La búsqueda y afirmación de la verdad ha sido y es el empeño vital e intelectual de la trayectoria de Joseph Ratzinger
La Razón
Llevar a los hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad y de un sentido último y definitivo de su existencia constituyen, sin duda, uno de los desafíos y servicios más importantes que el Papa Benedicto XVI está realizando
Este 16 de abril se cumplieron 85 años desde que Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI, naciera en la localidad alemana de Marktl am Inn, en el seno una familia bávara de hondas raíces cristianas, lo que le hará estos días objeto de la gratitud, del cariño y de la oración, no sólo de los católicos, sino también de infinidad de personas de todo el mundo que aprecian su abnegado y fecundo servicio.
Efemérides como ésta son una ocasión propicia —sobre todo cuando llevan consigo un largo recorrido vital— para contemplar los rasgos más sobresalientes de una personalidad tan extraordinaria como la del Papa actual.
Joseph Ratzinger no sólo ha despuntado como uno de los grandes teólogos y pensadores del último medio siglo, como demuestra su ingente labor docente y bibliográfica; también ha destacado su extraordinario magisterio en sus siete años de pontificado en los que, rompiendo prejuicios y tópicos, no deja de regalarnos la luz maravillosa de la sabiduría cristiana que alumbra nuestro tiempo y que él ha atesorado con su larga dedicación y estudio y con la asistencia del Espíritu Santo, y que reparte con sencillez y generosidad.
Pero si fuera posible preguntar a los casi veinte millones de personas que según la Santa Sede, han participado desde el comienzo de su pontificado en algunos de los actos presididos por Benedicto XVI, sin contar las inmensas multitudes con las que se ha encontrado en su viajes apostólicos fuera y dentro de Italia, sobre cuál ha sido alguno de los tema más repetidos por el Papa en sus intervenciones, seguro que la respuesta más numerosa sería, con unas palabras o con otras, el de la verdad.
El propio cardenal Ratzinger, en su autobiografía Mi Vida ("Aus meinen Leben. Enrinnerungen 1927-1977"), confesaba que la elección del lema episcopal "Colaborador de la verdad", que tomó para sí en 1977 al ser nombrado arzobispo de Múnich-Frisinga, y que viene a ser como la síntesis de su programa de vida, obedecía entonces y ahora a la continuidad entre su tarea anterior de teólogo y la de obispo que comenzaba. «Porque con todas las diferencias que se quieran —confesaba— se trataba y se trata siempre de lo mismo: seguir la verdad, ponerse a su servicio. En el mundo de hoy, el argumento de la verdad casi ha desaparecido, porque parece demasiado grande para el hombre. Sin embargo, si no existe la verdad todo se hunde».
Efectivamente, la búsqueda y afirmación de la verdad ha sido y es el empeño vital e intelectual de la trayectoria de Joseph Ratzinger, su permanente trabajo de reivindicar la capacidad de la razón humana de acceder a la verdad y, en consecuencia, su insustituible y valioso papel en el acto de fe y en la auténtica reflexión teológica y vivencia religiosa.
Todo esto avala que Benedicto XVI no pierda ocasión para señalar de forma inequívoca y con sentido positivo que muchas de las causas del mal en el mundo de hoy —al menos las más profundas— están precisamente en el olvido de la verdad de Dios y la verdad del hombre, así como en la fractura o daño antropológico y social que han propiciado determinadas ideologías, mediante lo que el entonces cardenal decano y hoy Papa definiera como dictadura del relativismo y sus reacciones, entre las que se encuentran los más variados fundamentalismos. Por ello el Papa reclama la necesidad que tiene el mundo actual de reencontrar una sólida fundamentación, tanto en la vida de las personas como en la entera sociedad civil e internacional, que preserve la dignidad humana y sus derechos inalienables, así como el auténtico progreso y la convivencia de los pueblos en paz y en libertad. Esto sólo es posible para Benedicto XVI si se cimienta en la verdad que tiene a Dios y a su Ley, inscrita en la naturaleza humana, como cimiento y fundamento último.
A este respecto señalaba en su importante encíclica Caritas in veritate que «solamente un humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en la promoción y realización de formas de vida social y civil —en el ámbito de las estructuras, las instituciones, la cultura y el ethos—, protegiéndonos del riesgo de quedar apresados por las modas del momento».
Se quiera aceptar o no, el diagnóstico del Papa y los remedios que propone resultan honestos y certeros. Otra cosa es que muchos, por desgracia, no estén ya ni tan siquiera capacitados para percibirlo.
Por eso mismo, llevar a los hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad y de un sentido último y definitivo de su existencia constituyen, sin duda, uno de los desafíos y servicios más importantes que el Papa Benedicto XVI está realizando: «Hacer la verdad en la caridad, como fórmula fundamental de la existencia cristiana… La caridad sin verdad sería ciega; la verdad sin caridad, sería como un címbalo que retiñe», como él mismo dijera en la misa de inicio del Cónclave del que salió elegido como Papa.
Resulta así providencial y motivo de gratitud que en esta hora de la Historia tengamos la inmensa gracia de poder seguir encontrando en el Sucesor de Pedro un verdadero maestro de la fe y de humanidad, un auténtico líder espiritual, todavía más necesario y urgente en tiempos de pensamiento débil, de desesperanzas y crisis, pero también de desafíos y oportunidades. Todo un regalo de Dios para la Iglesia y la humanidad.