Su horizonte no es la medianía sino la excelencia ya que ésta es un derecho de todos y cada uno de los alumnos
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Muchos pedagogos confundieron la autoridad con el despotismo, la disciplina con los métodos coercitivos violentos y acabaron proponiendo como alternativa una pedagogía de lo lúdico
En España, la educación ha atravesado una larga etapa de desconcierto. No hay que ser experto en esta materia para comprobarlo: fracaso escolar, desánimo y perplejidad entre el profesorado, indisciplina en los centros, bajo nivel educativo, etcétera. Ya se encendió la voz de alarma en 1998 con la publicación de los resultados del "Diagnóstico General del Sistema Educativo" a cargo del INCE (Instituto Nacional de Calidad y Evaluación) del Ministerio de Educación. Aunque este estudio se centraba en la etapa más conflictiva, de los 14 a los 16 años, sus conclusiones advertían sobre el generalizado descenso de la calidad de enseñanza.
Una pedagogía sin contenido parece haberse instalado con la complacencia de algunos y la resignación de otros, una pedagogía que alcanza su esplendor entre los años setenta y los ochenta en coincidencia con la crisis del modelo educativo tradicional. Muchos pedagogos confundieron la autoridad con el despotismo, la disciplina con los métodos coercitivos violentos y acabaron proponiendo como alternativa una pedagogía de lo lúdico.
El libro de Mercedes Ruiz, Los límites de la educación, cuestiona muchos de los tópicos que se manejan al hablar de la enseñanza española. Traza una visión panorámica de los principales problemas educativos y propugna una serie de soluciones que reivindican el papel de los profesores y la función que la educación debe desempeñar en la sociedad. Otro asunto importante es la necesidad de liberar a los docentes de tareas que no les corresponden y que deben ser asumidas por los padres. En éstos se da, a veces, un grado de inhibición lamentable en cuanto a la educación que deben proporcionar a sus hijos.
Se abordan aspectos poco tratados actualmente como el espíritu de sacrificio y la disciplina, palabras que han ido desapareciendo del lenguaje escolar y, también, del familiar. Impera la falta de exigencia y, lógicamente, los niños rehúyen el esfuerzo. Una circunstancia comprobada: ante el Consejo Escolar ha perdido peso el Claustro de Profesores mientras se abre paso a las presiones que algunos padres quieren ejercer.
Para esta autora, «La auténtica igualdad de oportunidades consiste en ofrecer a todos los alumnos los conocimientos de alto nivel que hagan de ellos personas más sensibles, cultas, formadas, capaces de comprender el mundo e incidir sobre él». En sus conclusiones, Mercedes Ruiz defiende el regreso de la Pedagogía del Contenido que eliminaría las actuales injusticias que se cometen con los alumnos que estudian, trabajan y se esfuerzan.
Es necesario superar el "síndrome lúdico" y explicar en casa al niño que al colegio se va a aprender y estudiar, y tratar de entusiasmarle con esa idea. Se le debe informar de que se juega en los ratos de descanso previstos y convencerle de lo satisfactorio que es aprender y saber muchas cosas aunque suponga algún esfuerzo. Es conveniente presentarles a los profesores como personas que merecen respeto y, también, lo merecen sus compañeros y él mismo.
Algunos sectores del profesorado plantean cada nueva cosa a estudiar, a aprender, como si fuera un juego, explicando a los alumnos lo fácil, lo divertido y descansado que es participar. Los problemas vienen cuando la aridez de algunos temas fundamentales obliga a los alumnos a realizar un esfuerzo que no estaba avisado y al que no saben cómo enfrentarse.
La Pedagogía del Contenido considera a los escolares actuales, al menos, tan capaces como los escolares de generaciones anteriores y trata de desarrollar su inteligencia y su voluntad. Se trata de proporcionar contenidos de alto nivel al alumno y exigirle en función de ello. Su horizonte no es la medianía sino la excelencia ya que ésta es un derecho de todos y cada uno de los alumnos, y la misión de un profesor es dotarles de las herramientas necesarias para el ejercicio y disfrute de este derecho. La curiosidad y el afán de superación son el combustible necesario para aprender y nada justifica su atenuación o erradicación.