Para progresar como personas y como cristianos coherentes, es imprescindible concederla una prioridad concreta, cada día
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Uno de los grandes directores de orquesta sinfónica contemporáneos, el italiano Claudio Abbado, cuenta en una entrevista publicada en The Guardian, 27-VIII-2007 (guardian.co.uk) cómo de niño solía acompañar al piano a su padre, que era violinista. Así aprendió que la capacidad de escuchar es el secreto para ser músico. Y añade Y también en la vida.
Después, cuando era estudiante, había muchos jóvenes de mi edad, que venían a hablarme, y me contaban historias muy raras, muy difíciles y muy personales. Pero yo les escuchaba. Y llegaban a confiar en mí. Cuando los músicos de la orquesta saben escuchar dice el concierto es como respirar juntos.
La Semana de oración por la unidad de los cristianos tuvo en 2007 como lema la frase del Evangelio: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos. En esa ocasión, Benedicto XVI hacía un balance de los cuarenta años transcurridos desde el Concilio Vaticano II en el empeño ecuménico: El Señor nos ha despertado del sopor de la autosuficiencia y de la indiferencia; nos hace cada vez más capaces de escucharnos y no sólo de oírnos; nos ha soltado la lengua de manera que la oración que le elevamos tenga más fuerza de convicción para el mundo.
Hoy sigue siendo necesario proponía dejarse sorprender por la novedad de la palabra de Dios, que nunca envejece y nunca se agota; superar nuestra sordera para escuchar las palabras que no coinciden con nuestros prejuicios y nuestras opiniones; escuchar y estudiar, en la comunión de los creyentes de todos los tiempos, todo lo que constituye un camino que es preciso recorrer para alcanzar la unidad en la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra. Ciertamente, sólo así tendrá fuerza el testimonio cristiano en el mundo.
En los años ochenta escribía Joseph Ratzinger que María es prototipo interior de la memoria de la Iglesia, en cuanto que, en ella la fe se torna en comprensión y puede de esta forma ser transmitida: ya no se reduce sólo a palabra externa sino que está impregnada con la experiencia de la propia vida, es traducida a la dimensión de la vida humana y, con ello, se hace a su vez traducible a la vida de otros seres humanos.
Por eso María representa la forma en que acontece la tradición en la Iglesia, la forma en que se da en general el crecimiento, el crecimiento espiritual, la maduración del hombre y de la humanidad. Sólo de ese modo pueden el hombre y la humanidad adquirir profundidad y madurez. Es decir, sólo de ese modo puede darse progreso.
En suma, para progresar como personas y como cristianos coherentes, es imprescindible conceder una prioridad concreta, cada día, a la escucha de la Palabra de Dios. Esto se realiza en la lectura meditada de la Escritura centrada en los Evangelios y en la oración personal, siguiendo la escuela de la celebración litúrgica, que nos ayuda a escuchar a Dios también en los acontecimientos cotidianos.
Escuchar la Palabra es un alimento imprescindible para la misión tanto del cristiano como de la Iglesia en su conjunto. Esta doble dimensión personal y eclesial del escuchar la Palabra de Dios, la presentaba de nuevo el Papa como redescubrimiento en el Sínodo de 2008: Nos hemos vuelto a dar cuenta de que precisamente porque la Palabra es tan personal podemos comprenderla de forma correcta y total sólo en el nosotros de la comunidad instituida por Dios.
Todos podemos experimentar cuánto aprendemos y cuánto podemos ayudar a los demás si sabemos escuchar, primero a Dios. En Camerún, Benedicto XVI ha ilustrado la figura de San José como el hombre justo porque su vida estuvo ajustada a la Palabra de Dios.
En diversas ocasiones el Papa ha llamado a María mujer de la escucha. San Lucas dice tres veces que María asimilaba y conservaba la Palabra de Dios en el corazón; es decir, la hacía suya, vida de su vida. De su escucha brotó por primera vez la Palabra encarnada en la historia, y sigue brotando en la vida de los cristianos.
Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra