Experto en demografía cuenta los retos a los que se enfrenta una España (y un mundo) sin hijos y cómo solucionarlos
Alejandro Macarrón no se anda con rodeos, o invertimos la tendencia de la natalidad o esto pinta muy mal. Y es que este ingeniero de telecomunicaciones, autor de “El suicidio demográfico de España” y de “Coopetencia. Cooperación y competencia en cada paso de nuestras vidas”, sabe de lo que habla.
Es fundador y director de la Fundación Renacimiento Demográfico, creada a mediados de 2013, para combatir el invierno demográfico. Un invierno que parece más crudo cada día y que afecta no sólo a Occidente sino también a la mayoría del planeta, pues hasta los países árabes reducen año a año sus índices de natalidad.
Pero el caso de España es especialmente sangrante, pues según el último estudio de la CEOE en pocos años seremos la segunda plaza como el país más viejo del mundo, sólo superado por Japón.
La solución es obvia, hay que tener más hijos, pero el medio no es tan claro, porque por muchas políticas que se apliquen para fomentarlo, si los padres no quieren no hay nada que hacer.
Según publica el Instituto de Política Familiar, en España de 1980 al 2016 se han reducido los nacimientos en un 25%. ¿Qué consecuencias inmediatas tiene esto?
La consecuencia es que tendemos a una sociedad decrépita y menguante, a una especie de lenta pero inexorable muerte como pueblo si no repunta la natalidad, pasando antes de desaparecer por un empobrecimiento continuo, económico y afectivo, por una disminución constante de nuestro peso internacional, y por vivir cómo nuestra democracia se transforma en gerontocracia (al pesar más y más los jubilados en el cuerpo electoral).
¿La baja natalidad es como un cáncer para Occidente?
Sí, es algo así. Yo creo que es uno de nuestros dos o tres mayores problemas de fondo, si no el mayor, con la peculiaridad de que, entre esos grandes problemas, es aquel al que menos caso se le hace en la agenda pública. También lo es de Extremo Oriente, y tiende a serlo en muchos más países en vías de desarrollo.
Pero la CEOE ha publicado que el envejecimiento de la población rebajará el paro al 18% en 2017 y al 7,5% en 2025. Eso es bueno ¿no?
Ahí cabe aplicar el refrán de que no hay mal que por bien no venga. Lo que hay que evaluar es si el bien colateral compensa al mal. Y en mi opinión, aquí, rotundamente no lo compensa ni de lejos.
O sea es pan para hoy y hambre para mañana.
El declive demográfico tiene algún aspecto positivo colateral, como la reducción del paro (al reducirse la población laboral), o de la delincuencia. Pero claro, tampoco hay paro ni delincuencia en los cementerios. Es más, si los humanos desaparecemos, con nosotros desaparecería la corrupción, las enfermedades, la criminalidad, las guerras, las crisis económicas, la morosidad bancaria, etc.
¿Qué medidas concretas se pueden tomar para revertir la situación? ¿La conciliación laboral y familiar es la clave?
Empezando por el final, aunque la conciliación es buena per se, y es algo en lo que tenemos que mejorar mucho, los datos disponibles indican que cuando no se quieren tener niños, aunque haya horarios más racionales y oportunidades de conciliar, tampoco se tienen.
En Alemania, Suiza o Austria, por ejemplo, tres países de muy alta renta per cápita, horarios racionales y sin desempleo, la tasa de natalidad es similar a la nuestra. En cuanto a las medidas, hay que trabajar en cuatro grandes áreas:
1) Concienciar a la sociedad y las élites sobre la extrema gravedad del problema y lo bueno de que tengamos más niños. Esta es lo primero, segundo y tercero que hay que hacer, porque sin ello, no habrá forma de que se adopten las medidas necesarias, que pasan por favorecer en muchas cosas, diferencialmente, a los que tienen niños, y cambiar muchas leyes, valores y costumbres.
2) Estudiar a fondo el problema y sus posibles soluciones, con rigor, datos y sin sesgos ideológicos o partidistas. Es un tema muy complejo de resolver, y los tópicos superficiales que se manejan sobre causas y soluciones, generalmente, no casan con los datos reales.
3) Compensar económicamente a los padres, con énfasis en las madres, pero no solo, por gran parte del coste de tener y criar hijos, en forma de menores impuestos y cotizaciones sociales, y más pensión de jubilación, entre otras cosas, en función del número de hijos.
4) Cambiar leyes, valores y costumbres en favor de la natalidad. Por ejemplo, los matrimonios tienen de media más hijos que las parejas de hecho y los hogares monoparentales. En EEUU, las mujeres casadas tienen el doble de fecundidad que las no casadas. Y sin embargo, cada vez se casa menos gente, hay un porcentaje mayor de hijos extramatrimoniales, y el divorcio está en todos los países muy generalizado.
¿Cuántos años puede tardar un país en recuperarse demográficamente de una catástrofe semejante?
