Una ideología no es simplemente un convincente conjunto de ideas, sino “un sistema cerrado de ideas que se postula como modelo según el cual ha de reestructurarse toda la vida humana en sociedad”
De todas las épocas es la disyuntiva cultural entre el realismo y el subjetivismo. Esa disyuntiva se ha hecho más aguda en los últimos siglos.
El realismo observa que el mundo guarda un orden propio, que presupone una inteligencia ordenadora. Hay un orden natural y objetivo. El hombre (material y espiritual) puede modificar el mundo y a sí mismo, pero no contra naturam (vgr. con la promiscuidad sexual).
El subjetivismo considera que es el propio sujeto el que da sentido al mundo exterior: al derribar el árbol le doy sentido haciendo una mesa. Niega la naturaleza: todo es cultura, creación humana. El hombre sería una materia informe y manipulable: hay que hacer caso omiso de su dignidad, libertad y racionalidad. El que admite una naturaleza humana es “cavernícola”, “fundamentalista” y “retrógrado”.
Producto del subjetivismo son las ideologías. Una ideología no es simplemente un convincente conjunto de ideas, sino “un sistema cerrado de ideas que se postula como modelo según el cual ha de reestructurarse toda la vida humana en sociedad” (J. Scala). La realidad ha de ser definida por la ideología.
Una ideología parte de un premisa indemostrada e indemostrable. Así en las ideologías que hemos padecido en el siglo XX. En el comunismo marxista, con la premisa de la lucha de clases como fuente del progreso. Y en el nazismo hitleriano con la premisa de la superioridad de la raza aria. La ideología se impone mediante la manipulación, violenta o propagandística; ya que el ideólogo se considera como una especie de salvador de la humanidad.
Los comienzos del siglo XXI nos han propinado el avance de una nueva ideología, aliada con el relativismo ambiental: la ideología de género. El modo actual de difusión de una ideología consiste en la manipulación del lenguaje. No matizan los conceptos y no prueban lo que afirman. Utilizan palabras talismán, cargadas de equivocidad, tales como discriminador, sexista, homófobo, género (en lugar de sexo). Se busca un término equívoco, y se va instalando la vieja palabra con un sentido nuevo, desde la escuela (alumnos, profesores) a los medios masivos de comunicación (lectores, televidentes, etc.).
La ideología de género se ha infiltrado en los diversos partidos, liberales o socialistas, al amparo del relativismo doctrinal, de la ambición de poder y de los intereses económicos. Se le da al pueblo pan y circo: con una educación sexual permisiva, pornografía y anticonceptivos gratuitos (degradación de la voluntad). Y con abandono de las humanidades (degradación de la inteligencia). A través de la escuela y de los medios de información, de opinión y de entretenimiento, se busca un “pensamiento único” que vaya elaborando lo “políticamente correcto”. Al final las masas mantienen el viejo vocablo, pero le dan un nuevo contenido.
La Academia de la Lengua ha declarado que el género es sólo una categoría gramatical, con tres géneros: masculino, femenino y neutro. Pero que se está buscando que sea una categoría antropológica, el sexo psicológico o género, que acabe desplazando al sexo natural. El género es sólo una propiedad de sustantivos y pronombres. Para los humanos debe emplearse el término sexo. Las personas no tienen género, sino sexo. Por otra parte que las reiteraciones en el lenguaje son innecesarias y redundantes (miembros y miembras, comadronas y comadronos). Y que la arroba no es una letra, sino un signo del correo electrónico (estimados señor@s).