El año sacerdotal ayuda a recordar que todos los cristianos tienen que acercar, con sus propias vidas, a Jesucristo a los demás
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Las solemnidades de Todos los Santos y de Cristo Rey enmarcan el mes de noviembre. En ellas se pone de relieve el carácter sacerdotal del Pueblo de Dios. Estas fiestas sirven al Prelado para animar a todos los cristianos a ponderar con frecuencia lo que significa el sacerdocio común de los fieles, porque hemos de ser portadores de Cristo a la humanidad, y portadores de la humanidad a Cristo.
San Josemaría plasmaba de modo gráfico esta condición del cristiano, derivada de su configuración en Cristo por el Bautismo, con la expresión vital para el cristiano: ha de tener alma verdaderamente sacerdotal y mentalidad plenamente laical.
Desarrollando esta idea, el Prelado expone no sólo teóricamente, sino de modo práctico cómo ha de vivirla el cristiano:
El alma sacerdotal conduce a los bautizados insisto a tener los mismos sentimientos de Cristo, con hambres de unirse cada día a Él en la Santa Misa y a lo largo de la jornada. El espíritu sacerdotal impulsa a crecer en la ambición santa de servir, con dedicación sincera y concreta por el bien espiritual y material de nuestros semejantes; anima a cultivar un serio afán de almas, con el deseo vehemente de ser corredentores con Cristo, unidos a la Virgen Santísima y filialmente pegados al Romano Pontífice; mueve a mostrarse dispuestos a reparar por los pecados, los propios de cada uno y los de los hombres todos... En definitiva, a amar a Dios y al prójimo sin decir nunca basta en el servicio de la Iglesia y de las almas. San Josemaría lo resumía así: con esa alma sacerdotal, que pido al Señor para todos vosotros, debéis procurar que, en medio de las ocupaciones ordinarias, vuestra vida entera se convierta en una continua alabanza a Dios: oración y reparación constantes, petición y sacrificio por todos los hombres. Y todo esto, en íntima y asidua unión con Cristo Jesús, en el Santo Sacrificio del Altar.
Para que esta realidad la lleve a cabo un cristiano corriente, según su propia condición secular y su situación en el mundo, como es el caso de los miembros del Opus Dei, se debe hacer, con expresión de San Josemaría, con mentalidad laical.
De este modo, sacerdotes y seglares colaborarán en el cumplimiento de la única misión de la Iglesia, cada uno según los dones recibidos, respetando la situación específica de cada uno. Los laicos ejercen su misión en el seno de las estructuras temporales, tratando de animarlas con el espíritu de Cristo; los sacerdotes sirven a los demás mediante la predicación de la Palabra divina y la administración de los sacramentos. Esto favorece, como escribe San Josemaría, que los clérigos no atropellen a los laicos, ni los laicos a los clérigos; que no haya clérigos que se quieran entrometer en las cosas de los laicos, ni laicos que se entrometan en lo que es propio de los clérigos.
Texto completo de la Carta del Prelado del Opus Dei