Un viaje a Rusia marcado por la construcción de puentes, en un clima renovado de escucha y diálogo
«Voy a Rusia como colaborador del Papa. Como colaborador de aquel que quiere construir puentes para que crezca, en el mundo, la capacidad de comprenderse, de dialogar. Para construir un clima y un ambiente de justicia y de paz». Es lo que dijo el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin al anunciar el viaje que concluyó ayer.
Al regreso ha concedido en exclusiva la siguiente entrevista a los medios de la Secretaría para la Comunicación.
Eminencia, como es comprensible, había una gran expectativa con este viaje suyo a Rusia. ¿Con qué sentimientos ha vuelto al Vaticano?
Creo que el balance de este viaje es un balance sustancialmente positivo y, por tanto, obviamente mis sentimientos son sentimientos de gratitud al Señor por haberme acompañado durante estos días. Hemos podido realizar el programa que se había fijado, tener los encuentros previstos, y debo decir que esos encuentros −tanto a nivel de las autoridades civiles, con el presidente Putin y con el ministro de Exteriores Lavrov, como luego con la cúpula de la jerarquía de la Iglesia ortodoxa rusa, es decir, con el Patriarca Cirilo y el metropolitano Hilarión− se han caracterizado precisamente por un clima de cordialidad, un clima de escucha, un clima de respeto. Yo los definiría como encuentros significativos, han sido encuentros también constructivos. Me parece que hay que poner el acento un poco en esta palabra: “encuentros constructivos”.
Obviamente, además, ha estado también la parte del encuentro con la comunidad católica. Sobre todo, gracias a la conversación y al diálogo que hemos tenido con los obispos en la Nunciatura, ha sido posible conocer un poco más de cerca la realidad, la vida, de la comunidad católica en Rusia, sus alegrías, sus esperanzas, y también los retos y dificultades que deben afrontar. Estas últimas, en parte, hasta ha sido posible plantearlas, exponerlas a las autoridades. Por citar solo una: el tema de la restitución de algunas iglesias que fueron confiscadas en tiempos del régimen comunista y que aún no se han devuelto, ante las necesidades de la comunidad católica de tener lugares de culto adecuados. Así pues, diría que al final −por decirlo en pocas palabras− ha sido un viaje útil, ha sido un viaje interesante, ha sido un viaje constructivo.
¿Ha tenido ya ocasión de hablar con el Santo Padre del viaje? ¿Qué puede decirnos de lo que han comentado?
Sí, naturalmente, apenas regresé acudí al Santo Padre para hacerle un brevísimo, sintético relato de los contenidos y de los resultados del viaje, y naturalmente le he trasmitido también los saludos que me encomendaron todas las partes que he encontrado, desde el cariño y la cercanía de la comunidad católica, a los deferentes saludos de las autoridades. Recuerdo que el presidente Putin −creo que incluso está grabado en la parte pública del encuentro− subrayó precisamente el recuerdo vivo que mantiene de sus encuentros con el Papa Francisco, en 2013 y en 2015. Y el fraterno saludo también del Patriarca Cirilo. Obviamente el Papa se ha alegrado de estas impresiones, de los resultados positivos que le he trasmitido; el Papa, como sabemos −lo ha repetido también en esta circunstancia− está muy, muy atento a todas las ocasiones de diálogo que pueda haber, está muy atento a valorar todas las ocasiones de diálogo que hay, y se pone muy contento cuando se dan pasos adelante en esa dirección.
¿Cuáles ha sido los temas principales afrontados en el encuentro con el Patriarca Cirilo?
Diría que fundamentalmente nos detuvimos un poco en este nuevo clima, esta nueva atmósfera que reina en las relaciones entre la Iglesia ortodoxa rusa y la Iglesia católica; este nuevo clima, esta nueva atmósfera que se ha instaurado en los últimos años y que naturalmente tuvo un momento particularmente significativo y de fuerte aceleración también gracias al encuentro de La Habana entre el Patriarca y el Papa, al que luego ha seguido este acontecimiento.
Verdaderamente, he notado de parte de los interlocutores ortodoxos lo impresionados que están con esta experiencia de la visita de las reliquias de San Nicolás de Bari a Moscú y a San Petersburgo, pero en el sentido de que se han emocionado por la fe y la religiosidad del pueblo. También se ha notado que muchos rusos que pertenecen a la tradición ortodoxa pero que no la frecuentan, los no practicantes, en esta ocasión se han acercado a la Iglesia. Ha sido ciertamente un acontecimiento grandioso, tanto por lo que se refiere a las dimensiones −se habla de dos millones y medio de fieles que han visitado las reliquias− como por lo que se refiere al impacto de fe y de espiritualidad que este evento ha producido.
Luego hemos repasado un poco los pasos realizados y los que vendrán, que deberían ser los pasos a dar en el futuro. Me parece que por su parte −como naturalmente también por parte nuestra− no se quieren agotar las potencialidades que esta nueva fase ha abierto, y naturalmente la colaboración puede darse en varios ámbitos, a varios niveles: desde la colaboración cultural −la académica− a la humanitaria… Se ha insistido mucho en este punto, que las dos Iglesias, ante tantas situaciones de conflicto que existen en el mundo, pueden de verdad realizar una labor humanitaria incisiva y eficaz.
Se han tocado también −con respeto y al mismo tiempo con franqueza− temas un poco espinosos, en las relaciones entre las dos Iglesias; pero se ha procurado dar −al menos en mi opinión, lo que yo he notado− un sentido más bien positivo, es decir, explorar vías compartidas para afrontar e intentar llegar a solucionar estos problemas. Y naturalmente las vías compartidas, las propuestas concretas que han surgido, deberán ser verificadas y a ser posible llevadas a cabo tras un adecuado discernimiento y profundización.
