Creo que es indispensable, cuando alcancemos alguna victoria, acordarnos de lo que el esclavo le repetía al general: ‘Respice post te, hominem te esse memento’
Hay personas divertidas; con salero. Un salero ¡que no sube la tensión, sino que, más bien, la baja!
Y hay personas… más bien sosas (lo que, obviamente, no impide que tengan muchas otras cosas buenas).
Hay quien sabe contar chistes con gracia. Con mucha gracia. Otros, más torpes, te dicen: “¿Sabes aquel de…?” y destrozan la mejor broma, la más aguda ocurrencia, conforme la relatan.
Me gustan los chistes bien contados. Hacen brotar sonrisas, cuando no carcajadas. Lo que nunca está de más…
No todos los chistes merecen tal denominación. No, los que pretenden reírse de (y no con) los demás. O los que hacen mofa de las convicciones más profundas, propias o ajenas. Entre otros.
Todos sabemos que hay chistes de españoles, franceses e ingleses; de catalanes, de navarros, de vascos… y, entre estos últimos, de los de Bilbao. Vaya mi mayor aprecio −por cierto− para todos los citados. Para que nadie malinterprete…
Viene ahora a mi memoria ese chiste en que dos bilbaínos salen de un examen de matemáticas y uno le dice al otro: “Oye, a ti, ¿cuánto te ha dado el problema?” Y el otro responde: “Infinito“. “¿Solo?”, repregunta el primero…
Lo anterior viene a cuento de que leí hace poco que un partido de fútbol de alevines había concluido con un rotundo 25-0 (¿Solo? ¡Eso es casi infinito!)
Y supe que la directiva del equipo ganador decidió, nada más concluir el encuentro (más bien el “encontronazo”), cesar al entrenador de los peques.
“Nosotros educamos valores como el respeto al equipo contrario y esa actitud no podemos admitirla”, adujeron.
No sé dónde acaba el respeto al adversario, pero me temo que no es una mera cuestión numérica (no soy pariente del entrenador, advierto, ni he parado en detalle en el asunto).
Estoy seguro de que conoces a grandes triunfadores, como mi paisano Miguel Induráin o el manacorí Rafa Nadal. Sus victorias (tan espectaculares como trabajadas) les han hecho más grandes aún por haberlas alcanzado sin buscar la humillación del adversario. Le respetan e incluso saben destacar sus méritos. No van “de sobraos”. Parece que llevaran un esclavo detrás.
Alguien se preguntará: ¿de qué esclavo me hablas?
Nos cuenta Wikipedia que, la del Triunfo, era una espectacular ceremonia que se celebraba en la antigua Roma para agasajar al general que hubiera regresado victorioso de alguna campaña en tierras extranjeras. Para el protagonista era un día glorioso.
El espectáculo consistía en un desfile militar que comenzaba en el Campo de Marte. Para entrar en la ciudad, se pasaba por una puerta especial llamada Porta Triumphalis. De allí, el general hacía un recorrido completo, en una cuadriga, acompañado por un esclavo. Este, sosteniendo los laureles de la victoria sobre la cabeza del militar triunfador, le recordaba constantemente la fórmula: Respice post te, hominem te esse memento (Mira atrás y recuerda que solo eres un hombre). El cortejo se detenía al pie de la escalinata del templo de Júpiter Optimus Maximus. El general en cuestión entraba en dicho templo para ofrecer al dios sus laureles de victoria. A continuación, se celebraba una gran fiesta costeada por el protagonista, que solía ser bastante generoso, en la que participaba todo el pueblo.
Creo que es indispensable, cuando alcancemos alguna victoria, acordarnos de lo que el esclavo le repetía al general.
Y, además:
Aquí tienes un ejemplo de agradecimiento
Esta es la carta que, tras recibir el Premio Nobel, Albert Camus escribió a su maestro.
19 de noviembre de 1957
Querido señor Germain:
Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que urted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Lo abrazo con todas mis fuerzas.
Albert Camús
Déjame que te cuente una historia “alternativa” y real (aunque no ha salido en los periódicos):
Pamplona. Un grupo de alumnos maneja el balón casi como Messi. O Cristiano. O Iniesta ¡O los tres! Es un decir.
Les toca enfrentarse en la final del Trofeo Director a un equipo claramente inferior. Y saben “repartir felicidad”: no, no resuelven jugar descalzos; deciden alinear en su equipo a un chavalín que nunca juega; no destaca precisamente por sus habilidades con el balón… Que es ambitorpe, vamos; como el que te describía en este post.
Le prometen al chaval que marcará. A él, ¡que no metía un gol ni al arco iris! Y dicho y hecho. Le colocan a pie de portería (de la portería contraria, por si acaso…) y, después de 5 o 6 pases “a puerta vacía”, el chico logra meter el balón entre los tres palos. ¡Los milagros existen! Y uno los puede propiciar… Buen gesto de generosidad.
Y por aquí tenemos al estrenado goleador, vacilándole a mi joven yerno (a quien le gusta mucho lo de jugar al fútbol): “Oye, yo jugué una final del Trofeo Director; y marqué; y ganamos. ¿Y tú?”.
¡No te me vengas arriba! ¡Recuerda que solo eres un hombre!
− Solo en el diccionario el éxito va antes que el trabajo.
− “Llevo desde niño practicando todos los días una media de 14 horas; y a eso, en mi tierra, le llaman duende” (Paco de Lucía).
− No persigas ser mejor que alguien, busca ser mejor que ayer.
− “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando” (Pablo Picasso).
Y una más de propina. Y no es un chiste:
− “Un tonto nunca se repone de un éxito” (Oscar Wilde).
¿Lo compartes? Solo me refiero al post…
¡Muchas gracias!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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