ABC (Entrevista de Inés Martín Rodrigo)
La italiana presenta en España su último libro, ‘Para siempre’, una historia de amor eterno sobre el significado de la vida y la muerte. Tras más de veinte años de carrera, la autora ajusta cuentas con los críticos y reflexiona sobre la religión, Berlusconi y la crisis económica y ética
Mantener una charla con Susanna Tamaro provoca en el periodista una especie de síndrome de Estocolmo que suele terminar, parafraseando el título de su novela más famosa, Donde Susanna te lleve. Pero, una vez que superas la afable luminosidad de sus ojos claros y asumes que el tamaño de sus pies bien puede equivaler al de su ego, estás lista para sumergirte, sin miedo, en su intenso universo. Esta vez, la italiana ha querido dar un paso más (allá) y le echa un pulso a la muerte en Para siempre, una historia de amor eterno.
¿Cree, como sostiene en la novela, que realmente hay un más allá?
Sí, estoy convencida. Somos incapaces de llegar a nuestro yo más profundo y empobrecemos a medida que envejecemos. Estos tiempos tan tecnológicos nos han hecho perder una parte de humanidad. La sensación de otra existencia, de que tiene que haber algo más allá, es muy humana. Sea religioso, ideológico o del tipo que sea, ese sentimiento de trascendencia está dentro de nosotros.
¿Tiene cerradas las puertas a cierto tipo de lector?
Sí, es posible, pero tengo tantos otros lectores que me han sido fieles... Mis lectores buscan profundidad en lo que hacen y en lo que leen, y no tienen miedo a enfrentarse a sus emociones. Saben que he mantenido un recorrido por la búsqueda interior sin bajar un ápice la calidad literaria.
Pero la crítica la ha acusado de ser una autora sin valor literario.
Menos mal que veinte años después todavía me puedo reír de esto. Todos los grandes clásicos han vendido mucho. Mis libros siempre se han seguido vendiendo en todo el mundo, mientras que el best seller tiene una explosión y se vende solo durante los tres primeros meses. El tiempo es el único juez en la literatura, así que ya puedo decirles: ¡iros todos a la porra! Ya no tengo en cuenta las críticas.
¿Qué piensa de lo sucedido en Italia con Berlusconi?
El nuevo Ejecutivo es fundamental para salvar a Italia. Estamos oxidados por 20 años de gobiernos elegidos democráticamente, que han sido débiles, incapaces y deshonestos, que han llevado a mi país a una situación desesperada. Como soy incapaz de abstenerme, en los últimos años he escrito en la papeleta: ¡Avergonzaos! Ha sido insultante cómo nos han llevado a la ruina.
Pese a todo, ¿sigue manteniendo la esperanza en el ser humano?
Es muy difícil porque el ser humano realmente tiene tantas fragilidades, ha perdido hasta tal punto pie con su sentido ético... La metáfora perfecta de nuestros días ha sido el naufragio del Costa Concordia, donde el capitán, que es el que tiene que morir en la nave, es el primero que salta empujando a todo el mundo. La sociedad se ha convertido en un reino de bellacos. Deberían empezar a ser hombres y dejar de ser gusanos.
De Mayo del 68 dijo que había desarraigado a una generación. ¿Qué piensa de los indignados?
Es un movimiento que nace de la necesidad de poner freno a la locura del mundo económico que nos arrastra a la ruina. Ahora hay que vigilar que sean ideas creativas, no de destrucción, que ayuden a pensar en nuevas estructuras para el sistema.
¿Es usted religiosa?
Lo soy.
¿Cree que el fanatismo ha hecho un daño irreparable a la religión?
Por supuesto, porque no tiene nada que ver con la religión. Vivir desde la fe religiosa significa vivir en libertad y comprendiendo lo que te rodea. Los débiles, aquellos que no han sido capaces de recorrer su propio camino interior, emplean la religión como una coraza para atacar y defenderse.
¿Qué opina de la eutanasia?
Sería el fin de la civilización. No hace falta porque la muerte va a llegar naturalmente, pero nos tienen que dejar morir. La medicina es muy agresiva, ha superado sus propios límites, pero debe aceptar la idea de que somos mortales. Mi lema es: ¡dejadnos morir en paz! También estoy en contra de las máquinas que prolongan la vida de forma artificial.
¿Y el suicidio?
Es una elección. Es tremendo porque es la negación más absoluta de la vida, pero, a la vez, es misterioso y nadie es inmune porque son momentos de oscuridad del alma.
Afirma que las mujeres llevamos dentro una maldición. ¿Por qué?
Hemos estado relegadas a un segundo renglón y ese constreñimiento nos ha hecho frágiles. Esa fragilidad se transmite generación tras generación, es la infelicidad heredada.
¿Sigue viviendo el interés de la prensa de forma violenta?
Sobre todo en los primeros años, porque no sabía cómo gestionarlo y era una invasión. Ahora he llegado a disfrutarlo porque hemos establecido un diálogo que hasta me enriquece.
Siendo cinturón negro de kárate, ¿se ha quedado con ganas de darle una patada a algún periodista?
Ya me hubiera gustado, no me hubiera importado nada. Me ha pasado que algún periodista no ha querido entrevistarme y hasta hubo quien me dijo que le asustaba cómo la miraba... No fui consciente, pero no descarto haberla mirado como una asesina... pues igual sí le puse esa cara, ahora que lo pienso. ¿Quieres que probemos un par de llaves?
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