Composición teatral sobre la Navidad a partir de textos de San Josemaría Escrivá escrita por Javier Sánchez Collado en el centenario del nacimiento del fundador del Opus Dei
I. Colocación del Nacimiento
El hogar de una familia joven normal y corriente. El padre está colocando las figuras de un nacimiento, mientras habla con su mujer, que entra y sale de la habitación. Su hijo pequeño está absorto en la lectura de un libro: a juzgar por el tamaño del chico, es uno de los primeros libros que lee.
PADRE. (Dirigiéndose a su mujer) Cuando llegan las Navidades, me gusta contemplar las imágenes del Niño Jesús. Esas figuras que nos muestran al Señor que se anonada, me recuerdan que Dios nos llama, que el Omnipotente ha querido presentarse desvalido, que ha querido necesitar de los hombres. Desde la cuna de Belén, Cristo me dice y te dice que nos necesita, nos urge a una vida cristiana sin componendas, a una vida de entrega, de trabajo, de alegría[1].
MADRE. (...) No me sonrío cuando te veo componer las montañas de corcho del Nacimiento y colocar las ingenuas figuras de barro alrededor del Portal. Nunca me has parecido más hombre que ahora, que pareces un niño[2].
PADRE. ¿Cómo es posible tanta dureza de corazón, que hace que nos acostumbremos a estas escenas? Dios se humilla para que podamos acercarnos a Él, para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor, para que (...)[3]
NIÑO. (Empieza a leer el libro en voz alta, e interrumpe lo que está diciendo su padre) «Jesús nació en una gruta de Belén, dice la Escritura, porque no hubo lugar para ellos en el mesón». ¿Por qué no hubo lugar para ellos en el mesón?[4]
PADRE. (Responde sin dejar de hacer su trabajo) Porque no había otro sitio en la tierra para el dueño de todo lo creado[5].
MADRE. (Se dirige a su hijo y aprovecha la ocasión para enseñarle con cariño) (...) Jesús está buscando todavía posada en tu corazón.
NIÑO. (Asombrado de la “tardanza”) ¿Está buscando todavía posada?[6]
PADRE. (...) Él está ahí, en un pesebre, (No cae en la cuenta de quién es su auditorio y cita de memoria una frase del Evangelio... ¡en latín!) «quia non erat eis locus in diversorio».
NIÑO. (Se ve el estupor en su cara, pero intenta repetir la frase) ¿No era locus?
MADRE. (Sonríe y le explica)... porque no había otro sitio en la tierra para el dueño de todo lo creado[7].
PADRE. (Al niño) Tú... ¿has contemplado alguna vez estos misterios?
NIÑO. (...) (Dice que no con la cabeza)
MADRE. Hazte pequeño.
NIÑO. (Mira su estatura... y no entiende cómo)
PADRE. Ven conmigo y (...) viviremos la vida de Jesús, María y José.
MADRE. Cada día les prestaremos un nuevo servicio. Oiremos sus pláticas de familia. Veremos crecer al Mesías.
PADRE. Admiraremos sus treinta años de oscuridad... Asistiremos a su Pasión y Muerte... Nos pasmaremos ante la gloria de su Resurrección...
MADRE. En una palabra: contemplaremos, locos de Amor (no hay más amor que el Amor), todos y cada uno de los instantes de Cristo Jesús[8].
NIÑO. ¿Ser pequeño?
PADRE. (mientras se van y se pierde la voz) Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños[9].
II. La anunciación
PADRE. (Sitúa a su hijo sobre una pequeña escalera o columna y le da instrucciones por lo bajo) No olvides, amigo mío, que somos niños.
NIÑO. (Asiente y se pone a leer en el libro) «La Señora del dulce nombre, María, está recogida en oración». (La MADRE hace el papel de la Virgen; le basta con un pequeño elemento —un pañuelo en el pelo, por ejemplo— para caracterizarse)
PADRE. (Al niño) Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino... —Yo ahora no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena:
NIÑO. «El Arcángel dice su embajada...» (...) (y en voz baja empieza a leer, silabeando casi, «Dios te salve, María,...»)
MADRE. (Habla y escucha como si estuviera el Arcángel delante de ella, sin mirar al niño) ¿De qué modo se hará esto si no conozco varón?
