Momentos de intimidad en que el Papa abrió su corazón ante preguntas concretas de cuatro de los prelados presentes
Al final de primer día de estancia en Cracovia, 27 de julio, el papa Francisco se reunió con los obispos polacos en la catedral de los santos Estanislao y Wenceslao, en Wawel. La información oficial fue muy parca: apenas referida a los tiempos de oración del Santo Padre, y a las calurosas palabras de bienvenida del ordinario del lugar, el cardenal Stanisław Dziwisz. Después, “el Papa mantuvo un breve diálogo privado con los Obispos”. El texto fue luego publicado en el boletín de la santa sede, y vale la pena considerarlo.
Mi impresión es que fueron momentos de intimidad, en que Francisco abrió su corazón, ante preguntas concretas de cuatro de los prelados presentes. Más allá del contexto y de la situación, sintetizan algunas de las grandes inquietudes del pontífice, que me he permitido resumir en estas líneas. No por conocidas, esas insistencias ofrecen gran interés.
Al comienzo, hizo una manifestación práctica de misericordia y proximidad humana: la oración por el recientemente fallecido Mons. Zygmund Zimowski, y el recuerdo del Cardenal Macharski, gravemente enfermo, al que aún pudo visitar él mismo (falleció el día 2, apenas terminada la JMJ).
A una pregunta sobre el Año de la Misericordia, respondió con sencillez: “no es algo que se me haya ocurrido a mí. Es un proceso. Si nos fijamos, ya el beato Pablo VI se refirió a la misericordia. Luego, san Juan Pablo II ha sido el gigante de la misericordia con la Encíclica Dives in misericordia, la canonización de santa Faustina y, después, la octava de Pascua; murió la vigilia de ese día. Es un proceso que lleva años en la Iglesia. Se ve que el Señor pedía un despertar en la Iglesia de esa actitud de misericordia entre los fieles”.
Esta respuesta me ha hecho recordar la enseñanza de Benedicto XVI sobre la hermenéutica de la continuidad, en relación con el Concilio Vaticano II. Quizá con mayor motivo porque me duele que se repitan viejos tics de los llamados vaticanistas, que buscan enfrentamientos −Curia vs papa, unos cardenales contra otros− para dar un mordiente estéril, agotador, a su trabajo informativo.
A mi entender, se da hoy una extraordinaria continuidad entre ambos pontífices, a pesar de su evidente diferencia de temperamentos y de manifestaciones prácticas externas. Se ve también expresamente en el diálogo con los obispos polacos en un aspecto concreto al que me referiré luego: la ideología de género. De otra manera, aparece en la crítica de enfoques dominantes en el plano económico y cultural. Por ejemplo, en la búsqueda de soluciones o salidas para el grave problema del secularismo, que tanto preocupa lógicamente a los católicos de Polonia.
Pero, a propósito de los actuales conflictos y violencias, como la sufrida por el sacerdote octogenario asesinado en Francia, Francisco se plantea: “¿cuál es la ideología de hoy, la que está justo en el centro y es madre de las corrupciones, de las guerras? La idolatría del dinero. El hombre y la mujer ya no están en la cima de la creación, allí se ha puesto el ídolo dinero; todo se compra y se vende por dinero. En el centro, el dinero. Se explota a la gente”. Emplearía también ese concepto para dar un toque de atención sobre el problema de los refugiados.
El papa se refirió una vez más a esas explotaciones −de las personas, de la creación−, que llevan a la “aniquilación del hombre como imagen de Dios”. Casi al concluir, afirmó: “En Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de estas −lo digo claramente con «nombre y apellido»− es el gender. Hoy a los niños −a los niños− en la escuela se enseña esto: que cada uno puede elegir el sexo. ¿Por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de las instituciones que dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y esto es terrible. Hablando con Papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: «Santidad, esta es la época del pecado contra Dios creador». Es inteligente. Dios ha creado al hombre y a la mujer; Dios ha creado al mundo así, así, y nosotros estamos haciendo lo contrario. Dios nos dio un estado «inculto» para que nosotros lo transformáramos en cultura; y después, con esta cultura, hacemos cosas que nos devuelven al estado «inculto». Lo que ha dicho el Papa Benedicto tenemos que pensarlo: «Es la época del pecado contra Dios creador». Esto nos ayudará”.
Y contribuirá, sin duda, a vivir el gran consejo del papa, no sólo para los pastores, sino para cualquier creyente: la cercanía con todos, especialmente con los que sufren y necesitan más de la misericordia: “tocar, enseñar, consolar, «perder el tiempo»”.