Reacción de perplejidad e indignación
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Se supone que los tribunales están para administrar justicia, pero ya sabemos que la justicia humana es muy imperfecta. Hay sentencias que llevan a exclamar: iNo hay derecho!, cuando precisamente se ha aplicado el derecho positivo. Es una expresión popular que clama por un derecho natural anterior al derecho positivo.
Pero hay sentencias peores, que no sólo llevan a dudar de la justicia que las avalan, sino que hacen pensar en que responden más a ideología que a postulados de justicia. Lo digo, con todo el respeto que me merece el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por una sentencia pronunciada el pasado 3 de noviembre. En ella se condenaba la presencia de crucifijos en las aulas por ser «una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones» y de «la libertad de religión de los alumnos».
La reacción espontánea es de perplejidad e indignación y, para muchos, quizá también una ocasión para una oración íntima de desagravio. Pero, más allá de los sentimientos, hay también razones para discrepar.
El derecho de los padres a educar a sus hijos está fuera de toda duda. Es un derecho que no es respetado, por cierto, cuando la educación sexual escolar se imparte exclusivamente desde una perspectiva biológica y tecnológica (técnicas para evitar embarazos), cuando muchos padres rechazan esta educación que separa la sexualidad de la persona del amor responsable. Tampoco se respeta este derecho cuando el Estado impone una educación para la ciudadanía en la que subyacen ideologías rechazadas por los padres.
Pero, la existencia de un sencillo crucifijo en las aulas, ¿es contrario al derecho de los padres a educar a sus hijos? Por el mismo motivo, ¿no podría alegarse que es contrario la existencia de la foto del rey, porque hay padres que no son monárquicos o, en su caso, la fotografía del presidente de la República porque no es del partido de los padres?
¿Y qué decir de la libertad religiosa de los alumnos? ¿Coarta realmente esa libertad la presencia de un crucifijo? ¿Se sienten excluidos los alumnos de religiones no cristianas o los que no profesan ninguna? ¿Hay datos empíricos que lo demuestren?
Aunque el crucifijo sólo fuera un símbolo religioso que no es el caso la ausencia de símbolos religiosos en las aulas tiene también un valor simbólico por omisión. Eliminar el crucifijo es entronizar el vacío religioso en su lugar. Ese vacío representa al nihilismo propio del fundamentalismo laicista. No es de extrañar el regocijo de la Unión de Ateos y Agnósticos Racionalistas de Italia (UAAR) al conocerse la sentencia. No sólo por haber ganado el recurso que impulsaron, sino por ver avaladas sus tesis de ausencia de Dios en el espacio público. «Hoy es un gran día para el laicismo italiano», declaró el secretario general de la UAAR.
En Italia, personalidades de derechas e izquierdas han criticado la sentencia. Según informaba el diario La Razón, la ministra de Educación italiana, Mariastella Gelmini aseguró que el crucifijo es un `símbolo´ de la tradición y su exposición en las aulas no implica `adhesión al catolicismo´.
Por su parte, el ministro de Políticas Agrícolas, Alimentarias y Forestales, Luca Zaia, fue más severo y aseguró que «la decisión de los jueces europeos es 'fingidamente democrática' y ofende a muchas personas, ya sean cristianas o no». Añadió: «Quien ofende los sentimientos de los pueblos europeos nacidos del cristianismo es sin lugar a dudas la Corte de Estrasburgo. Sin identidad, no existen los pueblos y sin cristianismo no existiría Europa». Para Zaia, quienes han emitido la sentencia deberían `avergonzarse´.
El portavoz de la Santa Sede, P. Lombardi, en unas declaraciones recogidas por ZENIT se refirió al valor educativo del crucifijo: «El crucifijo siempre ha sido un signo de ofrenda de amor de Dios y de unión y acogida para toda la humanidad. Es una pena que sea considerado como un signo de división, de exclusión o de limitación de la libertad. No es esto, y no lo es para el sentimiento común de nuestra gente».
Los derechos humanos, sin duda un gran logro de la humanidad, no se pueden utilizar como unas lentes de color que impiden ver la realidad en su conjunto, ni manipularlos con ideologías contrarias al común sentir de muchas personas y a la realidad histórica. En Italia y lo mismo podría afirmarse de otros países, entre ellos el nuestro el cristianismo ha sido y sigue siendo decisivo en la configuración de su identidad, historia y cultura.
En nombre de los derechos humanos tampoco se puede conculcar el derecho a una educación integral, uno de cuyos aspectos es el valor educador de la religión en la escuela, también en la pública. Tiene razón, el P. Lombardi, quien también afirmó que «la religión ofrece una contribución preciosa a la formación y crecimiento moral de las personas, y es un componente esencial de nuestra civilización», y por tanto «es equivocado y miope querer excluirla de la realidad educativa». Pienso que el portavoz vaticano está en lo cierto al afirmar que «es grave marginar del mundo educativo un signo fundamental de la importancia de los valores religiosos en la historia y en la cultura italiana». Pero los jueces de Estrasburgo no están por la labor.