El Papa se ha reunido con pequeños pacientes del hospital pediátrico ‘Bambino Gesù’ de Roma
Discurso del Santo Padre
Queridos amigos, buenos días. Estoy contento de recibiros; os agradezco por venir y por vuestros testimonios. Agradezco a la Presidenta, Doctora Mariella Enoc, por sus amables palabras.
Valentina, tu pregunta sobre los niños que sufren es grande y difícil; no tengo una respuesta, creo que es bueno que esa pregunta quede abierta. Ni siquiera Jesús dio una respuesta con palabras. Ante algunos casos, de aquella época, de inocentes que habían sufrido en circunstancias trágicas, Jesús no hizo una prédica, un discurso teórico. Se puede muy bien hacer, pero Él no lo hizo. Viviendo en medio de nosotros, no nos explicó por qué se sufre. Jesús, en cambio, nos mostró la vía para dar sentido también a esa experiencia humana: no explicó por qué se sufre, pero soportando con amor el sufrimiento nos mostró por quiénse ofrece. No por qué, sino por quién. Él ofreció la vida por nosotros y con ese don, que le costó tanto, nos salvó. Y quien sigue a Jesús hace lo mismo: más que buscar los porqués, vive cada día por.
Valentina ha sido exigente y ha pedido también un “medicamento” para quien está en contacto con el sufrimiento. Es una bonita petición; diré solo una cosa pequeña, que se puede aprender de los niños: descubrir cada día el valor de la gratitud, saber decir gracias. ¡Se lo enseñamos a los niños y luego no lo hacemos los adultos! Decir gracias, simplemente porque estamos ante una persona, es una medicina contra el resfriado de la esperanza, que es una fea enfermedad contagiosa. Decir gracias alimenta la esperanza, esa esperanza en la que, como dice san Pablo, hemos sido salvados (cfr. Rm 8,24). La esperanza es la “gasolina” de la vida cristiana, que nos hace avanzar cada día. Entonces es bonito vivir como personas agradecidas, como hijos de Dios sencillos y alegres, pequeños y gozosos.
Tú Dino nos has hablado precisamente de la belleza de las cosas pequeñas. Puede parecer una lógica de pérdida, sobre todo hoy, con la mentalidad de las apariencias que exige resultados inmediatos, éxito, visibilidad. En cambio, pensad en Jesús: la mayor parte de su vida en esta tierra la pasó escondido; creció en su familia sin prisa, cada día, aprendiendo, trabajando y compartiendo las alegrías y dolores de los suyos. La Navidad nos dice que Dios no se hizo fuerte y poderoso, sino frágil y débil como un niño.
Dino, mientras nos hablaba de cómo vive esa pequeñez, pedía espacios más grandes. Es una petición justa. Vivimos en un tiempo en que los espacios y los tiempos se restringen cada vez más. Se corre mucho y se encuentran menos espacios: no solo aparcamiento para los automóviles, sino también sitios para encontrarse; no solo tiempo libre, sino tiempo para pararse y reunirse. Hay gran necesidad de tiempos y de espacios más humanos. Por lo que sé, el Hospital “Bambin Gesù” en el curso de su historia se ha desarrollado respondiendo a las muchas exigencias que se iban presentando; se han abierto otras sedes y los servicios se han trasladado precisamente para ofrecer nuevos espacios para los pacientes, para los familiares, para los investigadores. Esa historia hay que recordarla, ¡es la mejor premisa para el futuro! A pesar de los espacios estrechos, los horizontes se han ampliado: el “Bambin Gesù” no ha mirado sus estrecheces, sino que ha creado nuevos espacios y tantos proyectos, incluso lejos, en otros continentes. Esto nos dice que la calidad de la atención no depende solo de los aspectos logísticos, sino de los espacios del corazón. Es esencial ensanchar los espacios del corazón: ¡luego la Providencia no dejará de pensar también en los espacios concretos!
Tú Luca, en cambio, preguntabas cuál debe ser la marca de fábrica del “Bambin Gesù” además de las capacidades profesionales, ciertamente indispensables. A un joven cristiano que, como Lucas, después de los estudios se asoma al mundo del trabajo –que debe estar abierto a los jóvenes, no solo al mercado– le aconsejaría dos ingredientes. El primero es mantener vivos los sueños. Los sueños nunca deben anestesiarse, ¡aquí la anestesia está prohibida! Dios mismo, lo escucharemos en el Evangelio del domingo, se comunica a veces a través de los sueños; pero sobre todo invita a realizar sueños grandes, aunque sean difíciles. Nos empuja a no quedarnos en hacer el bien, a no apagar nunca el deseo de vivir grandes proyectos. Me gusta pensar que Dios mismo tiene sueños, también en este momento, para cada uno de nosotros. Una vida sin sueños no es digna de Dios, no es cristiana una vida cansada y resignada, donde se contentan con ir tirando, sin entusiasmo, al día.
Añadiría un segundo ingrediente, después de los sueños: el don. Tú Serena nos has contado la fuerza de quien da. En el fondo, se puede vivir siguiendo dos objetivos diferentes: poniendo en el primer puesto el tener o el dar. Se puede trabajar pensando sobre todo en la ganancia, o bien buscando dar lo mejor de sí en beneficio de todos. Entonces el trabajo, a pesar de todas las dificultades, se convierte en una contribución al bien común, a veces incluso una misión. Y estamos siempre ante esa bifurcación: por una parte, hacer algo para mis intereses, para el éxito, para ser reconocido; por otra, seguir la intuición de servir, dar, amar. A menudo las dos cosas se mezclan, van juntas, pero es siempre importante reconocer cuál viene antes. Cada mañana se puede decir: ahora debo ir allá, hacer este trabajo, encontrar personas, afrontar problemas; pero quiero vivir esta jornada como querría el Señor: no como un peso −que luego pesa sobre todo a los demás que me deben soportar− sino como un don. Es mi turno para hacer un poco de bien, para llevar a Jesús, para dar testimonio no con palabras sino con las obras. Cada día se puede salir de casa con el corazón un poco cerrado en sí mismo, o con el corazón abierto, dispuestos a encontrar, a dar. ¡Da mucha más alegría vivir con el corazón abierto que con el corazón cerrado! ¿Estáis de acuerdo? Os deseo entonces una Navidad así, para vivir con el corazón abierto, conservando ese bonito espíritu de familia, y os los agradezco mucho.