El próximo día 13 se cumple un año del fallecimiento de Antonin Scalia, juez del Tribunal Supremo de EE.UU. y uno de los juristas más importantes del país en las últimas décadas
El Juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos Antonin Scalia −un hombre muy influente en este país, especialmente en temas judiciales− inesperadamente pasó de este mundo a la eternidad el 13 de febrero de 2016.
Su hijo, Paul Scalia, sacerdote de la diócesis de Arlington (Virginia), celebró la Misa de funeral. De pie, ante la familia del Juez Scalia y de amigos y compañeros, en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción de Washington, y televisado para la nación y el mundo, el Padre Scalia demostró ser hijo de su padre. No centró su sermón en los impresionantes logros de su padre. En vez de eso, prefirió, como su padre, centrarse en Cristo.
Father Paul Scalia habla a Catholic Digest acerca de “qué hizo Dios por papá” en conmemoración del primer aniversario de la muerte de su padre.
Padre Scalia, en nombre de mi familia −y estoy seguro de muchas familias católicas− quiero decirle que cuando nos enteramos de la muerte de su padre, lo primero que hicimos fue dejarlo todo y rezar por su alma.
Se lo agradezco. No siempre fue fácil tener un padre que es una figura pública, pero fue un gran consuelo en el momento de su muerte que hubiera tantos católicos por todo el país y en todo el mundo que rezaran por él de forma espontánea e inmediata. Fue una gran bendición.
Mencionó los felices 55 años de matrimonio de sus padres. ¿Cómo está su madre?
Está bien, dentro de lo que cabe. Es un proceso. Un viaje largo. Hay mucho apoyo. Tiene nueve hijos y muchos amigos.
¿Qué destacaría del matrimonio de sus padres?
Creo que su sencillez y generosidad, la sencillez de su compromiso. Venían de una época en que, cuando dos católicos se casaban, sabían de qué se trataba, sabían que era para toda la vida. Es muy importante la enseñanza de la Iglesia en esas cosas, y creo que ahora no está presente en muchos matrimonios: existe la idea de que, de alguna manera, te puedes salir. Ellos tenían la sencillez de la devoción a su vocación, y la generosidad: tuvieron nueve hijos.
¿Cómo se desarrollaba esa generosidad en la vida ordinaria?
En una gran familia, esa generosidad es una llamada para el mundo, porque tienes que compartir cosas. Como algunos de mis hermanos comentaron en el funeral del mes, no siempre teníamos mucho dinero. A mi madre le gustaba bromear diciendo que mi padre siempre estaba buscando un trabajo que pagara menos que el que tenía. Recuerdo que cuando vivíamos en Chicago éramos siete u ocho niños los que vivíamos con el sueldo de un profesor. Eso nos unió. Había generosidad. Era una cuestión de fe, haciendo esas cosas, no limitando la vida, no buscando el trabajo más pagado. Había confianza. Venían de una época más sencilla, y eso es lo que se hacía. Siempre la fe era central en su relación en su vida matrimonial.
Cuando habló en el funeral de su padre, dijo que sus padres se apoyaban el uno al otro. Hábleme de ese apoyo.
Creo que probablemente lo más importante para nosotros es lo maravilloso que fue tenernos el uno al otro en el momento de su muerte y todo lo que la rodeó. Habría sido muy difícil pasar por eso sin mis hermanos. Todo el mundo se reunió y nos vimos todos. Parecía natural y pudimos estar todos juntos. Fue una gran bendición. Después del funeral, una joven se volvió hacia su marido y le dijo: “Quiero nueve hijos”.
El obispo Alexander Salazar dijo una vez que el hogar era el primer seminario. ¿Qué significó la formación de su padre para su sacerdocio?
No fue solo él, sino mi padre y mi madre juntos, que es lo que los hijos necesitan. Así es como la familia está estructurada. Mi padre tenía una convicción muy fuerte sobre la verdad de la enseñanza católica. Eso fue lo que me dio. Creo que también nos confirmó en una identidad. ¿Qué hijos no quieren una identidad? Saber quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Esa convicción de la fe católica que tenía mi padre nos dio la identidad: somos católicos. No somos como los demás, y no tenemos que hacer las cosas que los demás hacen.
Mi padre, también en los días oscuros de los años 70 y 80, viajaba hasta encontrar una iglesia firme en su enseñanza y en su liturgia, porque en esos tiempos pasaban muchas locuras. Bromeábamos cuando vivíamos en Chicago, porque nuestro padre nos llevaba hasta una iglesia que estaba a 45 minutos. Era un compromiso. En 2008, fui asignado a nuestra parroquia de origen como párroco, y tuvimos la Misa tradicional latina en la forma extraordinaria, y mi padre empezó a venir allí. Fue una gran bendición, porque pudimos apreciar juntos la belleza de la tradición y la liturgia de la Iglesia.
Cuénteme más sobre la personalidad de su padre. El expresidente Bill Clinton dijo que, a pesar de que no estaba de acuerdo con su padre, le gustaba porque nunca fingía ser alguien que no era.
Es cierto, y probablemente es lo único que he oído de Bill Clinton con lo que estoy de acuerdo. Creo que por eso mi padre se llevaba bien con tanta gente. Ellos sabían quién era. No era una cosa hoy y otra mañana, como tanta gente, especialmente en D.C. Algo de eso tenía que ver con su fe, y parte de ella era su temperamento, lo que él era.
Usted citó a Santo Tomás Moro en la homilía del funeral: “El buen siervo del rey, pero primero de Dios”.
Porque primero lo era de Dios.
¿Su padre tomó a Santo Tomás Moro, abogado, juez, el mejor hombre después del rey, como su especial santo patrón?
