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El Papa sabe que habla a todo el mundo; y yo me atrevo a pensar que tiene en su pensamiento de manera especial una Europa que ha negado —a excepción de algunos países: Polonia, Irlanda, Malta— la dignidad del hombre, la dignidad de nacer, y que sostiene prácticamente todo el miserable y diabólico “negocio del aborto” en todo el mundo. Una Europa “que no ama ni se ama”.
Después de lamentar las situaciones de persecución en la que se encuentran pequeñas comunidades cristianas en todo el mundo; y las matanzas de cristianos en algunos países, Benedicto XVI añade en el Mensaje de Paz para la Jornada Mundial de la Paz, 2011:
«En otras regiones, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicios y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos. Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo a que se reconozca su libertad religiosa. Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz; e impide la realización de un auténtico desarrollo humano».
Las palabras no pueden ser más explícitas. Sin libertad religiosa, no habrá caminos para construir la paz.
El Parlamento italiano ha dado ya un paso para defender esa libertad religiosa, en su país y en Europa. Noruega ha rechazado la ayuda de Arabia Saudita para construir mezquitas en Noruega, mientras Arabia Saudita no de permiso para construir iglesias cristianas en su territorio.
En sentido contrario, la Comisión Europa acaba de imprimir, y enviar, más de tres millones de ejemplares, una agenda destinada a los alumnos de la Unión Europea, en la que se recogen fiestas musulmanas, hindúes, sikhs y judías; y se eliminan las cristianas, incluidas el 25 de diciembre.
¿Es ése el camino para la paz?
«La libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues son su síntesis y su cumbre».
Desde Francia ha levantado la voz contra esa agenda el ministro encargado de los Asuntos europeos, y califica a la agenda como «representativa de una Europa que ya no ama ni se ama».
El Papa sabe que habla a todo el mundo; y yo me atrevo a pensar que tiene en su pensamiento de manera especial una Europa que ha negado —a excepción de algunos países: Polonia, Irlanda, Malta— la dignidad del hombre, la dignidad de nacer, y que sostiene prácticamente todo el miserable y diabólico “negocio del aborto” en todo el mundo. Una Europa “que no ama ni se ama”.
¿Con qué espíritu, con qué fuerza, puede esta Europa ayudar a los demás países de la tierra a organizar mejor su vida política, su vida social, su vida universitaria, su vida familiar? ¿Eliminando las fiestas cristianas; coartando la libertad religiosa?
Una buena parte de Europa está realmente a “oscuras”, ciega: sin fe; sin sentido de su actuar; sin horizontes por los que valga la pena vivir, y morir. Puntos de luz quedan, ciertamente y no pocos, y el Papa reza para que sigan creciendo y lleguen a iluminar toda Europa: esa Europa que llevó la Fe hasta los últimos rincones del mundo; esa Europa que erradicó la esclavitud después de haber caído en ella; esa Europa que con sus técnicas ha enseñado a trabajar, a construir, al resto del mundo. Esa Europa que tendrá todavía la capacidad de erradicar la barbarie y la tiranía, de sí misma y del resto del mundo; si consigue rehacerse de sus miserias, y recuperar a Dios y al hombre.
¿Cómo?
«Es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo».
El Papa está invitando a Europa a dejar el “ateismo oficial”; que sea real y verdaderamente “neutral y laica”. De esa manera, dejará las puertas abiertas a la “libertad religiosa” erradicando toda “legislación” discriminatoria de los cristianos.
«Es necesario que los Estados y las diferencias comunidades humanas no olviden nunca que la libertad religiosa es condición para la búsqueda de la verdad y que la verdad no se impone con la violencia sino por “la fuerza de la misma verdad”».
Benedicto XVI concluye el Mensaje pidiendo a Dios: «Que todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa, camino para la paz».
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