El Santo Padre reza el Regina Cœli del ‘Lunes del Ángel’
El Papa alentó a pedirle a María, que permaneció de pie junto a la cruz, que nos ayude a «recibir con plenitud el anuncio pascual de la resurrección, para encarnarlo en lo concreto de nuestra vida ordinaria»
Alocución del Santo Padre
En este Lunes después de Pascua, llamado en Italia «Lunes del Ángel», nuestros corazones aún están llenos de la alegría pascual. Tras el tiempo cuaresmal, tiempo de penitencia y de conversión, que la Iglesia ha vivido con particular intensidad en este Año Santo de la Misericordia; tras las sugestivas celebraciones del Triduo Sacro; también hoy nos detenemos ante la tumba vacía de Jesús, y meditamos con asombro y agradecimiento el gran misterio de la resurrección del Señor.
¡La vida ha vencido a la muerte! ¡La misericordia y el amor han vencido sobre el pecado! Hace falta fe y esperanza para abrirse a este nuevo y maravilloso horizonte. Y nosotros sabemos que la fe y la esperanza son un don de Dios, y debemos pedirlo: “¡Señor, dame la fe, dame la esperanza! ¡Las necesitamos tanto!”. Dejémonos llevar por las emociones que resuenan en la secuencia pascual: «Sí, estamos seguros: Cristo ha resucitado verdaderamente». ¡El Señor ha resucitado en medio de nosotros! Esta verdad marcó de modo indeleble la vida de los Apóstoles que, después de la resurrección, notaron de nuevo la necesidad de seguir a su Maestro y, una vez recibido el Espíritu Santo, fueron sin miedo a anunciar a todos cuanto habían visto con sus ojos y experimentado personalmente.
En este Año jubilar estamos llamados a volver a descubrir y acoger con particular intensidad el reconfortante anuncio de la resurrección: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!». Si Cristo ha resucitado, podemos mirar con ojos y corazón nuevos todos los acontecimientos de nuestra vida, incluso los más negativos. Los momentos de oscuridad, de fracaso y también de pecado pueden transformarse y anunciar un camino nuevo. Cuando hayamos tocado fondo en nuestra miseria y debilidad, Cristo resucitado nos da la fuerza para levantarnos. ¡Si nos fiamos de Él, su gracia nos salva! El Señor crucificado y resucitado es la plena revelación de la misericordia, presente y operante en la historia. Este es el mensaje pascual que resuena aún hoy, y sonará todo el tiempo de Pascua hasta Pentecostés.
Testigo silenciosa de los acontecimientos de la pasión y de la resurrección de Jesús fue María. Ella estuvo de pie junto a la cruz: no se dobló ante el dolor, sino que su fe la hizo fuerte. En su corazón destrozado de madre siempre quedó encendida la llama de la esperanza. Pidámosle a Ella que nos ayude también a nosotros a recibir con plenitud el anuncio pascual de la resurrección, para encarnarlo en lo concreto de nuestra vida ordinaria.
Que la Virgen María nos dé la certeza de fe de que cada paso sufrido en nuestro camino, iluminado por la luz de la Pascua, se convertirá en bendición y alegría para nosotros y para los demás, especialmente para cuantos sufren a causa del egoísmo y de la indiferencia. Invoquémosla, pues, con fe y devoción, con el Regina cœli, la oración que sustituye al Ángelus durante el tiempo pascual.
Después del Regina Cœli
Queridos hermanos y hermanas, ayer en Pakistán central, la Santa Pascua fue ensangrentada por un execrable atentado, que ha destrozado a tantas personas inocentes, en su mayor parte familias de la minoría cristiana −especialmente mujeres y niños− reunidas en un parque público para pasar con alegría la festividad pascual. Deseo manifestar mi cercanía a cuantos han sido afectados por este crimen vil e insensato, e invito a rezar al Señor por las numerosas víctimas y por sus seres queridos. Apelo a las Autoridades civiles y a todos las partes sociales de aquella Nación, para que realicen todo esfuerzo por devolver seguridad y serenidad a la población y, en particular, a las minorías religiosas más vulnerables. Repito una vez más que la violencia y el odio homicida solo conducen al dolor y a la destrucción; el respeto y la fraternidad son la única vía para alcanzar la paz. Que la Pascua del Señor suscite en nosotros, de modo aún más fuerte, la oración a Dios para que se detengan las manos de los violentos, que siembran terror y muerte, y en el mundo puedan reinar el amor, la justicia y la reconciliación. Recemos por todos los muertos en este atentado, por sus familiares, por las minorías cristianas y étnicas de aquella Nación: Avemaría…
En el actual clima pascual, os saludo cordialmente a todos, peregrinos venidos de Italia y de varias partes del mundo para participar en esto momento de oración. Y acordaos siempre de aquella bonita expresión de la Liturgia: “¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!”. Digámosla tres veces todos juntos. ¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!
A cada uno le deseo que pase con alegría y serenidad esta Semana en la que se prolonga la alegría de la Resurrección de Cristo. Para vivir más intensamente este periodo nos vendrá bien leer cada día un trozo del Evangelio donde se habla del hecho de la Resurrección. Con cinco minutos, no más, se puede leer un paso del Evangelio. ¡Acordaos de esto!
¡Feliz y Santa Pascua a todos! Por favor, no olvidéis de rezar por mí.