Una clara invitación a los cristianos a descubrir la grandeza de ser cristiano, y a ser conscientes de que el mundo y su cultura, sin la Luz de Cristo, son apenas tiniebla
En la práctica diaria de nuestra vida dentro del ámbito de la civilización occidental, podemos apreciar muchos síntomas que dejan claramente de manifiesto la gran falta de esperanza que ha penetrado en el corazón de no pocos europeos. Si muchas personas no encuentran razón para luchar y para morir, tampoco descubren ninguna razón para vivir.
Tantos discursos llenan nuestros oídos de palabras repletas de vacío, como “progresista”, “modernista”, “avanzados”, “libertarios”, “realizadores de sí mismos”, etc. etc. En un primer momento podemos caer en la trampa de que son invitaciones a un caminar esperanzador. Necesitamos poco tiempo para descubrir que, en realidad, esas palabras grandilocuentes van unidas, casi siempre, a una defensa del aborto −señal clara de desesperanza−; a una defensa del divorcio “express”; a una afirmación de la “banalidad” de la familia, de un desprecio del valor de la vida propia y la de los demás.
Esas palabras vacías vienen a ser una invitación a despeñarse en el abismo, visto que no vamos a ningún sitio. Consecuencia lógica de la verdad que transmiten: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Y algunos, para no oír hablar de la muerte, acaban diciendo: “que mañana no estaremos”.
Convertir la vida en puro entretenimiento para ser “feliz”, es quizá la muestra más patente de que el corazón del hombre está lleno de desesperanza; está realmente vacío de futuro vital, de sentido de la vida, y por tanto, vacío de amor y de esperanza.
«¡No os dejéis robar la esperanza, esa que nos da Jesús!»
Con estas palabras del papa Francisco comienza el diálogo entre el Card. Müller y Carlos Granados, diálogo que se recoge en el libro que da título a estas líneas: Informe sobre la esperanza, publicado por la BAC. Libro que vale la pena leer y tener presente, porque tiene la valentía de presentar estas cuestiones con la claridad que merecen.
¿Conseguirá este libro el eco que en su día alcanzó el Informe sobre la Fe, de 1984, del entonces Card. Ratzinger, Prefecto de la misma Congregación de la Fe, que preside ahora el card. Müller?
El hablar de Cristo más como hombre que como Dios; el soslayar su Resurrección, su vencer la muerte; el no mencionar la realidad del pecado y, por tanto, la necesidad que el hombre tiene de ser salvado; el olvido del infierno, la soledad del hombre consigo mismo; fruto todo de la gran falta de Fe que Ratzinger hizo notar en su “Informe”, ha ido carcomiendo la Fe, el sentido de la Fe, en muchas conciencias cristianas, hasta llegar a “banalizar” la Fe, quitar a los cristianos fuerza, Esperanza, para convertir el mundo a Cristo Nuestro Señor.
Todo esto es el fruto de la influencia de corrientes ideológicas, filosóficas entre los teólogos, que ha llevado a tener una visión muy horizontal de las grandes verdades de Fe, que han ido poco a poco invitando a muchos creyentes a acomodarse al “espíritu de los tiempos”, y hasta a tratar de interpretar la Escritura según la “cultura” de nuestros días.
Ratzinger ya nos puso en guardia ante esa realidad: «No son los cristianos los que se oponen al mundo. Es el mundo el que se opone a ellos cuando se proclama la verdad sobre Dios, sobre Cristo y sobre el hombre. El mundo se rebela siempre que al pecado y a la gracia se les llama por su nombre. Superada una la fase de aperturas indiscriminadas, es hora de que el cristiano descubra de nuevo la conciencia responsable de pertenecer a una minoría y de estar con frecuencia en contradicción con lo que es obvio, lógico y natural para aquello que el Nuevo Testamento llama −y no ciertamente en sentido positivo− “el espíritu del mundo”. Es tiempo de encontrar de nuevo el coraje del anticonformismo, la capacidad de oponerse, de denunciar muchas de las tendencias de la cultura actual, renunciando a cierta eufórica solidaridad posconciliar» (Informe sobre la Fe, pág. 23).
Müller se enfrenta con la cuestión desde el principio de su “Informe”,
«En realidad, al rechazar la fe en Dios; al dejar de recordar su gratuidad y sus beneficios en nuestra vida, es decir, al perder nuestra memoria fundante; al olvidar que Él es nuestro principio y fundamento… nos hemos vuelto pequeños dioses, rehusando profundizar en nosotros mismos para acabar redefiniendo nuestra identidad a nuestro capricho (“ideología de género”). Esta cultura occidental que, a partir de concepciones filosóficas y teológicas erróneas, ha tomado conciencia de no necesitar a Dios para fundar el ser y el hombre, no sólo ha perdido la fe sino la esperanza y, con ella, la excelencia. Como dice D. Goldman, autor de libros como ‘How Civilizations die’, “la banalidad del occidente es desalentadora”» (pág. 8).
Seguiremos comentando este “Informe sobre la Esperanza”: una clara invitación a los cristianos a descubrir la grandeza de ser cristiano, y a ser conscientes de que el mundo y su cultura, sin la Luz de Cristo, son apenas tiniebla. Y nuestra misión es “convertir” esa tiniebla, en Luz, para bien de todos.
Ernesto Juliá, en religionconfidencial.com.
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