Ya señalaba Thoreau que hay muchos que se van por las ramas, por uno que va directamente a la raíz…
Seré breve: dos palabras bisílabas que pueden causar recelo, si no desazón, cuando te topas con ellas al inicio de un discurso.
Y no te da muchas más garantías, cuando el parlamento se alarga, encontrarte con un… “Voy concluyendo”.
Pero tú sabes bien que yo sí que intento ajustarme a los pocos minutos que te pido en mi blog.
Me acojo a lo que sentenciaba Gracián en su ‘Oráculo manual y arte de prudencia’: “No cansar… Lo bueno, si breve, dos vezes bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo”. Así:
● Si el post sale rana y aburre hasta a las ovejas pero no es muy largo… no supone −en el peor de los casos− más de tres minutos en una mala posada.
● Sin embargo, si las musas han tenido a bien asistirme y no me extiendo demasiado, el lector se queda con ganas de más. ¡Y más vale faltar que sobrar!
Cuando estás frente al ordenador, tener que hacer scroll para avanzar en la lectura de lo escrito (eso de darle y darle a la ruedecilla del ratón) puede avisarte de si te estás alargando más de lo soportable. Cervantes −que nunca hizo scroll− advertía en El Quijote: “Sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo”.
Cuando hay que comunicar algo conviene ir al grano. Las tres ces: claro, conciso y concreto.
Algunos licenciados en Derecho nos solemos manejar mal con esto de la brevedad; nos encantan las coordinadas y subordinadas y gozamos con la perifrástica… pero vuelvo a Gracián: “Más obran quintaesencias que fárragos”.
Leí una vez que no hace falta retorcer las frases: acabarán confesando.
Al hablar de confesar… ¿por qué será? me viene a la memoria el papa. Austero donde los haya, aconseja brevedad en las homilías. Y la práctica. Hasta en eso es sobrio. Tan sucinto como claro. Seguidor del San Lorenzo de Almagro argentino, no cae en la tentación de recrearse en la jugada… Y no le falta auditorio.
Y, sin embargo, todos nos encontramos más de una vez (en ocasiones incluso ante el espejo) con algunos que parecen deleitarse en su propio discurso… más de lo que lo hacen quienes les escuchan o leen.
Para abreviar, te ofrezco cinco citas:
1. Sentenciaba Alejandro Dumas, padre, y eso que era novelista: “Todo cabe en lo breve. Pequeño es el niño y encierra al hombre; estrecho es el cerebro y cobija el pensamiento; no es el ojo más que un punto y abarca leguas”. Alargarte no aporta necesariamente mejor información.
2. Lo breve requiere capacidad de análisis y, sobre todo, de síntesis. Ya apuntaba Eugeni D’Ors que “una síntesis vale por diez análisis”.
3. Ello exige tiempo y dedicación. Confesaba Blaise Pascal: “he hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta”.
4. Ahí va un consejo que daba otro escritor, el psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera: ante la duda de si has de mantener o quitar un párrafo, una idea, suprímelo. Si uno mismo no está seguro de que aquello que ha redactado merece la pena… ¡qué pensarán quienes no lo han escrito!
5. Ya subrayaba Thomas Jefferson: no hay talento más valioso que el de no usar dos palabras cuando solo basta una.
Personalmente, lo tengo claro: si he de pronunciar una conferencia sé que a mayor extensión, menor atención.
Siempre recuerdo a aquel orador que, con gracia, advertía a su público: “les pido a los de delante que, si se duermen, tengan cuidado con sus ronquidos, que me despiertan a los de atrás”.
Hay un truco visual para contrastar si te atienden: cuando la cabeza está activa y “se mueve”, los traseros están quietos. O si no te escuchan: entonces son los traseros los que se mueven y las cabezas… están quietas.
Así que, cuando tomes la palabra, suéltala. Nunca olvides lo que le ocurrió a ese orador espeso y aburrido que al concluir su disertación dijo: “¿alguien quiere formular alguna pregunta?” Desde el fondo se escuchó una voz: “¿qué hora es, más o menos?”.
Me lo aplico y acabo, que ya me he alargado y hablando de predicar… hay que predicar con el ejemplo. Pero ya señalaba Thoreau que hay muchos que se van por las ramas, por uno que va directamente a la raíz…
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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