NIÑO. «La voz de nuestra Madre agolpa en mi memoria, por contraste, todas las impurezas de los hombres...,» (Levanta la vista del libro y añade con cara de pena) Las mías también. (Su padre le hace gesto para que siga leyendo, porque “ha distraído” a la Virgen y a san Gabriel). «Y ¡cómo odio entonces esas bajas miserias de la tierra!... ¡Qué propósitos!»
MADRE. (...) —Hágase en mí según tu palabra.
PADRE. Al encanto de estas palabras virginales, el Verbo se hizo carne (...)[10]
III. Nacimiento
(La fuerte voz de un pregonero haciendo su proclama rompe la silenciosa intimidad de la escena anterior).
VOZ. ¡Se ha promulgado un edicto de César Augusto! ¡Se ha promulgado un edicto de César Augusto![11]
PUEBLO 1. (Con el murmullo propio de los que comentan unos a otros tan inesperada noticia) Y manda empadronar a todo el mundo.
PUEBLO 2. Cada cual ha de ir, para esto, al pueblo de donde arranca su estirpe.
(Aparece el PADRE, ahora como san José)
PUEBLO 3. (...) (Comenta por lo bajo a otro, al paso del PADRE) Es José, de la casa y familia de David,
PUEBLO 4. Va con la Virgen María desde Nazaret a la ciudad llamada Belén, en Judea.
(...)
VOZ 1. (Responde a una petición que le acaba de hacer José) No hay lugar en la posada... No hay lugar en la posada
PADRE. (Entra y descubre el lugar que, ¡al fin!, tras larga busca, les han cedido) ¡En un establo!
MADRE. Y su Madre le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre.
NIÑO. Frío. —Pobreza. (Tirando de la ropa al PADRE) —-Soy un esclavito de José. —¡Qué bueno es José! —Me trata como un padre a su hijo. —¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!... Y le beso (...) y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo!... ¡Qué hermoso es el Niño...! (...)[12]
NIÑO. (Se da cuenta de que se ha olvidado algo de la historia) ¡Y luego aquellos pastores, a los que avisan los ángeles![13] (...) (Llega al libro y se pone a leer, como para convocar a los personajes que faltan) «Se acercaron a aquel lugar los pastores con las ovejas, con los corderos»[14]
PASTOR 1. (Fuera se oye la voz, de los que responden a la lectura del niño) Lux fulgebit hodie super nos, quia natus est nobis Dominus
PASTOR 2. ¡Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor! (...)
PASTOR 3. ¡Dios está aquí! (...)
PASTOR 1. Nos detenemos delante del Niño, de María y de José:
PASTOR 2. Estamos contemplando al Hijo de Dios revestido de nuestra carne[15].
PASTOR 3. Risas, lloros de niño,
PASTOR 1. Sueño inerme de un Dios encarnado[16]
IV. La vida corriente (situado en la actualidad): el taller de Nazaret
(Se oye unos timbrazos: todo vuelve al hogar actual. La madre se levanta y abre la puerta. Entran dos amigos —otra joven pareja, tal vez—, que vienen a realizar la típica visita navideña, con un regalo en la mano: una bandeja de pasteles o algo por el estilo. El niño y su padre se levantan a saludarlos. Oiríamos lo que dicen si no fuera por la música que... está un poco alta. Pero se ríen como corresponde a la navidad, y empiezan una conversación, larga, sin prisa. Tras un tiempo indefinido —nos da la sensación de que han pasado ya un buen rato de charla— los volvemos a escuchar, sentados ahora todos en torno al Belén. El niño está ya demasiado aburrido de oír contar las anécdotas de los mayores, en las que se habla de lo divino y de lo humano, y le gustaría volver al juego anterior, poder vivir de nuevo en el Belén).
PADRE. —Al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia[17]
NIÑO. (Que quiere seguir con la “historia de antes”, dice a su padre) Sigamos leyendo el santo Evangelio (...)
