Videomensaje del Santo Padre en el 300° aniversario de la coronación de la Virgen de Częstochowa
Este 26 de agosto celebramos la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Czestochowa, en el marco de los 300 años de la coronación –acaecida el 8 de septiembre de 1717− del cuadro milagroso, que se encuentra en el Santuario de Jasna Gora. Con motivo de esta conmemoración se lleva a cabo un jubileo desde el 8 de septiembre del año pasado hasta el 8 del mismo mes de este 2017.
Incluimos el vídeo y la traducción del texto del videomensaje del Papa Francisco a los peregrinos reunidos hoy en el citado santuario.
Texto del Mensaje del Santo Padre
Queridos peregrinos, os saludo a todos con gran cariño, especialmente a los que habéis hecho tanto camino para llegar hoy, junto a los queridos hermanos Obispos y sacerdotes, a la capital espiritual del país.
Si Częstochowa está en el corazón de Polonia, significa que Polonia tiene un corazón materno; significa que cada pálpito de vida tiene lugar junto a la Madre de Dios. A Ella estáis acostumbrados a encomendarle todo: el pasado, el presente, el futuro, las alegrías y las angustias de vuestra vida personal y las de vuestro amado país. ¡Eso es muy bonito! Y es muy bonito para mí recordar haberlo hecho con vosotros, el año pasado, cuando me puse bajo la mirada de la Madre, cuando puse mis ojos en los de la Virgen, confiando a su corazón lo que llevaba en el mío y en el vuestro. Conservo viva y grata la memoria de aquellos momentos, la alegría de haber ido yo también como peregrino a celebrar, bajo la mirada de la Madre, los 1050 años del bautismo de Polonia.
Otra ocasión de gracia os reúne hoy a tantos: hace 300 años el Papa concedió poner las coronas papales en la imagen de la Virgen de Jasna Gora, vuestra Reina. Es un gran honor tener por Madre a una Reina, la misma Reina de los Ángeles y de los Santos, que reina gloriosa en el cielo. Pero da aún más alegría saber que tenemos por Reina a una Madre, amar como Madre a Aquella que llamáis Señora. La sagrada imagen muestra que María no es una Reina distante sentada en su trono, sino la Madre que abraza al Hijo y, con Él, a todos nosotros, sus hijos. Es una verdadera Madre, con el rostro marcado, una Madre que sufre porque se preocupa de verdad de los problemas de nuestra vida. Es una Madre cercana, que nunca nos pierde de vista; es una Madre tierna, que nos lleva de la mano por el camino de cada día.
Es lo que deseo que experimentéis en el solemne Jubileo que estáis celebrando: que sea el momento favorable para sentir que ninguno de nosotros está huérfano, porque cada uno tiene cerca de sí a una Madre, Reina insuperable de ternura. Ella nos conoce y nos acompaña con su estilo típicamente materno: manso y valiente al mismo tiempo; jamás invasivo y siempre perseverante en el bien; paciente ante el mal y activo en promover la concordia.
Que la Virgen os dé la gracia de gozar juntos, como familia reunida en torno a la Madre. Con ese espíritu de comunión eclesial, hecho aún más fuerte por el vínculo único que une Polonia al sucesor de Pedro, os doy de corazón la Bendición Apostólica. Y os pido a todos, por favor, que recéis por mí. Gracias.