En un clima de profunda conmoción el Papa recibió hoy a los familiares de las víctimas del atentado terrorista perpetrado en Niza, el 14 de julio de 2016, que enlutó a la nación francesa y a las personas de buena voluntad de todo el mundo
Discurso del Santo Padre
Mes chers frères et sœurs, je m’excuse de parler italien, mais mon français n’est pas bon (queridos hermanos y hermanas, os pido perdón por hablar en italiano, pues mi francés no es bueno).
Con viva emoción os recibo a vosotros, que sufrís en vuestro cuerpo o en vuestra alma porque, una tarde de fiesta, la violencia os atacó ciegamente, a vosotros o a uno de vuestros seres queridos, sin distinguir origen o religión. Deseo compartir vuestro dolor, un dolor que se hace aún más fuerte cuando pienso en los niños, incluso en enteras familias, cuya vida fue arrancada de repente y de modo dramático. A cada uno de vosotros os aseguro mi compasión, mi cercanía y mi oración.
Queridas familias, invoco a nuestro Padre celeste, Padre de todos, para que acoja consigo a vuestros queridos difuntos, y encuentren pronto el reposo y el gozo de la vida eterna. Para nosotros los cristianos, el fundamento de la esperanza es Jesucristo muerto y resucitado. El Apóstol Pablo nos lo asegura: «Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él, sabiendo que Cristo, resucitado de entre los muertos, no muere más; la muerte ya no tiene poder sobre Él» (Rm 6,8-9). Que la certeza de la vida eterna, que pertenece también a creyentes de otras religiones, pueda seros de consuelo en el curso de la vida, y constituir un fuerte motivo de perseverancia para continuar con valentía vuestro camino acá abajo.
Pido al Dios de misericordia también por todas las personas heridas, en algunos casos atrozmente mutiladas, en la carne o en el espíritu, y no olvido a todos los que por eso no han podido venir o están aún en el hospital. La Iglesia está a vuestro lado y os acompaña con inmensa compasión. Con su presencia junto a vosotros en estos momentos tan duros de afrontar, pide al Señor que venga en vuestra ayuda y ponga en vuestros corazones sentimientos de paz y de fraternidad.
El drama que conoció la ciudad de Niza ha suscitado en todas partes significativos gestos de solidaridad y acompañamiento. Agradezco a todas las personas que, inmediatamente, socorrieron a las víctimas, o que hasta hoy, y ciertamente todavía por mucho tiempo, se dedican a sostener y acompañar a las familias. Pienso naturalmente en la Comunidad católica y en su Obispo, Monseñor André Marceau, pero también en los servicios de asistencia y en el mundo asociativo, en particular en la asociación Alpes-Maritimes Fraternité, aquí presente, que acoge representantes de todas las confesiones religiosas, y eso es un signo muy hermoso de esperanza. Me alegra ver que entre vosotros las relaciones interreligiosas son muy vivas, y eso no puede sino contribuir a aliviar las heridas de estos dramáticos acontecimientos.
De hecho, establecer un diálogo sincero y relaciones fraternas entre todos, en particular entre los que confiesan un Dios único y misericordioso, es una urgente prioridad que los responsables, tanto políticos como religiosos, deben procurar favorecer y que cada uno está llamado a realizar a su alrededor. Cuando la tentación de encerrarse en sí mismo, o de responder al odio con odio y a la violencia con violencia es grande, una auténtica conversión del corazón es necesaria. Ese es el mensaje que el Evangelio de Jesús dirige a todos. Se puede responder a los asaltos del demonio solo con las obras de Dios, que son perdón, amor y respeto del prójimo, aunque sea diferente.
Queridos hermanos y hermanas, os aseguro una vez más mi oración y toda la ternura del Sucesor de Pedro. Rezo también por vuestro querido País y por sus responsables, para que se construya, sin cansarse, una sociedad justa, pacífica y fraterna. Como signo de mi cercanía, invoco sobre cada uno de vosotros la ayuda de la Virgen María y la abundancia de las bendiciones celestiales.
Le Seigneur bénisse vous tous (¡Que el Señor os bendiga!).