Le tenía una gran devoción a Santo Tomás Moro. Absolutamente. Bromeó cuando el Vaticano puso a Santo Tomás Moro, que fue el santo patrón de los abogados durante años, como patrón de los políticos, diciendo que no era precisamente una promoción. Creo que mis padres vieron la película “Un hombre para la eternidad” cuando viajaron a Europa de luna de miel. Paul Scofield actuaba en ella. Ciertamente tuvo una gran admiración y devoción a Santo Tomás Moro: la integridad del hombre, la perspicacia legal, su devoción.
¿Su padre también llevaba una camisa a modo de cilicio?
No voy a revelar sus mortificaciones. Tenía nueve hijos: eso era suficiente mortificación.
Hábleme de una de las citas favoritas de su padre: “Tenga el valor de considerar su sabiduría como estupidez”.
Mi papá lo sacó, por supuesto, del Apóstol San Pablo: “Somos necios por amor a Cristo” (1 Corintios 4,10). Es bueno que un católico en la vida pública esté dispuesto a verse ridículo. Era una de las cosas que a mi padre le gustaba señalar de Santo Tomás Moro. Realmente no apreciamos a Santo Tomás Moro a menos que apreciemos que se veía ridículo. Todos los demás, todos sus compañeros, se habían aliado con el rey. Todos menos uno de los obispos de Inglaterra. Así que se veía absurdo. Parecía un tonto. Es el testimonio de los santos en general. Nuestro Señor mismo fue ridiculizado. Entonces, ¿por qué nos pensarnos mejores que él? Era uno de los discursos favoritos de mi padre. Lo comparó con Thomas Jefferson (un cuento de dos Tomases). Thomas Jefferson fue famoso por cortar la Biblia: elaboró su propia Biblia quitando todos los milagros porque, naturalmente, lo que según la sabiduría mundana no es posible, no se puede dar. Así que te deshaces de ellos. Pensaba que la Biblia no era sofisticada.
Los contemporáneos de Jesús pensaron que él también era poco sofisticado. ¿Qué pasó con lo de escupir y poner barro en los ojos de aquel hombre?
¿Puede venir algo bueno de Galilea? Galilea era un lugar de vacaciones. Tengo que decir que a mi padre le gustaba esa ironía. Mi padre era muy sofisticado. Realmente representaba lo mejor que los jesuitas le habían dado. Era muy profundo en Historia y por eso él era tan profundo. Siento decirlo, pero era más culto que muchos de sus compañeros en literatura, música, arte, viajes. No quiero jactarme, pero era sofisticado y creo que le tomó cierto gusto a estar entre la multitud y decir: “Hemos de estar dispuestos a parecer tontos”.
Hay un videoclip en YouTube de Stephen Colbert que se burla de él durante la Cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca de 2006. Su padre pensó que era gracioso. ¿Le gustaba reírse de sí mismo?
Por supuesto. Los que lo conocían sabían que la mejor manera de verle su lado bueno era burlarse de él.
¿Era ese el secreto de su amistad con la jueza Ruth Bader Ginsburg?
Creo que debe haber sido parte de ella. Aunque creo que es porque él era quien era y ella es quien es. No había pretensión alguna. La respetaba. Podía estar en desacuerdo con ella, pero era coherente. Aunque hubo desacuerdo, había respeto por la integridad de su pensamiento y palabra y por quien era ella. Creo que mucho se debe a su educación en Nueva York. La ciudad de Nueva York, especialmente en los años 40 y 50, es precisamente el lugar donde pasa de todo. Tienes todo tipo de gente. No puedes vivir en una burbuja. Debes aprender a llevarte bien con todos. A menos que quieras que la vida sea miserable, tienes que apreciar las diferencias de la gente.
En su homilía en el funeral de su padre, entre otras cosas, habló de rezar por los muertos, no privándoles de nuestras oraciones pensando que están en el cielo. Eso suena como su padre.
Mi padre odiaba la palabra homilía. Pensaba que venía del modernismo. Preferiría sermón. Algo que siempre digo cuando hago un funeral es: Así es como podemos seguir haciendo el bien a la persona que amamos. Se necesita sentido sobrenatural para comprenderlo. Todo el mundo quiere pensar que todo está bien. Todos quieren llegar al final feliz sin lucha.
También habló de lo delgado que es el velo entre el tiempo y la eternidad y la llamada al arrepentimiento. ¿Cómo respondió la gente?
Gracias a Dios y a la Virgen, muy bien. Tal vez sea tan simple como que su muerte llevó a la gente a centrarse en las cosas eternas, en las que no suelen pensar nunca. Mucha gente se preguntó: ¿por qué el Juez Scalia ha muerto en este momento de la historia de la nación cuando parece que realmente lo necesitamos aquí?
“El cementerio está lleno de gente indispensable”.
¡A mi padre le encantaba esa frase! Le gustaba. A él se la escuché por primera vez. La atribuía a Charles de Gaulle, y por eso la pronunciaba con acento francés.
¿Actuaba[1]?
Oh Dios mío, sí. Actuó cuando era más joven. Era un actor. Podía contar un chiste. Podía contar una historia.
Mirando hacia atrás, ¿qué espera que la gente recuerde de él?
Él era lo que es su catolicismo. Vivió la vida al máximo. Tenía muchos intereses y amigos, pero lo básico eran tres puntos: católico; marido y padre; americano. Esas eran las cosas más importantes para él.
Entrevista de Susie Lloyd, en catholicdigest.com.
Traducción de Luis Montoya.
[1] El original dice: Was he a ham? (¿era un jamón?). Quiere decir “actor”, “personaje”, en el sentido de “histriónico”, de llamar la atención (ndt).
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