“La verdad se puede comparar con una piedra preciosa: si se lanza a la cara de alguien, lo herirá; pero si se le presenta con ternura y se le enseña su belleza, lo cautivará”
Hace pocos días, un colegio nos invitó para hablar sobre jóvenes en la Iglesia. Nos vino fenomenal haber estado en la ponencia de Gustavo Entrala en el iCongreso 2017. Allí salieron ideas buenísimas para la evangelización de los llamados millenials.
Puede parecer una obviedad, pero a veces esto se da muy −muy− por supuesto. ¿Sabemos en realidad cómo piensan los jóvenes? ¿Qué los inspira y cautiva? ¿Qué los mueve? ¿Por qué deciden cómo deciden? Si no tenemos una respuesta para cada una de estas preguntas, difícilmente podremos conseguir que los jóvenes entiendan y enganchen con nuestro mensaje.
Aquí puede entrar en juego el Design Thinking, un método que centra su eficacia en entender y solucionar las necesidades de las personas. Gustavo insistió en la necesidad del “profiling”, es decir, hacer perfiles del público al que nos dirigimos, de tal manera que tengamos muy claro cómo es y, así, comunicar en consecuencia.
Durante el iCongreso 2017, Mauricio Artieda −director de CatholicLink− expuso un magnifico ejemplo de profiling. Explicó cómo todas las entradas de su web están escritas para Carla Duarte, una chica imaginaria que sirve como público referencia para los redactores de CatholicLink.
Entre las tantas características de los jóvenes de hoy −y en general de la sociedad− se encuentra la excesiva importancia que le conceden a las emociones. Nos guste o no, vivimos sumergidos en un fuerte clima emotivista, y eso es bueno saberlo.
Una opción sería quejarse de lo irracionales que nos hemos convertido. Otra −y esta es la que nos interesa−, aprovechar esta situación para evangelizar. Gustavo lo dice así: tenemos que conseguir que la verdad sea emocionante, excitante, cautivadora. Esto no significa reducir nuestra labor misionera a un constante emocionar al público (joven). Más bien, se busca utilizar las emociones como gancho para que los jóvenes estén dispuestos a escuchar la verdad del mensaje cristiano.
Al respecto, Gustavo recordó el diálogo de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús, quienes después del encuentro con Él exclamaron: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?”. El Evangelio no solo va dirigido a la razón.
Gustavo recordó la moraleja de uno de los relatos de “Las mil y una noches”: La verdad se puede comparar con una piedra preciosa. Si se lanza a la cara de alguien, lo herirá; pero si se le presenta con ternura y se le enseña su belleza, lo cautivará.
Si bien el lenguaje manifiesta la capacidad comunicativa del ser humano, también es verdad que en ocasiones puede convertirse en una barrera para la comunicación. Si no usamos el lenguaje de los jóvenes a la hora de transmitirles el mensaje cristiano, será complicado que lleguen a entender qué queremos decirles.
Gustavo puso un magnífico ejemplo de esto. Una persona con cierta formación cristiana no tendrá problemas en comprender que la palabra “pureza” hace referencia al ámbito de la castidad. No obstante, un joven −que a lo mejor no ha pisado nunca una iglesia− que escuche hablar de pureza se imaginará −lo primero− la ausencia de manchas y lo relacionará de inmediato con realidades cotidianas: la pureza del agua, de los alimentos…
La cuestión aquí no es pensar que los jóvenes no pueden hacer la asociación de un significado con otro. Se trata, más bien, de no dar por supuesto que tienen mental y lingüísticamente asociados “pureza” y “castidad”. De hecho, se podría hacer la prueba “al revés”. Si preguntásemos a jóvenes qué significa para ellos “castidad”, seguramente pocos −por no decir ninguno− hablará de “pureza”.
Los ejemplos abundan. Quizá muchos hayan escuchado hablar de “via crucis” y lo tengan asociado a un proceso doloroso y sufrido, pero no tengan ni idea que es una práctica de devoción cristiana. O que al hablarle de los cuatro evangelistas, piensen que son cuatro personas de religión “evangélica”, y no los cuatro autores de los Evangelios.
En definitiva, se trata de hacer un esfuerzo por no dar por supuesto que nuestro interlocutor entiende nuestro vocabulario. Se puede adoptar el suyo para conectar con él y, una vez conseguido esto, explicarle el significado de las palabras tal y como las usamos.
Hay personas en las redes que no se caracterizan especialmente por compartir lo que se considera una “vida cristiana ejemplar”. Y lo ideal sería que en internet también haya personas que den un testimonio cristiano atrayente.
Baste un ejemplo para ilustrarlo (lo citó Gustavo en su presentación). Palu empezó una cuenta en Instagram en la que publicaba fotos de ella y su familia numerosa: 7paresdekatiuskas. Con el tiempo, la cuenta la fue absorbiendo tanto, que incluso empezó a decorar la casa pensando en las fotos chulas que podía subir a Instagram. Viendo esto, dijo: “Se acabó”. Y cerró la cuenta. Pero le comenzaron a llegar mensajes de chicas jóvenes que le pedían que regresara. Gracias a las fotos de 7paresdekatiuskas habían descubierto la alegría de ser madre, la ilusión de tener muchos hijos… Palu se había convertido en un referente atractivo sobre la maternidad. Entonces, ella reflexionó y cayó en la cuenta de que hay muchos otros referentes en internet que invitan a lo contrario. Así que reabrió la cuenta de Instagram, moderando, eso sí, su uso.
En nuestro blog Cultura de la Vida publicamos −en su momento− una lista de cuentas de Instagram que reflejan la alegría de la maternidad, la familia y los hijos.
A todos nos encantan las historias, incluidos los jóvenes. Mientras que las teorías nos pueden aburrir, una buena historia siempre captará nuestra atención. Esto queda reflejado en el alto consumo de series hoy en día.
En este sentido, un buen evangelizador debe convencerse de la importancia del storytelling, el arte de contar (buenas) historias. Dar una charla a jóvenes sobre la importancia de una vocación espiritual, explicando sus diversos elementos, nunca tendrá la misma fuerza que el testimonio de una persona que te cuenta ella misma su vocación. Lo primero conseguirá a lo sumo que un joven se aclare con qué es la vocación; lo segundo, le hará −de forma natural− plantearse la suya propia.
Los cristianos tenemos la mejor historia que contar: Dios se ha hecho hombre para salvarnos. Con creatividad y esfuerzo, podemos contar esta historia de mil formas, siempre de manera interpelante. Y, a la vez, permaneciendo siempre la misma y única verdad.
Hernando Bello, en arguments.es.
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