Hay veces que parecemos tener en el ADN, a modo de dogma, la convicción de que para ganar unos tienen que perder otros
Las manzanas dan mucho juego. Casi más que jugo. Que se lo pregunten a Isaac Newton…
Hoy quiero utilizar media docena de estas frutas para pensar en voz alta sobre cómo somos, o cómo podemos ser, las personas. Y, entre ellas, también naturalmente quienes trabajan en el mundo de la empresa.
Si a Newton una manzana le hizo pensar mucho y descubrir más, hoy quiero que tres pares de ellas (no soy Isaac y necesito más ayuda) nos pongan en situación de reflexionar sobre la importancia de pensar y actuar correctamente en la vida.
A veces las personas, en la vida, en el trabajo, nos precipitamos al juzgar a los demás. Y podemos herirlos. Somos capaces de “atacarles” desde una visión subjetiva, negativa y errónea, pues no se corresponde con la realidad. Y no dejamos siquiera explicarse al enjuiciado.
Te pongo de ejemplo una historia que leí en Rincón del Tíbet: Se cuenta que una pequeña tenía dos manzanas en sus manos cuando su mamá le pidió si, por favor, le daba una. La niña, de inmediato, dio un mordisco a cada una de las manzanas que tenía. Ello provocó en la madre un sentimiento de pesar al entender que su hija había actuado con egoísmo. Antes de que pudiera decir algo, la pequeña le ofreció una de las manzanas a la vez que le señalaba: “Toma, mamá, ésta es la más dulce”.
Siempre he subrayado que el conocimiento sin valores es peligroso. Lo es en la vida y lo es, en concreto, en el ámbito profesional.
Un cuchillo debidamente afilado y eficaz en la cocina no debe jamás dejarse en manos de quien lo pretende emplear para agredir, atacar, amenazar, herir… o aprovecharse de una situación.
El ingenio es un arma de mucha utilidad cuando se emplea para hacer el bien (enlace). Si se utiliza mal… no es que no sirva, sino que es muy perjudicial.
Eso les ocurrió a dos personas que comían juntas. Eran −al menos lo parecía− amigos. Llegó la hora del postre y alguien les trajo un cestillo con dos manzanas: una, la más grande, brillaba y evidenciaba frescura. La pequeña, en cambio, estaba arrugada y había sufrido daños como consecuencia de una granizada. Uno de los comensales escogió rápidamente y sin el menor recato la manzana grande. Ello provocó una lógica indignación en el otro, que le reprochó su falta de delicadeza. El aludido respondió: −¿Y qué manzana hubieras cogido tú en mi caso, de haberlo podido hacer en primer lugar? La respuesta fue inmediata: −Obviamente, por educación, hubiera escogido la peor. −Pues ahí la tienes, refutó el comensal aprovechado señalando la que quedaba en el cesto.
Parece que tiene gracia pero, si lo piensas, no la tiene en modo alguno. Lo que tiene, eso sí, es moraleja: utilicemos bien el ingenio, no lo aprovechemos para actuar indebidamente. Apliquémoslo siempre teniendo en cuenta que las mejores cosas, empleadas con maldad, pueden dar los peores resultados… para todos. Incluso para el “listo” que se hizo con la manzana grande (para disfrutarla en un momento) a cambio de perder −quizás irremediablemente− un amigo y de quedar retratado para siempre como persona que no es de fiar. Nunca hagas a otro lo que no te gustaría que el otro te hiciera a ti. Sé listo, sí… y generoso.
En la vida como en la empresa −que es parte de aquélla− suelo recordar al Nobel de literatura George Bernard Shaw cuando afirmaba: “Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana, e intercambiamos las manzanas, entonces tanto tú como yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea, e intercambiamos las ideas, entonces ambos tendremos dos ideas”. Un claro ejemplo de win-win.
Hay veces que parecemos tener en el ADN, a modo de dogma, la convicción de que para ganar unos tienen que perder otros. Es un error.
Como evidenciaba el escritor irlandés, si sumamos, ganamos. A veces somos capaces hasta de multiplicar…
Puedes hacer con este post como con las manzanas: compartir es amar.
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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