Juan Luis Lorda destaca el rigor del proceso: “El Papa ha querido agilizarlo, pero sin saltarse ningún paso”
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«El Papa Benedicto XVI era consciente del enorme interés que despertaba la beatificación de Juan Pablo II y de la ilusión con que la esperaban tantos cristianos. Y ha querido que tuviera lugar con agilidad, pero sin saltarse ningún paso». Así lo aseguró Juan Luis Lorda, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, con motivo de la confirmación por parte de la Santa Sede.
«La beatificación es un proceso muy concreto —añadió el profesor Lorda—, porque se trata de juzgar con toda seriedad si una persona ha vivido el cristianismo de una manera excepcional y así puede servir como ejemplo. Por eso, lo primero es el proceso de virtudes: estudiar si se vivieron bien. Y esto se hace recabando testimonios documentados, interrogando a testigos fiables, e investigando las dudas que surgen y los testimonios críticos, para ver qué fundamento tienen».
«No se trata de que no haya tenido errores, porque toda persona los comete. Sino que, llevado por el amor de Dios, ha llegado a vivir la vida cristiana de una manera excepcionalmente buena. También se estudian todos sus escritos, privados y públicos, para ver si son conformes con la doctrina y santidad cristianas», apuntó.
El teólogo de la Universidad de Navarra destacó que en el proceso también «se pide a Dios la confirmación de esa santidad, mediante un milagro entre las personas que han acudido a su intercesión. Esto también se analiza con mucho rigor. Es necesario que haya pruebas médicas claras. Y el caso lo examina una comisión de peritos médicos y posteriormente de teólogos. Después lo estudian los cardenales de la Congregación para las Causas de los Santos y, por último, se pasa al Papa, para que, si le parece oportuno, lo apruebe, como ha ocurrido en este caso».
Gran aportación a la Iglesia católica
Juan Luis Lorda recordó a Juan Pablo II como «hombre de fe, de optimismo y buen humor, de ilusión, con mucha sensibilidad intelectual y artística; con espíritu de diálogo; y con una idea clara de la situación de la Iglesia y de las claves para ir adelante».
También recalcó su aportación doctrinal, como demuestra a su juicio «el conjunto de importantes documentos sobre casi todos los puntos clave de la doctrina cristiana, entre ellos el Catecismo de la Iglesia Católica o el Código de Derecho Canónico». Entre otros hitos, también enfatizó su renovación de la doctrina social de la Iglesia, su impulso del ecumenismo y el diálogo con otras religiones, y la multiplicación de las relaciones de la Santa Sede con otras naciones.
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