A veces nos llenamos de bienes, de mucha cosa superflua que no nos deja vivir en plenitud…
Hace algún tiempo leí que las familias españolas acumulan más de 4.000 euros en cosas que no usan. Acumulamos. Y esa es la versión light. Porque hay quienes elevan la cantidad hasta los 7.000 del ala. ¡Hala! Lo que oyes. O, mejor dicho, lo que lees.
Es triste, si pensamos en cuánta gente las podría necesitar; y en que para nosotros son, en el mejor de los casos, bienes (?) inútiles.
Dame tres minutos trae hoy a escena a dos personajes del séptimo arte que seguro conoces: Denzel Washington y Nicole Kidman.
Y lo que te voy a contar no es ninguna película.
Pretendo que, entre el actor estadounidense y la actriz australiana, con palabras o con hechos, nos lleven a esta triple reflexión:
Comencemos por poner el foco en el famoso actor y director Denzel Washington. Este se dirige, allá por 2014 y a punto de cumplir sesenta años, a un grupo de jóvenes actores, a quienes les advierte: Nunca veréis un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre… Lo repite: ¡Nunca veréis un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre! (Por cierto, algo muy similar afirmó un año antes el papa Francisco. Sin copyright).
Y Denzel continúa (esto jamás lo hubiera podido afirmar el pontífice): He tenido la suerte de ganar cientos de millones de dólares en mi vida. No me los puedo llevar conmigo. Ni tampoco vosotros. Así que no se trata de cuánto tienes, sino de qué haces con lo que tienes.
Y concluye: Todos tenemos diferentes dones. Unos tienen dinero, otros tienen amor, otros paciencia, otros la habilidad de tocar a la gente. Pero todos tenemos algo. Úsalo. Compártelo. Eso es lo que cuenta. No qué coche conduces… No en qué avión vuelas… No qué tipo de casa le compraste a tu madre… ¡Pero cómprale una casa a tu madre!, concluye.
Espero que esto último (lo de comprarle una casa) no se lo tome mi progenitora al pie de la letra, añado yo. Que no está el horno para bollos…
Te hablo de mi madre y me acuerdo de mi hija. ¡Todo queda en… casa! Y menciono a mi hija y me acuerdo de Nicole.
Reconozco que tengo una especial debilidad por la actriz. Pronto lo entenderás.
Me contaba mi primogénita que, hace escasos meses, la australiana estaba rodando una película en Londres. Y que solía coincidir con ella en misa los domingos y fiestas de guardar. Creo que la actriz iba con sus peques (y algún discreto guardaespaldas). Y mi hija con su marido.
Al grano, que no quiero que perdamos el oremus.
Pongamos ahora el foco sobre Nicole.
Lo que quería contarte (quizás lo recuerdes) es que, con ocasión de la ceremonia de entrega de los Oscar, las redes sociales tuvieron como “trending topic” los extraños aplausos de la actriz. Que eran una cosa “mu” rara. Una especie de “quiero y no puedo”. Y no; ella no podía.
Aquí te dejo el vídeo que me hizo pensar
¿Y por qué no podía aplaudir con espontaneidad la Kidman?
Ella misma lo explicó con claridad: No quería dañar el anillo de diamantes que llevaba en su mano.
«Fue muy incómodo», confesó a quien la entrevistaba la actriz (y candidata a un galardón). «Yo pensaba “Dios mío, quiero aplaudir, no quiero aparecer sin estar aplaudiendo”. ¿Qué era peor? No quería que la gente dijera “¿Por qué Nicole no está aplaudiendo?”», añadió.
Así que, «me puse a aplaudir, pero fue muy difícil porque estaba usando un anillo gigante que no era mío. Era precioso y me aterraba dañarlo», admitió.
La idea me vino rápidamente a la cabeza. Aquí hay material para un post: Ella es tan “rica” que una joya, una piedra que ni siquiera es suya, que le han prestado… le impide aplaudir con ganas, con naturalidad, con soltura…
Lo que te decía: a veces nos llenamos de bienes. De mucha cosa superflua. Que no nos deja vivir en plenitud… Parece como si quisiéramos ser los más ricos del cementerio… Cuántas veces unos presuntos bienes nos impiden disfrutar de otros mayores…
Antes te mencionaba al austero papa Francisco que, allá por el año 2013, nos subrayaba cómo hay «tesoros riesgosos» que seducen «pero que debemos abandonar». Son aquellos acumulados durante la vida y que la muerte destruye. Y añadía el santo padre (antes de que lo dijera Denzel): «Nunca he visto un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre, nunca». Pero sí hay un tesoro que «podemos llevar con nosotros», un tesoro que nadie nos puede robar. No es, señalaba, «lo que has estado guardando para ti», sino «lo que has dado a los demás».
Para que no acabemos muy trascendentes te regalo este breve vídeo. Todos podemos aprender de él. Por puro pragmatismo.
Una vez más queda claro que es bueno conciliar corazón y cabeza.
Concluyo. Lo hago con el intento de regalarte una sonrisa final. ¡No todo va a ser pensar! Lo habrás visto en las redes. Y no se pone en boca, precisamente, de ningún rico. Dice un tipo: “Anoche entró un ladrón en casa; buscaba dinero; me levanté de la cama y nos pusimos a buscar los dos”.
Busca lo que te sobra. Y, si no te importa, comparte. También el post. Harás bien.
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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