Depende de cuánto suba de rápido la tasa de natalidad, y de cuántos años llevase siendo baja. En España, si de repente la fecundidad aumentase un 50% a 75%, como sería muy deseable, tardaríamos al menos una generación en volver a estar bien. Pero las expectativas y el estado de ánimo mejorarían de inmediato en cuanto repuntase la natalidad, y eso ya sería muy valioso. Por eso, cuanto antes se incremente la tasa de fecundidad, mejor.
Sin embargo en China o India la población no para de crecer. ¿Es posible que se da un éxodo masivo de Oriente a Occidente por las necesidades de ambos continentes?
Eso sucede aún por pura inercia, ya que hasta hace poco la fecundidad era muy alta, y aún tienen muchas mujeres en edad fértil de la generación anterior, y sobre todo, por la mejora de la medicina y la alimentación, que hacen disminuir en esos países la mortalidad.
Pero China tiende, por su baja natalidad, como nosotros, a menguar en población. Y la India, actualmente, está ya casi solo en el nivel de fecundidad de reemplazo, y probablemente traspase ese umbral a la baja en próximos años. No parece que vaya a haber un éxodo masivo chino o hindú a Occidente, porque sus crecimientos de población ya no son explosivos, y sus economías crecen mucho más.
¿Cuál es el índice de natalidad de los musulmanes en Europa? ¿Constituyen un peligro demográfico?
Es bastante mayor que el de los europeos nativos o de otras procedencias, pero también suele tender a bajar con el tiempo, según se adaptan al ambiente, y porque en los propios países musulmanes la natalidad también ha caído en picado, con casos extremos como Arabia Saudí (de 7 a 2 hijos por mujer en los últimos 30 años) o Irán (de 6,7 a 1,7 hijos por mujer en los últimos 30 años).
En concreto, mi estimación aproximada es que la tasa de natalidad de las marroquíes en España ha pasado de 4 hijos por mujer a 3 desde 2010 a 2014, y probablemente siga descendiendo, porque en Marruecos están en torno a 2,1 – 2,2 hijos por mujer.
Tampoco es ya muy elevada la natalidad de las mujeres turcas en Alemania −dudo que supere en mucho los dos hijos por mujer, si es que llega, como tampoco en Turquía supera ya apenas los dos hijos por mujer−, aunque sea mayor que la de las mujeres alemanas.
De todas formas, el crecimiento del número de musulmanes en Europa está viniendo más por la inmigración que por su mayor natalidad. Ésta también contribuye, sobre todo a futuro, pero en el presente cuenta mucho más la inmigración.
Entonces, ¿es real la amenaza de un aumento exponencial de la población musulmana en el continente?
Desde luego, está creciendo mucho, aunque creo que su ritmo de crecimiento se está atemperando algo. En cuanto a si esto es una amenaza o no, me vas a permitir que “galleguee”: depende para quién.
¿Qué hay de cierto en las teorías de la superpoblación? ¿Hay algún peligro?
Lo hubo potencialmente hace unas pocas décadas, ya que la población durante gran parte del siglo XX se duplicaba cada 30 a 35 años, y eso suponía que se multiplicaría por 1.000, de seguir ese ritmo, en unos tres siglos o poco más.
Pero ya no lo hay, porque la natalidad mundial es apenas superior al nivel de reemplazo, y sigue bajando, y porque se ha demostrado que el ser humano es capaz de generar recursos para la población con mayor rapidez de lo que ésta crece, salvo situaciones puntuales y en países con gobiernos corruptos y/o sin economías de mercado. ¡Malthus estaba equivocado!
¿Se utilizan estas teorías para controlar la natalidad mediante aborto, eutanasia… o estas prácticas nada tienen que ver con la tendencia negativa en Occidente?
Yo creo que esas teorías y prácticas han tenido efecto en los países menos desarrollados, por el miedo de Occidente y de sus propias élites nacionales a la superpoblación, pero en Occidente dejamos de tener hijos nosotros solitos unas décadas antes, sin que hicieran falta.
El acomodamiento y la pérdida de valores tradicionales “fuertes” en Occidente, incluyendo entre ellas la natalidad y la estabilidad familiar, como dos elementos esenciales de la vida, en mi opinión, son las causas más importantes de que no tengamos hijos aquí. Todo lo demás viene por añadidura.
A raíz de esto, por culpa del virus ‘Zika’, países como El Salvador o Colombia han recomendado a las mujeres no quedarse embarazadas en los próximos dos años. ¿Qué supone eso para un país?
Si un país deja de tener niños, como se ha recomendado allí, y no los tiene por muchos años, se estaría labrando a medio plazo la ruina económica, afectiva, política y moral. Con los datos disponibles, y aun siendo cosa muy seria la epidemia de Zika y las consecuencias potenciales del virus para los bebés en gestación, me parece una recomendación de un alarmismo superlativo, antipatriótica y antihumana.
Entrevista de Pablo González de Castejón, en actual.com.
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