AMIGO. ¿Leyendo el santo Evangelio (...)?[18] (Pregunta con extrañeza: no es lo que suele pedir un niño. Pero, en fin, se encoge de hombros y toma el libro que el niño le pasa a él, con la esperanza de que le haga caso en el “juego”. Lee) «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel»[19]
NIÑO. (Se queda con el libro en la mano, defraudado: no se explica por qué ahora “no funciona” igual que antes)
PADRE. (Como si intentara explicar por qué el niño le ha pedido eso) Me gusta volver con la imaginación a aquellos años en los que Jesús permaneció junto a su Madre, que abarcan casi toda la vida de Nuestro Señor en este mundo. Verle pequeño, (estas palabras pueden servir para que la mujer y su amiga llamen al niño, mientras hablan sus maridos, y le metan al pequeño la camisa, lo peinen, etc.) cuando María lo cuida y lo besa y lo entretiene. Verle crecer, ante los ojos enamorados de su Madre y de José, su padre en la tierra. Con cuánta ternura y con cuánta delicadeza (...) se preocuparían de Jesús durante su infancia[20].
AMIGO. (Ensimismado, dice estas palabras más para sí que para los demás) Quien iba a redimir al mundo, nace en una aldea perdida.
AMIGA. Como era Nazaret[21].
MADRE. Así vivió Jesús durante seis lustros: era (...) el hijo del carpintero.
PADRE. Era (...) el carpintero, hijo de María (...) [22]
AMIGA. Era (...) un artesano de Galilea, un hombre como tantos otros.
AMIGO. —Y ¿qué puede esperar de la vida un habitante de una aldea perdida, como era Nazaret?
AMIGA. Al acabar la jornada, una casa pobre y pequeña, para reponer las fuerzas y recomenzar al día siguiente la tarea[23].
PADRE. (Para evitar la interrupción que ya tiene en la boca su amigo) Debemos llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de oscuridad[24]
AMIGO. (Queja socarrona) Sólo trabajo, todos los días, siempre con el mismo esfuerzo[25].
PADRE. (Le responden más a la “guasa” que a la queja) ¡Qué ansias tienes de ser extraordinario!...
AMIGA. —Lo que te pasa es ¡vulgarísimo![26] (Se ríen todos)
AMIGO. (Sigue en el mismo tono que antes) ¿Y por qué habría de esforzarme?[27]
PADRE. Con ese tomarte todo a la ligera, me recuerdas aquella vieja jácara: —¡Qué viene el león!, le dijeron. Y contestó el cándido naturalista: —Y a mí, qué: ¡si yo cazo mariposas![28] (Se ríen)
MADRE. La vida (...) sencilla, normal y ordinaria,
AMIGO. (Aquí ya el tono de sus palabras es más serio: suelta algo que le preocupa). Hecha de años de trabajo siempre igual, de días humanamente monótonos, que se suceden los unos a los otros. Lo he pensado muchas veces[29]. Los días parecen iguales, incluso monótonos...[30]
PADRE. (...) —Sí, siempre la misma cosa. Pero...[31]
MADRE. Hay que entender las lecciones que nos da Jesús ya desde Niño,
AMIGO. Treinta años de oscuridad
AMIGA. Años de sombra,
MADRE. Pero para nosotros claros como la luz del sol[32].
V. La adoración de los magos
NIÑO. (Que ya está harto de una conversación tan aburrida y quiere que siga “el juego”, tira con decisión de la ropa a su padre) ¡Sigamos leyendo el santo Evangelio![33]
NIÑO. (Logra que le hagan caso: empieza) «Unos hombres sabios —la tradición dice que eran reyes— se postran ante un Niño, después de preguntar en Jerusalén:»
MAGO 1. (Una vez más, la “invocación” funciona y aparecen nuevos personajes) ¿Dónde está el nacido rey de los judíos? (...) ¿Dónde está el rey?[34]
MAGO 2. Hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarle[35]
MAGO 3. (...) Ni el desierto, ni las tempestades, ni la tranquilidad de los oasis nos impedirán llegar a la meta (...)[36]
PUEBLO. (Estas palabras las pueden hacer varias voces, para crear el efecto de un gran “murmullo popular”) Al oír esto, el Rey Herodes se turbó y, con él, toda Jerusalén[37]
NIÑO. (...) «Herodes» (Estupor: no sabe quién es)
MADRE. (Le explica) Herodes era un potente de la tierra, y tiene la oportunidad de servirse de la colaboración de los sabios:
HERODES. (Autoritario, se oye el final de la orden con la que convoca a su caterva de sabios) ...reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, (...) (Cuando ya los tiene delante)¿Dónde había de nacer el Mesías? (...)
