas enteras de mentiras contra dicha sociedad”.
Los protestantes siguieron “protestando” no sólo contra la Iglesia Católica, sino contra todos los demás, a medida que nuevos grupos se fragmentaban en sectas aún más cerradas con interpretaciones aún más estrictas de la Biblia y de lo que el cristianismo debería ser. La pureza y la justicia fueron sustituidas por el puritanismo y la auto-justicia, donde en vez de condenar el mal uso de las cosas buenas, fueron condenadas las mismas cosas buenas.
El énfasis de Calvino en la soberanía de Dios promovió involuntariamente una larga serie de filosofías fatalistas, con exclusión del libre albedrío. Lo que primero fue una predestinación teológica allanó el camino al determinismo biológico, económico, político, social y psicológico, donde las personas ya no eran responsables de sus propias acciones, sino que podían echar la culpa a algo fuera de sí mismas que no podían controlar.
El caos del mundo moderno, dice Chesterton, “no vino de la cristiandad, sino de la destrucción de la cristiandad”.
Los protestantes, al separar la Biblia de la Iglesia, volvieron la Biblia contra la Iglesia. Se olvidó el hecho de que fue la Iglesia la que nos dio la Biblia. Se olvidó el hecho de que la Biblia era, y sigue siendo, un documento católico. También se olvidó que la Biblia protestante era una reducción de la Biblia católica. La Reforma descartó varios libros, relegándolos a la categoría “apocrypha”, lo que significa dudoso. Duda, lo contrario de la fe.
Pero entonces los eruditos seculares extendieron la duda al resto de la Biblia. Comenzaron a desmontar la Escritura mediante la pretenciosa crítica textual, y los protestantes se hallaron con que su única autoridad se había derrumbado. Se quedaron sin nada. Y la mayoría de ellos se fueron.
La ironía es que las mismas personas que advirtieron contra una idolatría de escritos sagrados crearon una cultura que adolece de idolatría a todo lo escrito. Chesterton dice: “Rara vez hay tanta superstición en besar el libro como en consultar el diccionario. La gente moderna, especialmente la gente urbana, piensa que cualquier cosa impresa, de algún modo ha pasado un examen y ha recibido el visto bueno; de hecho, de alguna manera se ha demostrado que es verdad... Creerán en una enciclopedia contra un testigo ocular; no, creerán en un periódico a simple vista. Compran el periódico a la mañana siguiente para saber cómo fue la reunión a la que asistieron anoche”.
Y eso dejó a la Biblia en una posición bastante curiosa. Chesterton resumió esa posición hace casi cien años, pero aún es acertada. Está especialmente en lo cierto cuando dice que “la ignorancia está aumentando sobre todo esto”.
Primero están los fundamentalistas, que apelan a la Biblia sin atreverse a apelar a la autoridad que realmente fijó el Canon de la Biblia. Dice Chesterton: “es un mito afirmar que el elefante se apoya en una tortuga y la tortuga no se apoya en nada”. En segundo lugar está el clericalismo[2], que en realidad es bastante cerrado, proponiendo leer solo selecciones de la Biblia en público; el resto es inapropiado. En tercer lugar, están los modernistas que acusan a la Iglesia Católica de haber hecho en “plena noche de la Edad Media” lo que el clericalismo hace ahora: hacer selecciones arbitrarias de la Biblia, dando la espalda al resto de la gente (acusación que hace contra la Iglesia el popular libro El Código Da Vinci). La Iglesia, dice Chesterton, “ha sido acusada de ocultar la Biblia; pero si fuera cierto, sería un logro menos asombroso que el de la Reforma, que consiguió esconder todo lo demás”. La línea principal del protestantismo logró ocultar a la civilización occidental su propia historia.
Y luego está la única Iglesia que ha conservado la Biblia íntegra, llenando su liturgia con ella, cantando sus oraciones día tras día, y aplicando su sabiduría eterna a esta época. También ha conservado minuciosamente los demás documentos antiguos que no sólo dan testimonio de la verdad de la Escritura, sino que demuestran a las claras la diferencia entre un texto inspirado y otro sin inspiración. La Iglesia Católica, que enseña toda la Escritura, puede señalar todas sus doctrinas en la Biblia: que el Bautismo hace nacer de nuevo (Jn 3,5); que el Matrimonio es un vínculo permanente (Mc 10,11) que refleja a Cristo y a su esposa la Iglesia (Ap 19,7); que debemos confesar nuestros pecados (Sant 5,16) y presentarnos al sacerdote (Mt 8,4); que Jesús fundó una Iglesia y nombró a su primer líder (Mt 16,18); que dio a sus apóstoles la autoridad para perdonar los pecados (Jn 20,23); que, a menos que comamos la carne de Jesús y bebamos su sangre, no tenemos vida en nosotros (Jn 6,53).
Lo que nos lleva de nuevo al ecumenismo a raíz de la Reforma. Aún tenemos la gran tarea de apelar al amor común a Dios y a su Hijo con nuestros amigos protestantes, pero también tenemos la responsabilidad de hacer que miren honestamente la Biblia y toda la historia de lo que realmente pasó cuando la Reforma separó la Biblia de la Iglesia. No es tarea imposible. Lo he visto con bastante éxito. Fue un católico fiel, cariñoso y sincero que me acompañó pacientemente desde la iglesia Bautista a la Iglesia Única, Santa, Católica y Apostólica. Primero apeló a lo que teníamos en común. Luego me hizo comprender lo que me faltaba. Ayudó porque él había hecho el mismo viaje. Su nombre era G.K. Chesterton.
Dale Ahlquist, en catholicworldreport.com.
Traducción de Luis Montoya.
[1] Dale Ahlquist es presidente de la American Chesterton Society, creador y presentador de la serie de EWTN G.K. Chesterton: El Apóstol de Sentido Común, y editor del Gilbert Magazine. También es autor y editor de muchos libros sobre Chesterton, incluido The Complete Thinker: The Marvelous Mind of G.K. Chesterton: El énfasis de Calvino en la Soberanía de Dios introdujo involuntariamente una larga serie de filosofías que eran fatalistas, con exclusión del libre albedrío. Lo que fue primero una predestinación teológica allanó el camino al determinismo biológico, económico, político, social y psicológico, donde las personas ya no eran responsables de sus propias acciones, sino que podían echar la culpa a algo fuera de sí mismo que no podían controlar. The Marvelous Mind of G.K. Chesterton (El Pensador completo: La mente maravillosa de G.K. Chesterton).
[2] En inglés dice: “Broad Churchmen” (ndt).
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