Precisamente, Eminencia, a propósito de los temas más sensibles: la cuestión ucraniana es uno de los temas más delicados en las relaciones entre la Santa Sede y Rusia. Usted mismo visitó Ucrania hace un año. ¿Hay alguna novedad, después de su viaje?
Novedad, al menos hasta ahora, no la hay… quizá sea prematuro pensar en alguna novedad. El Señor −esperemos− hará germinar y fructificar, si hay esas semillas de bien que hemos procurado sembrar. Pero, como se sabe, la cuestión ucraniana es una de las cuestiones de gran preocupación para la Santa Sede: el Papa se ha pronunciado varias veces sobre el tema… Es obvio que no podía dejar de tratarse este tema; no podía ser olvidado en esa circunstancia. Diría sobre todo en el sentido de intentar ver, de valorar si había algunos pasos concretos que se pudiesen dar hacia una solución duradera y justa del conflicto, dentro de los instrumentos actualmente disponibles, que son prácticamente los Acuerdos alcanzados entre las dos partes. Y es sabido también que la Santa Sede ha insistido sobre todo en los aspectos humanitarios a partir de la gran iniciativa del Papa por Ucrania.
En ese sentido, por ejemplo, uno de los temas es lo de la liberación de prisioneros: este es uno de los temas de lo “humanitario” que podrían verdaderamente ser importantes para devolver un poco el impulso a todo el proceso, también político, para salir de esta situación estancada y hacer avanzar −por ejemplo− también el tema de la tregua, el tema del cese el fuego, el tema de las condiciones de seguridad en el territorio, el tema, también, de las condiciones políticas para poder hacer progresos en la solución global.
Esperemos, por tanto, que algo pueda ayudar para caminar en la justa dirección, teniendo en cuenta −cuando hablamos de situaciones, de cuestiones humanitarias− que estamos hablando de gente y estamos hablando de sufrimiento. Y creo que es eso lo que todos deberían tener en mente precisamente para intentar hacer un esfuerzo suplementario para ir en la dirección correcta.
La prensa ha dado naturalmente mucha atención a su encuentro en Sochi con Vladimir Putin. ¿Cómo ha ido la charla con el presidente ruso?
Diría que también la charla con el presidente Putin entra un poco en la valoración que he dado al inicio: ha sido un encuentro cordial, ha sido un encuentro respetuoso en el que se han podido afrontar todos los temas que al menos a nosotros más nos preocupaba que se afrontasen, como, por ejemplo, el de Oriente Medio, en particular la situación en Siria, y en ese contexto también el tema de la presencia de los cristianos: sabemos que una de las coincidencias que hay entre Rusia y la Santa Sede es precisamente la atención a la situación de los cristianos, el tema de las persecuciones de los cristianos, que intentamos extender a todos los grupos religiosos −naturalmente− y a todas las minorías, procurando implicar también a los musulmanes, como se hizo por ejemplo en aquel seminario que se tuvo en Ginebra, el año pasado.
Y luego el tema de Ucrania, del que ya hemos hablado un poco; el tema de Venezuela: he visto que también la prensa ha recogido algunas declaraciones que se hicieron en ese sentido. Así pues, además de los temas bilaterales, como apunté al inicio, hemos presentado algunas situaciones de dificultad de la comunidad católica. Yo he procurado sobre todo decir eso, ese era el mensaje que quería trasmitir: o sea, que Rusia, por su posición geográfica, por su historia, por su cultura, por su pasado, por su presente, tiene un gran papel que jugar en la comunidad internacional, en el mundo. Un gran papel que jugar. Y por eso tiene una particular responsabilidad con respecto a la paz: tanto el País como sus líderes tienen una gran responsabilidad en relación a la construcción de la paz y deben verdaderamente esforzarse en poner los intereses superiores de la paz por encima de todos los demás intereses.
Por último, Eminencia: además de los encuentros más significativos, ¿hay algún otro momento o aspecto particular que quiera señalar?
Sí, estuvo el hermoso momento de la Misa con la comunidad católica. La Catedral estaba repleta de gente y fue un poco una sorpresa, porque era un día de diario y por eso no se esperaba que hubiese tanta gente; luego, naturalmente a mí me emociona siempre la fe y la devoción de esa gente: cómo participan en la Misa, con qué atención, con qué reverencia, con qué silencio están ahí presentes. Y creo que vinieron sobre todo para expresar su unión al Papa y el hecho de ser miembros de la Iglesia universal. Sí, ese fue un bonito momento.
Otro bonito momento fue la breve visita a las Hermanas de la Madre Teresa que trabajan en Moscú. Pudimos encontrar y saludar a todas las personas a las que asisten; también allí se manifestó un gran cariño al Papa. Y luego, la última cosa que quisiera recordar: me impresionó mucho la visita que hicimos una tarde a la Catedral de Cristo Salvador, la catedral ortodoxa de Moscú; catedral que había saltado por los aires durante el régimen comunista. Y fue también un momento para recordar esa historia dolorosísima de la época en que se quería erradicar completamente la fe del corazón de los creyentes y eliminar todo signo de la presencia de Dios y de la Iglesia en aquella tierra. Cosa que no lograron, porque Dios es más grande que los planes de los hombres.
Entrevista de Alessandro Gisotti, en it.radiovaticana.va.
Traducción de Luis Montoya.
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