MADRE. (Explicándole al oído la escena al Niño) Su poder y su ciencia no le llevan a reconocer a Dios.
PADRE. (Levanta la voz, como quien se indigna al ver una película) Para su corazón empedernido, poder y ciencia son instrumentos de maldad: el deseo inútil de aniquilar a Dios, el desprecio por la vida de un puñado de niños inocentes.
(MADRE y NIÑO le hacen callar para que no “espante la escena” que está sucediendo)
MADRE. (En un susurro) Sigamos leyendo (...)
NIÑO. «Ellos contestaron»
SABIO. 1 En Belén de Judá,
SABIO 2. Pues así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel[38]
MADRE. Todavía hoy se repite esta escena[39]
(Parece como si viéramos de nuevo la matanza de los inocentes, mientras se escucha el eco de la profecía) «Una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande: Es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere ser consolada, porque ya no existen»[40]
PADRE. Hay algunos, que están persuadidos de que el Señor no puede escoger a quien quiera sin pedirles permiso a ellos (...)
MADRE. Nuestro Señor se dirige a todos los hombres (...)
PADRE. No llama sólo a los Reyes Magos, que eran sabios y poderosos; antes había enviado a los pastores de Belén, no ya una estrella, sino uno de sus ángeles (...)[41]
NIÑO. (Para romper de nuevo la “amenaza” de conversación coge uno de los libros y empieza a leer) «Videntes autem stellam» (Levanta la vista del libro: no entiende nada. Uno de los magos le cambia el libro)
MAGO 1. «Videntes autem stellam gavisi sunt gaudio magno valde (...)»
MAGO 2. Al descubrir nuevamente la estrella, se gozaron con un gozo muy grande.
NIÑO ¿Por qué tanta alegría?
MAGO 1. Porque, (...) la estrella no había desaparecido:
MAGO 2. Dejaron de contemplarla sensiblemente, pero la habían conservado siempre en el alma. (...)
MAGO 3. La estrella reaparece[42].
MAGO 1. (Todos) Hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarle
PADRE. (Desde “fuera de la escena”) Es nuestra misma experiencia. (...)
MAGO 1. Advertimos que, poco a poco, en el alma se encendía un nuevo resplandor: (...)
MAGO 2. La ansiedad de tomarnos a Dios en serio[43].
MAGO 3. Démonos prisa, pues, también nosotros; y aunque todos nos lo impidan, corramos a la casa de ese Niño[44]
NIÑO. «Y (...) entrando en la casa, vieron al Niño con María, su Madre, y, arrodillados, le adoraron»
PADRE. Nos arrodillamos también nosotros delante de Jesús, del Dios escondido en la humanidad: le repetimos (...) que no nos apartaremos nunca de Él (...)
MADRE. (Cogiendo al niño en su regazo) Tú, en tu alma, y también yo (...) estamos contando al Niño que anhelamos ser tan buenos cumplidores como aquellos (...)
NIÑO. (Asiente y sigue leyendo) «Y abriendo sus tesoros le ofrecieron dones»
MADRE. Oro, incienso y mirra (Mt II, 11)[45]
PADRE. (...) Después la Sagrada Familia ha de huir a Egipto, (Esto lo puede decir mientras empieza a desmontar el nacimiento) para escapar de los intentos criminales de Herodes.
MADRE. Luego, el silencio: treinta largos años de vida sencilla, ordinaria,
PADRE. Como la de un hogar más de un pequeño pueblo de Galilea.
MADRE. Como la de un hogar más[46]
VI. Conclusión
VOZ en off (Mientras recogen las cosas, empieza a hablar. Poco a poco va apareciendo un rumor de calle, de coches, de oficina, incluso se ve gente al contraluz que va y viene, con una vida tan corriente) Vosotros, que celebráis hoy conmigo esta fiesta (...) formáis diversos hogares, pertenecéis a tan distintas naciones, razas y lenguas. Os habéis educado en aulas de centros docentes o en talleres y oficinas, habéis ejercido durante años vuestra profesión, habéis entablado relaciones profesionales y personales con vuestros compañeros, habéis participado en la solución de los problemas colectivos de vuestras empresas y de vuestra sociedad. Pues bien: os recuerdo (...) que todo eso no es ajeno a los planes divinos[47].
