Quizás debamos hablar menos de consenso y buscarlo decididamente
La Razón
He leído, en un periódico de tirada nacional, al Presidente del Congreso de los Diputados lamentándose, con enorme sentido común, de la pena que produce ver cómo en un tema tan sensible como el aborto no se ha buscado con más decisión un mayor consenso.
Y se lamenta de que, con no poca frecuencia, a quien disiente de nuestras opiniones no le adjudicamos la misma buena fe que exigimos para nuestros juicios. Y lo ejemplifica, de manera sugerente, con una rectificación de Obama que reconoce su error al haber rectificado en la web de su campaña una afirmación en la que se atribuía a todos los que se oponen al aborto una posición contra las mujeres. Decía: «Debemos evitar la caricatura del otro». Y ese texto se modifico en la web.
Habrá que ver el desarrollo futuro pero ciertamente en USA se hace ese esfuerzo, precisamente partiendo de una propuesta de Democrats for Life, en la de se desarrolla más ese mensaje positivo de encuentro, de buscar un terreno común que podría titularse de la siguiente manera: «La ayuda a la mujer embarazada, un terreno común».
Hasta aquí total coincidencia con el enfoque de esa parte del artículo del Presidente del Congreso, y por su esfuerzo. Pero resulta y de esto parece no querer darse cuenta el autor del artículo ni su partido, que el proyecto de ley que aquí se está debatiendo se olvida de buscar ese «terreno común», ese espacio de consenso que consiga reducir de verdad el número de abortos: objetivo que unánimemente compartimos.
Cito sólo tres detalles:
a) falta de transparencia y de consenso desde el principio de esta ley: pues se plantea el proyecto, no incluido en el programa electoral del partido que lo impulsa, y sin que haya un acuerdo social sobre ello. Baste recordar que ha sido capaz de sacar a la calle a cerca de un millón de personas contra esa ley; ha provocado la situación singular e insólita de conseguir que el Consejo General del Poder Judicial no pueda emitir un dictamen preceptivo por falta de acuerdo; o un duro informe del Consejo Fiscal.
b) lo que plantea la nueva ley es un notabilísimo cambio de referentes legales: el aborto pasa de ser despenalizado en determinadas circunstancias a ser un derecho. Por poner una analogía fácil de entender, es como si el cambio fuese el siguiente: pasamos de que no sea punible el causar la muerte de otra persona en defensa propia, a autorizar matarle porque me «incomoda». Eso sí, siempre que sea en un plazo razonable.
Y si apuntamos a prejuicios previos, ante las opiniones de otros, las declaraciones de miembros destacados de los impulsores de la ley, intentando vender a la opinión pública cómo son quienes se oponen a su punto de vista es, con bastante frecuencia, demagógico y produce sonrojo.
Una y otra vez afirman: los contrarios a esa ley quieren que vayan a la cárcel las mujeres que abortan no lo deseamos así, ni ahora ni nunca; ni se ha dado en la historia de España ningún caso; o los que se oponen a la ley lo hacen exclusivamente por motivos religiosos, y aquí «se gobierna desde el Parlamento no desde el púlpito», cuando hay firmado un manifiesto con más de dos mil firmas de catedráticos de universidad, investigadores de primer nivel, etc. explicando razonadamente sus oposición a la ley, justificando sus motivos.
En fin, que me parece excelente el fondo de su mensaje, y le felicito por ello, y le pediría que, además de eso, luchase decididamente por que sus compañeros de partido lo hiciesen propio, y que liberados de esos «prejuicios hacia el que opina diferente» se evitase esa división y crispación social que se ha provocado: aún se está a tiempo.
A mí me gustaría que pudiese ser de otra manera, y que tuviésemos otras alternativas, pero lamentablemente, para salir del lío en que nos han metido los que tienen la responsabilidad de «mover ficha» son ustedes: su partido y su Gobierno. Quizás debamos hablar menos de consenso y buscarlo decididamente. Sinceramente no sé qué más cosas pueden suceder, pues parecen empecinados en no querer escuchar: ni a usted, ni a muchos de sus votantes, ni a un gran número de personalidades del ámbito jurídico y de la ciencia, ni a la calle.