(...) Vuestro trabajo y vuestro ambiente (...) ese hogar, esa familia vuestra; y esa nación, en la que habéis nacido y a la que amáis[48]. El matrimonio (...) es una auténtica vocación sobrenatural[49]. Vuestra vocación humana es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina[50].
MUCHEDUMBRES. En un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día.
VOZ en off. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir[51].
MUCHEDUMBRES. No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios. Todos hemos de hablar la misma lengua, la que nos enseña nuestro Padre que está en los cielos (...)
UNO DE LA MUCHEDUMBRE. La lengua que se habla con el corazón y con la cabeza, (...)
OTRO DE LA MUCHEDUMBRE. La lengua de las almas contemplativas, (...) porque se han dado cuenta de su filiación divina.
VOCES. Una lengua que se manifiesta (...) en afectos del corazón, en decisiones de vida recta, de bien, de contento, de paz[52].
VOZ en off. (Desde aquí hasta el final aumenta la música y el rumor de la muchedumbre) Hijos míos, allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo[53].
VOZ en off. (Con todo ya en silencio) En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria...[54]
[1] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 14
[2] CAMINO, Devociones, 557
[3] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de cristo en la humildad, 18
[4] FORJA, Pesimismo, 274
[5] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 18
[6] FORJA, Pesimismo, 274
[7] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 18
[8] SANTO ROSARIO, Prólogo
[9] SANTO ROSARIO, Prólogo
[10] SANTO ROSARIO, Misterios Gozosos, 1. La Anunciación
[11] La repetición y el signo de exclamación, añadidos.
[12] SANTO ROSARIO, Misterios Gozosos. El Nacimiento
[13] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 18
[14] AMIGOS DE DIOS, La grandeza de la vida corriente, 1
[15] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 12
[16] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 36
[17] ES CRISTO QUE PASA, El matrimonio, vocación cristiana, 22
[18] Íbidem.
[19] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 33
[20] AMIGOS DE DIOS, Madre de Dios, Madre nuestra, 281. Madre de la Iglesia, 244
[21] ES CRISTO QUE PASA, En el taller de José, 40
[22] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 14. En esta cita se ha cambiado de orden alguna frase
[23] ES CRISTO QUE PASA, En el taller de José, 40
[24] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 14
[25] ES CRISTO QUE PASA, En el taller de José, 40
[26] SURCO, Naturalidad, 565
[27] AMIGOS DE DIOS, El tesoro del tiempo, 43
[28] SURCO, Frivolidad, 537
[29] ES CRISTO QUE PASA, En el taller de José, 44
[30] ES CRISTO QUE PASA, La Virgen Santa, causa de nuestra alegría, 174
[31] SURCO, Trabajo, 500
[32] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 14
[33] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 33
[34] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 31
[35] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 32
[36] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 32. El camino de fe)
[37] Mt II, 2-3
[38] Mt II, 5. ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 33
[39] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 33
[40] Mt 2,18-23
[41] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 33
[42] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 35
[43] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 32
[44] S. JUAN CRISÓSTOMO, In Matthaeum homiliae, 6, 5 (PG 57, 78). ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 33
[45] ES CRISTO QUE PASA, En la Epifanía del Señor, 35
[46] AMIGOS DE DIOS, Madre de Dios, Madre nuestra, 284
[47] ES CRISTO QUE PASA, En el taller de José, 46
[48] ES CRISTO QUE PASA, En el taller de José, 46
[49] ES CRISTO QUE PASA, El matrimonio, vocación cristiana, 23
[50] ES CRISTO QUE PASA, En el taller de José, 46
[51] CONVERSACIONES, Amar al mundo apasionadamente, 114
[52] ES CRISTO QUE PASA, El triunfo de Cristo en la humildad, 13
[53] CONVERSACIONES, Amar al mundo apasionadamente, 113
[54] CONVERSACIONES, Amar al mundo apasionadamente, 116
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